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23 de Diciembre de 2020

El déficit de profesores y sus múltiples paradojas

Las universidades están perdiendo matrícula en Pedagogía y los intentos por generar programas de vocaciones tardías o prosecuciones de estudios han sido limitados por el propio sistema, que no valora este tipo de formación.

Foto Agencia Uno.
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Ana Luz Durán

Ana Luz Durán es Decana de la Facultad de Educación de la Universidad San Sebastián

En nuestro país estamos llenos de paradojas. Hoy nuevamente un estudio levanta una alerta sobre la disminución del número de educadores de párvulos, proyectando un déficit de 6.699 profesionales al 2025.

Una estimación similar realizó Elige Educar el año 2019, al anunciar un déficit actual de casi 7.000 profesores y proyectando que, al 2025, éste será de 32.166 profesores idóneos con especial impacto en las zonas extremas, rurales y en mayor número en las asignaturas de educación básica y transversales, y en enseñanza media. Diagnóstico confirmado por una proyección en la disminución en el número de titulados al 2023 que supera los 9.000 estudiantes (Aequalis, 2019).

En las discusiones parlamentarias sobre la carrera docente, hubo consenso acerca de que el desarrollo de un país requiere de profesores de excelencia y con un alto estándar de formación, y su relevancia para el país fue asimilada con la carrera de Medicina, en el momento en que se establecía su acreditación obligatoria.

Hoy, tenemos un proceso selectivo, estamos discutiendo los estándares que normarán la Formación Inicial Docente para las instituciones formadoras y estándares para la acreditación obligatoria de las carreras de pedagogía por parte de la Comisión Nacional de Acreditación. Además, los profesores son la única carrera que se evalúa durante todo su desempeño laboral, como mecanismo para incrementar sus remuneraciones, y al parecer los incentivos establecidos en la ley no han sido suficientes.

Nos encontramos en una paradoja sobre este déficit de profesores que además tiene algunos elementos asociados. El primero, es que ha habido una disminución en el número de estudiantes de Pedagogía que se constata en las cifras oficiales, por ejemplo, en el año 2011 la matrícula total en pedagogía era de 139.262, comparado con los 121.681 de este año (SIES, 2020).

Pero lo interesante es la distribución de la matrícula dependiendo del tipo de institución, las universidades son las que más han disminuido su matrícula total de 98.375 en 2011 a 69.775 estudiantes en 2020, lo que implica una baja de casi un 30% en el período. Por el contrario, los institutos profesionales aumentaron su matrícula total de 30.292 en 2011 a 33.525 en 2020, y los centros de formación técnica pasaron de 10.595 en 2011 a 18.381 en 2020 (SIES, 2020).

Las universidades están perdiendo matrícula en Pedagogía y los intentos por generar programas de vocaciones tardías o prosecuciones de estudios han sido limitados por el propio sistema, que no valora este tipo de formación, aunque son altamente demandados por profesionales que se desempeñan como profesores o se han formado en institutos profesionales o centros de formación técnica. La Comisión Nacional de Acreditación (CNA) sÓlo ha acreditado siete de los 29 programas que actualmente se ofrecen (CNA, 2020).

Una tercera paradoja son las remuneraciones docentes, dado que los incentivos económicos cumplen un factor clave al momento de optar por una profesión. En general, tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica se evidencian que las remuneraciones de los profesores son relativamente bajas.

Si bien, ha habido un avance sustantivo en la política pública, que ha mejorado las condiciones laborales no sólo en términos de remuneraciones, sino también en incentivos y condiciones, queda una brecha en materia de salarios. Los sueldos bordean los $900.000, los que pueden aumentar con una carrera destacada y llegando a un nivel de Experto después de 25 años de ejercicio a un promedio de $2.500.000 (CPEIP, 2020), remuneración que alcanza un médico al cuarto año de egreso.

Ha habido avances reconocibles, pero se requiere mirar la política pública desde su integralidad y coherencia, observando prospectivamente los efectos de las medidas adoptadas, analizando con criterio de realidad, dejando de lado la mirada solo de los técnicos y tomando decisiones pensando en los niños, niñas y jóvenes más vulnerables y de sectores rurales, que serán los primeros en quedarse sin su profesor.

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