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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Nuevas competencias para la fusión hombre-máquina

Las tecnologías disruptivas ya están aquí y avanzan a pasos agigantados hacia una nueva etapa: la Revolución Industrial 4.0.

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Rosanna Sotomayor es Psicóloga, Directora Académica de la Academia Industria 4.0

Cuando se habla de Industria 4.0 y los trabajos futuros, la discusión, en general, se centra en el temor a que las computadoras, robots e Inteligencia Artificial (IA) nos van a desplazar y pasarán a dominar muchos de nuestros puestos de trabajo. Y no se trata de una discusión trivial o necesariamente equivocada. ¿Cómo no preguntarse qué será de nuestra forma de vida o de dónde obtendremos el sustento para nosotros y nuestras familias si las máquinas toman nuestro lugar?

No obstante, las tecnologías disruptivas ya están aquí y avanzan a pasos agigantados hacia una nueva etapa: la Revolución Industrial 4.0. Entonces, cabe preguntarse si es eficiente que sigamos cuestionándonos sobre un futuro que ya es presente o si debemos dar la vuelta al problema y enfrentarlo de otra manera.

Y existe otra visión del desafío que enfrentamos, que, por el contrario, ve la relación e interacción entre el hombre y la máquina como complementaria y no como una amenaza al futuro laboral de millones de trabajadores, la que puede ser resumida bajo un término que refleja de mejor manera esta postura: la fusión hombre-máquina.

Tradicionalmente, el ser humano aprendió a utilizar las máquinas, pero no a interactuar directamente con ellas. Sin embargo, desde ya hace un tiempo, por ejemplo, cuando compramos un computador, al encenderlo somos recibidos amablemente por “Cortana”, un asistente virtual creado por Microsoft para Windows 10 que nos ayuda a acceder a nuestros correos, lugares favoritos e intereses, entre otros, a través de un comando de voz. También está “Alexa”, otro asistente virtual desarrollado por Amazon, que puede controlar varios dispositivos inteligentes como cámaras de videovigilancia, interruptores inteligentes, focos, interfonos, etc.; o “Siri”, la asistente virtual de Apple, que ayuda a realizar actividades en los distintos dispositivos de esa marca y que incluso se ha convertido en un personaje de televisión.

A estos asistentes, a los que muchos ya nos hemos acostumbrado, se suman un sinnúmero de otros equipamientos, tales como camiones autónomos en la minería, brazos robóticos en la industria automotriz, robots asistentes que ayudan en cirugías complejas, automóviles autónomos, entre muchos otros, de los que no tenemos mucha conciencia. Así, sin darnos cuenta, llevamos años interactuando con la Inteligencia Artificial, la que, paso a paso, ha venido a realizar tareas que no solo no nos han excluido, sino que han facilitado nuestro trabajo.

Entonces, el asunto no es que los robots o la IA estén reemplazando a las personas en sus funciones, sino que el problema es que los trabajadores no estamos preparados para incorporarlos a nuestras labores y no hemos adquirido las habilidades adecuadas para trabajar en conjunto con las máquinas.

Día a día, los trabajos evolucionan de forma vertiginosa —y lo seguirán haciendo— debido al avance gigantesco de las nuevas tecnologías disruptivas, lo que conlleva que se requiriera de trabajadores mejor preparados para esta nueva forma de operación, que cuenten con nuevas habilidades o competencias, necesarias para el trabajo interactivo y colaborativo hombre-máquina.

En este contexto, las instituciones educativas —y también las empresas— deben apuntar al desarrollo de las denominadas Habilidades o Competencias de Fusión, entre las que encontramos, de acuerdo con “Human + Machine: reinventar el trabajo en la era de la IA”, de Paul R. Daugherty y H. James Wilson, por ejemplo, el interrogatorio inteligente, que se refiere a la capacidad o habilidad para examinar cuál es la mejor manera de hacer preguntas a un agente de IA, en todos los niveles de abstracción, para obtener la información que se requiere; o el empoderamiento basado en Bot, relativo a la capacidad para utilizar y trabajar adecuadamente con la IA posibilitando el desarrollo personal y profesional a la vez que se aumenta la eficacia de los procesos de la empresa.

