Los héroes de la democracia
A fines del mes pasado, The Economist Intelligence Unit dio a conocer los resultados del Indice Democrático 2021, que cubre el año 2020, herramienta que mide la evolución de la democracia en el mundo. Esta medición, que partió en 2006 y ranquea a los países según el estado de su democracia, tuvo su peor resultado desde su creación.
Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado
A fines del mes pasado, The Economist Intelligence Unit dio a conocer los resultados del Indice Democrático 2021, que cubre el año 2020, herramienta que mide la evolución de la democracia en el mundo. Esta medición, que partió en 2006 y ranquea a los países según el estado de su democracia, tuvo su peor resultado desde su creación. Las variables examinadas son los procesos eleccionarios y su pluralismo, el desempeño gubernamental, la participación política, la cultura política, y las libertades públicas.
Solo 23 países de 167, con una población que representa el 8,4%, calificaron como “democracias plenas”. 52 estados, representando el 41% de la población mundial, tienen democracias imperfectas, 35 con el 15% de la población son considerados como “regímenes híbridos” y, finalmente, 57 países con el 35,6% del total mundial de habitantes, califican como regímenes autoritarios. En definitiva, casi la mitad del mundo vive bajo gobiernos dentro del espectro democrático.
El ponderado mundial cayó a su nivel más bajo, con un deterioro general, con 116 países empeorando su puntaje del año anterior. En esto ha tenido un papel relevante la situación de pandemia (en muchos casos ha sido la excusa perfecta para consolidar tendencias autoritarias), y las restricciones impuestas transversalmente a las libertades y derechos personales.
América Latina completa su quinto año consecutivo de deterioro. Las destacadas excepciones, que califican como democracias plenas son Chile, Costa Rica y Uruguay. Para quienes muchas veces evaluamos muy negativamente nuestra situación política, esto debe ser motivo de orgullo y debiera comprometernos aún más a valorar, cuidar y profundizar lo que tenemos. Si bien es cierto que las mediciones en los ámbitos social y político siempre son más complejas porque hay muchos factores subjetivos que interactúan, este índice se centra en el seguimiento de los mismos elementos y con una metodología seria y transparente que combina información de diversas fuentes con la propia encuesta de The Economist Intelligence Unit, lo que da claridad de las tendencias de fortalecimiento o debilitamiento de la democracia y sus causas.
Pero volviendo al negativo panorama democrático descrito por el índice antes reseñado, ¿quién o qué salvará y revitalizará este sistema de gobierno?
La respuesta es evidente. En primer lugar, los ciudadanos haciendo uso de su derecho y deber de incidir en las decisiones colectivas. Si hay un factor común en el deterioro de la democracia, es la disminución en la participación ciudadana. Muchas veces esto empieza por una desafección con el sistema, que se traduce en bajos porcentajes de votación dentro del universo electoral y una pérdida de confianza en las entidades representativas y en los políticos. Esto se combina con gobiernos que comienzan a copar el poder y a destruir el sistema de pesos y contrapesos institucional, para terminar prohibiendo la participación ciudadana.
Por lo tanto, la primera línea de defensa de la democracia radica en una activa participación ciudadana. Según el pensador Michel Foucault, el poder no se posee, se ejerce. Bajo esa perspectiva, es bastante irrelevante lo que digan una constitución o las leyes, como que la soberanía radica en la Nación o en el Pueblo, si los ciudadanos no participan en las elecciones y en la vida pública, inhibiendo así la captura de poder por unos pocos y su ejercicio arbitrario.
La democracia está permanentemente bajo ataque, y más en estos tiempos de polarización, de deslegitimación de las instituciones y auge del populismo, con ofertones de todo tipo. Por eso es fundamental involucrarse y participar, especialmente en los procesos electorales y en funciones públicas (lo que excede largamente el ámbito del aparato estatal). También la vocación por el diálogo es fundamental, entendiendo que, si nuestras sociedades quieren superar sus problemas o al menos abordarlos seriamente, esto solo podrá hacerse dialogando y utilizando los canales que otorga la institucionalidad: el parlamento, los concejos municipales, las juntas de vecinos, etc.
La democracia no es glamorosa ni excitante la mayoría de las veces. Los revolucionarios y dictadores lo han hecho notar acertadamente, para conseguir apoyo y seguidores. Los acuerdos tardan, requieren generalmente de largas y tediosas negociaciones y nunca satisfacen completamente a todas las partes, porque siempre hay que ceder para avanzar. Pero esa misma criticada lentitud, es la que permite considerar la diversidad de intereses y mantiene cierta cohesión social mínima, además de permitir avances más sustantivos y duraderos.
En este período en que hemos visto la proliferación de intentos por recortar libertades y debilitar o terminar con la democracia en todos los continentes, también hemos sido testigos de como individuos y grupos se han movilizado para resistir o revertir esas situaciones.
En nuestra región vemos como, a pesar de la consolidación autoritaria del régimen chavista en Venezuela, con unas recientes elecciones fraudulentas, persisten en la oposición pacífica y democrática líderes como Henrique Capriles y Juan Guaidó. En Rusia, país que durante casi toda su historia ha estado sometido a regímenes autoritarios, hemos sido testigos del coraje de Alexei Navalny, quien sufrió un intento de asesinato, presumiblemente por el régimen de Putin, y que a pesar de eso regresó a su país, tras recuperarse en Alemania, para organizar y encabezar las protestas contra la entronización del presidente, por lo cual ha sido condenado a prisión. En Turquía, los estudiantes y académicos de las principales universidades públicas se han movilizado masivamente contra el régimen de Erdogan, el cual pretende intervenir estos centros académicos. En Myanmar, el personal de salud y los estudiantes han iniciado un movimiento de rechazo al golpe militar, exigiendo la restauración democrática.
En todos esos casos, hay héroes con nombre y apellido que se han jugado incluso la vida por la causa democrática y su ejemplo inspira a muchos, que padecen iguales circunstancias.
Pero en la mayoría de las situaciones y países, los héroes son anónimos. Son esos millones de individuos que valoran el voto libre e informado y lo ejercen, como una herramienta fundamental para incidir en la dirección de su comunidad y evitar las derivas autoritarias. Y los mismos que privilegian el diálogo y el entendimiento como la forma de avanzar conjunta y pacíficamente hacia una mejor sociedad. Finalmente, son aquellos que destinan parte importante de su tiempo y energía a contribuir al bien común, ya sea como candidatos a algún cargo de elección popular o desde alguna entidad estatal o de la sociedad civil.
Es auspicioso ver como en nuestro país se han presentado miles de candidatos a la Convención Constituyente y el interés por ese y los otros procesos electorales que tendremos durante el año.
Todos estamos llamados a ser héroes, demostrando que podemos decidir nuestro rumbo colectivo, preservando la libertad y el Estado de Derecho, marcos indispensables para poder desarrollarse material y espiritualmente. No desperdiciemos la oportunidad de serlo, muchas veces.