Aborto libre: hablemos sin eufemismos
Hablar de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo es engañar a la sociedad. La iniciativa no busca despenalizar, sino legalizar. No es interrumpir, sino dar muerte.
Teresa Le Blanc es Directora de Pensando Chile
La semana pasada comenzó la discusión del proyecto de ley sobre la llamada despenalización del aborto libre en Chile. El debate en la Comisión de Mujer y Equidad de Género deja mucho que desear. Fueron varias las parlamentarias que propusieron llevar adelante un debate con altura de miras para no caer en descalificaciones o conductas poco tolerantes. Sin embargo, eso resulta imposible si no se parte por conversar sin eufemismos y desmentir los eslóganes usados como argumentos.
En primer término, no se trata de simples interrupciones al embarazo. Hacer uso de métodos abortivos es dar muerte a un niño en gestación. En esto la ciencia ha llegado a un consenso: la vida humana comienza desde el momento mismo de la concepción y, por lo mismo, cualquier acto que termine con aquella implica desechar a un ser humano indefenso. No tiene ningún sentido asignar a la semana 14 como límite a la interrupción, intentando hacer creer que el respeto a la dignidad humana se inicia -por alguna mágica razón- 84 días después de la fecundación.
En segundo lugar, no es preciso hablar de despenalización, concepto en el que se pone tanto énfasis. Son dos nociones distintas: despenalizar implica suprimir las sanciones penales, mientras que legalizar significa asegurar esta posibilidad como una prestación médica exigible. Lo que se busca es transformar al aborto en un derecho para disponer de la vida del que está por nacer, sin causales. Con lo que se ignoran de plano las razones por las que las mujeres están pensando en abortar -que cursan con embarazos vulnerables- y se consolida la cultura del descarte de aquel más débil.
Por último, es importante recurrir a la evidencia para que el debate no se reduzca a simples consignas ideológicas. No hay aún cifras oficiales sobre el número de abortos clandestinos. Sin embargo, según la estimación más seria relativa al asunto, publicada el año 2014 en la Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, se estimarían en torno a los 18 mil. Varias veces menos de los 150.000 que sostenían sus partidarios. De igual manera, dicho estudio entregaba datos aún más lamentables: más del 90% de las mujeres chilenas que deciden someterse a un aborto lo hacen por razones de miedo, coerción, abandono o violencia provenientes de su entorno familiar o de su pareja. Esto antecedentes dejan en claro que es falso que el aborto sea una elección libre de la mujer.
Es hora de aclarar los términos del proyecto que comienza a discutirse. Hablar de “despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo” es engañar a la sociedad. La iniciativa no busca despenalizar, sino legalizar. No es interrumpir, sino dar muerte. No es liberar a la mujer, sino reprimirla e incentivar el sufrimiento que significa un aborto. El proyecto de ley no aborda el problema de fondo, no apoya a las mujeres y pone en riesgo la vida de seres humanos inocentes. Una iniciativa inhumana, que esperamos no tenga éxito en nuestro país.