Eterno
Se fue el hombre, se fue el mejor jugador de fútbol de la historia, se fue el héroe justiciero del sur frente al norte, se fue el fútbol, se fue el contradictorio y discutido, y el adorado. Queda el significado; mucho más inmenso.
Guillermo Bilancio es Consultor en Alta Dirección y profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez
Murió Diego; tal vez, la única acción que lo muestra como un ser terrenal. No voy a hablar del jugador de fútbol, ya que no habrá ninguno igual por juego, inteligencia, fortaleza, talento, pasión, liderazgo, magia. Porque fue un mago, tal vez el que hizo de la definición del fútbol “la dinámica de lo impensado”, se escribió por él. Diego es el fútbol, y el 25 de noviembre de 2020 se murió la esencia de ese fútbol.
Diferente, controvertido, pícaro, rápido, inteligente, rebelde, provocador, tramposo, creativo, único, argentino.Eso fue, es y será Diego: argentino.
Amado y odiado. Odiado por los perdedores de la vida, y amado por los que esperan, por los que tienen esperanza y sueños. Por que el vivió a partir de sus sueños.
Pero más allá del hombre, tal vez el más famoso, cuyos actos tenían un efecto mariposa, porque de su aleteo desataba un huracán en el mundo, es relevante entender su significado. Porque Diego no era un hombre, sino un símbolo, una señal con significado.
La cultura de un país se forma del significado de sus elegidos. Y en tal sentido, Diego se sienta a la misma mesa de San Martín; de Perón; de Evita; del Che; de Gardel; de Borges; de Favaloro. Superhéroes con significados tan distintos pero que son los elegidos de la gente.Con defectos y virtudes, estos personajes fueron Dios, porque Dios también tiene defectos.
Tal vez cuando hablamos de La Argentina, de su desorden, de sus controversias, de sus errores, de sus vaivenes, de sus pretensiones de protagonismo permanente, de su imaginación, de su irreverencia, ahí aparece la verdadera riqueza, y el sueño eterno de grandeza incumplido, pero siempre latente.
Diego está sentado a la mesa de quienes tienen, con diferentes visiones y virtudes, pero que tienen el mismo ADN de personalidad. Esa es la cultura de un país, la que conduce sus destinos, su convivencia y su andar por el mundo.
Se fue el hombre, se fue el mejor jugador de fútbol de la historia, se fue el héroe justiciero del sur frente al norte, se fue el fútbol, se fue el contradictorio y discutido, y el adorado. Queda el significado, mucho más inmenso y enriquecedor de la cultura de un país que, más allá de los defectos y virtudes, se alimenta de sus héroes.
Hasta siempre Diego. Y por siempre.