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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Nueva Constitución: ante todo moderación

Una Constitución está llamada a limitar el poder político y un gobierno limitado —por definición y por fortuna— nunca podrá satisfacer por completo los deseos populares

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Juan L. Lagos es Investigador Fundación para el Progreso

En momento tan importante como el que estamos viviendo, donde nos encontramos próximos a escribir una nueva Carta Fundamental, debemos advertir prontamente que la moderación es el mejor aliado para llevar este proceso delante de forma satisfactoria. Debemos moderar, tanto las expectativas populares elevadas por falsas promesas como las ambiciones de nuestra clase política.

En cuanto a lo primero, debemos advertir que tener demasiadas expectativas en el proceso constitucional es una paradoja. Una Constitución está llamada a limitar el poder político y un gobierno limitado —por definición y por fortuna— nunca podrá satisfacer por completo los deseos populares debido a que el cumplimiento de muchas de estas demandas sería a costa de ciertas minorías que la Constitución también está llamada a proteger.

Es el momento de moderar las pasiones y racionalizar con propuestas constitucionales concretas las cándidas y vacías declaraciones que llaman a construir una Constitución “ciudadana”; “emprendedora”; “del siglo XXI”; “de todas y todos”, etc. De lo contrario, la frustración de la ciudadanía crecerá al ver que luego de redactada y aprobada la nueva Constitución las urgencias sociales de nuestro país siguen donde mismo.

Con todo, más importante que templar nuestras esperanzas es que la clase política modere sus ambiciones. El resultado del plebiscito del 25 de octubre no es un cheque blanco para que ellos manejen el proceso constitucional a discreción. El 78% de los electores aprobaron un procedimiento reglamentado, donde conocían los requisitos para ser convencional, número de integrantes y paridad en la Convención, el quorum para aprobar los artículos, los limites institucionales, el calendario electoral, entre otros factores.

Aunque tengan las facultades para modificar el capítulo XV de la Constitución o las leyes a las cuales este capítulo hace referencia, los parlamentarios deben ser respetuosos con lo que la ciudadanía aprobó y no pretender plantear modificaciones relevantes al proceso si no están dispuestos a plebicitarlas.

Llega a ser frustrante constatar que el mandato popular por una mejor política —como bien se han interpretado los categóricos resultados de la segunda papeleta— no ha sido capaz de remecer a nuestros dirigentes, los cuales perseveran en las malas prácticas que nos llevaron a la crisis de octubre. La ciudadanía exigió altura y nos siguen respondiendo con acusaciones constitucional y defensa de sus privilegios como lo ocurrido con el rechazo al proyecto de reducción de parlamentarios.

Dado que el tiempo es escaso y las expectativas elevadas, por el bien de Chile es preciso que surja lo mejor de nuestra clase política: que piensen en el bien común, garanticen la paz y tengan la voluntad de alcanzar amplios consensos. Prácticamente, lo contrario de lo que venían haciendo estos últimos años.

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