A estos conceptos se suman otros tales como el aprendizaje recíproco, es decir, el potencial de realizar tareas junto con agentes de IA, para lo que se requiere de la capacitación de las personas para que puedan funcionar bien dentro de procesos mejorados, de la misma manera que se requiere que expertos humanos capaciten a Bot (IA), tanto explícita o implícitamente, sobre cómo hacer su trabajo. Y ahí están también la fusión holística, referida a la capacidad de desarrollar modelos mentales sólidos de agentes de IA para mejorar los resultados del proceso, o sea, para mejorar resultados colaborativos; la integración de juicios, que es la habilidad o capacidad de decidir un curso de acción cuando la IA (máquina) no tiene la seguridad sobre qué hacer en una situación determinada, o la reimaginación rigurosa, que permite crear nuevos procesos organizacionales, modelos de negocio y mejorar el trabajo, desde cero, en lugar de solo automatizar los procesos.

Y esta fusión hombre-máquina no solo puede aportar en términos de mejoras del proceso productivo, sino que además puede apuntar a una rehumanización del tiempo, permitiendo redirigir, hábilmente, el tiempo libre disponible hacia actividades como interacciones interpersonales, creatividad y aprendizaje.

Pero, antes de llegar a la aplicación masiva de estos conceptos y habilidades necesarias para este nuevo mundo que ya nació y está creciendo, es necesaria una normalización responsable de la inteligencia artificial, teniendo clara conciencia de los problemas sociales y comunitarios existentes y normalizando la interacción hombre-máquina de manera responsable respecto a lo que afecta tanto a los individuos como a las empresas y a la sociedad en su conjunto, y entender que estas y otras competencias y habilidades son y serán necesarias para poder desarrollar los trabajos colaborativos con la Inteligencia Artificial.

Para ello, es importante entender igualmente que tanto humanos como máquinas (IA) tienen fortalezas distintas, y que, si máquinas y humanos hacen lo que cada uno hace mejor, el resultado es la mejora del trabajo, que conduce no solo al aumento de la productividad, sino a una mayor satisfacción del trabajador, a la disminución de tareas repetitivas y odiosas para los seres humanos y, en un círculo virtuoso, a una mayor y mejor innovación.

La mayor urgencia: avanzar hacia una nueva educación

Con esta nueva realidad, un elemento fundamental pasa a ser cómo nos preparamos —y cómo preparamos a nuestros niños y jóvenes, futuros profesionales y trabajadores— para enfrentar los nuevos trabajos de fusión.

Nuestra educación, y aún la de las nuevas generaciones, se ha basado en una metodología apoyada en la memorización, en resolver problemas conocidos y en la repetición, con clara orientación a proporcionar competencias, instrucciones y conocimientos necesarios para los trabajos requeridos hasta ahora. Pero hoy, con los exponenciales avances tecnológicos, la educación necesita urgentemente ponerse al día, potenciando las nuevas habilidades necesarias para la nueva realidad laboral, dando un salto hacia la potenciación de mayor creatividad y a la resolución de problemas inexplorados.

Así, se hace imprescindible fomentar la curiosidad, motivando a niños, niñas y jóvenes interés por lo novedoso, promoviendo la observación de las cosas e ideas de manera distinta a lo usual, sembrando la imaginación para resolver problemas complicados, incomprensibles, con ideas novedosas y con énfasis en la importancia de la tenacidad, la persistencia y la profundización en el estudio de esas ideas.

Por otra parte, también es de vital importancia incorporar, desde la enseñanza básica, el pensamiento crítico, esa habilidad para comprender, deducir y generar juicios propios; para identificar y analizar explicaciones implícitas, para distinguir relaciones esenciales y para realizar inferencias pertinentes usando el método deductivo e inductivo, evaluando la evidencia y formulando juicios.

Lamentablemente, todo indica que, al parecer, todavía nos encontramos lejos de esa línea de enseñanza. Y tampoco se aprecian políticas públicas orientadas en ese sentido, pensadas para preparar a nuestros jóvenes para los empleos que exigen tales competencias y que serán la norma en poco tiempo más. En las antípodas, Japón y China, por ejemplo, sobresalen por formalizar significativos compromisos con la educación en Inteligencia Artificial y en la formación de la fuerza laboral como eje central de estrategias de la Industria 4.0, a largo plazo. Esto, por supuesto, incluye importantes inversiones en la capacitación de niños y jóvenes y también de quienes ya son parte de la fuerza laboral, preparándolos para una economía en la que la fusión hombre-máquina es —y será— el motor del modo de producción y de la economía.

No apostar ni invertir en el cambio educativo no es solo sinónimo de abandonar a su suerte a los futuros trabajadores y trabajadoras y mantener relegado nuestro desarrollo como país a “tiempos mejores”: es quedarnos abajo de un tren que ya partió y para el que hoy, y no mañana, necesitamos boleto, aunque sea de clase económica.

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