Municipios para un nuevo Chile
Si bien es cierto Chile pertenece en teoría al club del primer mundo, representado en la OCDE, dentro de la categoría de centralismo éste se encuentra en el último lugar.
La historia de Chile es desde siempre centralizada, tal vez nuestra herencia colonial de administración borbónica nos marcó demasiado. También la Constitución portaliana de 1833 reafirmó una forma y manera de cómo se proyectaba el naciente Estado de Chile. Hay algo cultural y de idiosincrasia que nos hace inclinarnos naturalmente, pero luego reforzado por nuestras propias políticas públicas que las hemos conducido siempre en la misma dirección.
Si bien es cierto Chile pertenece en teoría al club del primer mundo, representado en la OCDE, dentro de la categoría de centralismo éste se encuentra en el último lugar. Ciertamente es muy difícil avanzar cuando todos los organizamos públicos responden a un jefe político en Santiago, y cuando todas las autoridades regionales también lo deben hacer. Definitivamente, Dios está en todos lados, pero atiende en la capital.
Primero es necesario aclarar que descentralización no es sinónimo de aumentar el número de regiones, de hecho, perfectamente podríamos tener menos regiones, pero ser más descentralizados; esto tiene que ver más bien con que los territorios regionales y comunales obtengan grados importantes de autonomía en dos puntos vitales: traspaso de competencias fiscales-administrativas y presupuesto de acuerdo a su territorio y población decidido por la región.
¿Qué puede cambiar para bien? ¿Qué se puede mejorar aumentando la descentralización? Principalmente, tiene que ver con la resolución y comprensión de los problemas propios. No puede ser posible que lo que sucede en Lago Verde (comuna de la Región de Aysén, por citar un ejemplo), sea decidido por una autoridad política desde La Moneda, que probablemente en su vida haya pisado ese lugar. Sinceramente ¿Creemos que tiene la información necesaria para dimensionar lo que ahí sucede? Lo que debemos abandonar es la figura paternalista con que tratamos a las regiones y municipios, como si ellos fueran interdictos o no tuviesen la capacidad de autogestionarse, y por lo mismo, es casi una lógica colonialista.
Siempre escuchamos que los municipios son la primera puerta de entrada de los ciudadanos al Estado, no obstante, el Estado los trata como la “puerta trasera”. Realmente, el municipio se presenta desde el día uno de vida con diversos servicios prestados. Es cierto que hay algunas alcaldías que gestionan mal, que en algunas de ellas puede desaparecer o malgastarse dinero, pero cabe preguntarse si ¿En otras esferas del Estado eso no ocurre? El municipio es actualmente un administrador local, y nuestra meta debe ser transformarlo en un verdadero gobierno local.
Cuando comprendamos que el Estado comienza por el municipio, y que en él se puede resolver la importante mayoría de los problemas que aquejan a millones de chilenos, tal vez estemos dispuestos a dar el paso para que estos tengan los recursos necesarios y también la independencia de tomar mayores decisiones.
Ahora, ad portas de inaugurar una nueva etapa para Chile, espero que ésta contemple a los municipios en sus muchas renovaciones de trato, y sobre todo se comprenda que con ello los más beneficiados serán los vecinos de cada comuna.