¿Mejor en la calle que en la escuela?
¿Realmente nos parece mejor que nuestros estudiantes se reúnan en la calle que en sus escuelas? Creo que parte del problema que nos ha llevado a este sinsentido es que la discusión sobre la apertura de los establecimientos educacionales ha estado saturada de absolutos y maximalismos.
Pía Turner es Investigadora senior de Acción Educar.
Hoy la gran mayoría de nuestros niños, niñas y adolescentes no puede asistir a su escuela o jardín infantil, porque estos están cerrados. Sin embargo, en todas las comunas que no están en cuarentena, sí pueden reunirse en la calle, en el mall o en la plaza, espacios en los que podemos ver a muchos juntarse con sus amigos a conversar, andar en skate u otro. Y la verdad es que no podemos sorprendernos, ya que la sociabilización con sus pares es fundamental para su bienestar y para su propio desarrollo. Es esperable que con los colegios cerrados, pero casi todo lo demás abierto, busquen lugares para encontrarse y acompañarse.
No obstante, ¿realmente nos parece mejor que nuestros estudiantes se reúnan en la calle que en sus escuelas? Creo que parte del problema que nos ha llevado a este sinsentido es que la discusión sobre la apertura de los establecimientos educacionales ha estado saturada de absolutos y maximalismos, sobre los que es muy difícil tratar de aterrizar la conversación y encauzarla hacia una en la que las comunidades educativas tomen las decisiones que más las beneficien.
El mayor ejemplo de ello es cuando se habla de que no están las condiciones para el “retorno a las clases”, implicando que la reapertura de los establecimientos significa forzar a que todos los alumnos, docentes y asistentes de la educación tengan que regresar al mismo tiempo y en el mismo formato que conocíamos previo a la pandemia.
Efectivamente, nadie podría querer ahora una reapertura de esas características. Pero hay un sinfín de escenarios que sí son posibles en las comunas en donde la pandemia está controlada, y que permitirían beneficiar de experiencias presenciales a aquellos que más lo necesiten.
A modo de ejemplo, ya hay colegios que están abriendo sus aulas sólo para terceros y cuartos medios o para sus estudiantes técnico-profesionales, dividiendo los cursos en grupos más pequeños que se turnan para asistir, y priorizando la contención emocional y el cierre de la etapa escolar. Otros colegios planean abrir sus puertas solamente para los alumnos que requieren de reforzamiento o los que no se han podido conectar, o para generar instancias de encuentro, deporte o espiritualidad.
Por supuesto, en todos estos escenarios parte importante de la comunidad continuará quedándose en su hogar, ya sea porque conviven con enfermedades de riesgo o porque tienen miedo al contagio, y hay comunidades enteras que no cuentan con las condiciones sanitarias para abrir. Por ello, es imperativo seguir avanzando no solo en lograr que todos tengan acceso a conectarse desde sus hogares, sino que también en dotar a las familias de las herramientas para que puedan apoyar el aprendizaje integral de sus hijos e hijas.
El fin de esta pandemia continúa siendo incierto y es probable que dure al menos un año más. También es probable que durante este período vayan variando las condiciones sanitarias en cada comuna, con tiempos de alta y baja presencia del virus, que determinarán las posibilidades que tienen las comunidades educativas de implementar las estrategias más adecuadas para el bienestar de sus estudiantes. Construir esas estrategias y confianza debe estar en manos de cada comunidad, y lograrse a través del diálogo entre sus propios integrantes.