Los Tajamares de Santiago: memoria y entierro
Marco Barrientos es Académico Escuela de Arquitectura UDP
Los Tajamares de Santiago, cuyo origen está anclado a la historia de la ciudad y su río madre -el Mapocho-, han emergido por estos días del olvido, debido al polémico entierro del acceso al museo que aloja parte de sus vestigios, en tanto medida de salvataje. Es decir, supone la protección de un bien patrimonial y que, como tal, abre también un espacio para una reflexión más amplia.
Los mecanismos con que cuenta el Estado chileno para la custodia del patrimonio cultural, se refieren principalmente a la implementación de instrumentos de regulación (marco legal y normativo), la actuación de la institucionalidad mandatada para su resguardo, y algunas iniciativas -públicas o privadas- orientadas en la misma línea. Sin embargo, los factores que inciden en la degradación o destrucción de un determinado objeto patrimonial, rebasan a veces el ámbito en que operan tales mecanismos. En efecto, terremotos, incendios, inundaciones u otros tipos de fenómenos pueden causar daños en mayor o menor grado. El abandono y la ausencia de planes o proyectos de conservación constituyen también amenazas. Incluso más, algunas medidas de salvaguarda pueden resultar perjudiciales e irreversibles.
En contraste, exponer y visibilizar una obra de carácter patrimonial debiese ser una acción alienada con la puesta en valor, conocimiento y reconocimiento, en tanto principios inherentes al deseo -y necesidad- de preservar “algo”. Mientras que el ocultamiento, la sepultación o el entierro desprolijo, restringen -e incluso anulan- las posibilidades de acercamiento y vinculación por parte de las personas con la obra y los atributos que encarna. Lo que se agrava en la medida que contravengan criterios tendientes a la inclusión de la comunidad en la concepción, aplicación y consentimiento de toda medida de salvaguarda, como señala la Unesco.
Lo anterior releva acaso el núcleo medular del problema, pues apela -desde perspectiva histórico-cultural- a la capacidad que tiene un cierto objeto patrimonial de activar nuestra memoria -individual y colectiva- y rememorar un acontecimiento o hecho con significación (y significado) que, de una u otra forma, nos es común como sociedad. Así, el entierro de los restos de los Tajamares parecen más bien un cadáver invisibilizado y su museo una cripta silente y olvidada.