Elecciones en Ecuador
Mientras se sigue escribiendo el primer capítulo de la contienda electoral ecuatoriana, los países de la región observan atentamente lo que está ocurriendo en ese país, para sacar lecciones para sus propios procesos.
Juan Pablo Glasinovic es Abogado
Este año será intenso desde el punto de vista electoral en América Latina. Habrá 15 procesos: cinco elecciones presidenciales y legislativas (Ecuador, Perú, Chile, Nicaragua y Honduras); tres comicios exclusivamente legislativos (El Salvador, Argentina y México); elecciones para constituyentes en Chile; y varias votaciones de corte local o regional en seis países (El Salvador, Bolivia, Chile, México, Paraguay y Venezuela).
Esta intensa agenda fue inaugurada por Ecuador el 7 de febrero recién pasado y los resultados en la elección presidencial no están aún confirmados. Las encuestas previas daban por ganadores parciales, entre 16 candidatos, al delfín del ex presidente Rafael Correa (autoexiliado en Bélgica para escapar la acción de la justicia), Andrés Arauz, y al candidato conservador Guillermo Lasso, quien estuvo a punto de ganar las pasadas elecciones (muchos alegan que entonces se le arrebató el triunfo fraudulentamente).
Sorpresivamente, Yaku Pérez, representante del Movimiento Indigenista Pachakutik, tuvo un alto caudal de votos, disputando milimétricamente el segundo lugar a Lasso. Incluso, en un conteo rápido, habiéndose escrutado 99% de los votos, el Consejo Nacional Electoral ubicó a Pérez en el segundo lugar. Pocas horas después modificó ese resultado, informando que Lasso encabezaba el conteo con 19,74% frente al 19,38% de Pérez.
Ante este cambio de tendencia, Yaku Pérez alegó fraude, y junto con sus partidarios demandó un nuevo conteo, desconociendo la legitimidad del proceso. Ante el complejo contexto resultante y el aumento de la tensión, Guillermo Lasso salió al paso con declaraciones conciliadoras, mostrando voluntad de conversar con Yaku Pérez y buscar en conjunto una salida a esta crisis política. Tras algunas tratativas, ambos acordaron reunirse con los consejeros del Consejo Nacional Electoral, observadores internacionales y la prensa.
El encuentro tuvo lugar este viernes, cinco días después de los comicios, y ahí televisados en vivo los candidatos expusieron sus argumentos y peticiones. Lasso estuvo dispuesto, más allá de las alternativas de recuento que permite la ley, a revisar la totalidad de las mesas en Guayaquil, considerando su peso electoral y porque ahí es donde se concentró la mayor cantidad de actas tardías y con observaciones. Se negó a extender la revisión a las otras provincias, porque ello sería violar flagrantemente la legislación y debilitar seriamente la institucionalidad. Por su parte, Pérez exigió recontar todas las mesas del país, como única manera de garantizar la legitimidad del proceso.
Ambos se trataron con guantes de seda, teniendo presente que ninguno podrá ser presidente sin el apoyo del otro frente a Arauz, quien los superó largamente con el 32,7% de los votos. Por eso, a pesar de las evidentes diferencias programáticas y políticas, ambos buscaron siempre dejar en evidencia que el desafío común es evitar que vuelva a gobernar el “Correísmo”.
El presidente en ejercicio, Lenín Moreno, evitó involucrarse de lleno en el problema, ateniéndose a declarar que era importante despejar los problemas que afectaran la legitimidad del proceso, siempre dentro del cauce institucional.
Como están las cosas y lo que está en juego, la salida del atolladero seguramente será política. Ello en el sentido de que, lo que Lasso y Pérez acuerden, probablemente irá más allá del marco legal de actuación del Consejo Nacional Electoral. Esto es importante de destacar y observar, considerando el fragmentado y polarizado sistema político en prácticamente toda la región, y las elecciones que se vienen en otros países. Es alentador ver como dos candidatos, que representan el 40% de los votos emitidos son capaces de negociar y buscar una solución política, evitando escenarios violentos. Pero este escenario también puede acelerar la erosión de las debilitadas instituciones y el Estado de Derecho en nuestros países, al buscarse soluciones fuera del marco legal, estimulando de paso la contestación de los comicios ante resultados estrechos.
Pérez escaló el conflicto a la Corte Constitucional, pidiendo suspender las elecciones mientras no se despejen las observaciones de fraude. También acudió a la Contraloría para auditar los votos en varias provincias.
De acuerdo a la normativa vigente, el Consejo Nacional Electoral tiene 10 días desde la jornada de votación del 7 de febrero para establecer el resultado oficial, tras los cual se abre un plazo para impugnaciones.
Cualquiera sea el desenlace, el que quede fuera de la carrera cobrará un alto precio político al otro, desde exigir cupos ministeriales hasta imponer prioridades programáticas, en el caso de resultar electo. Lasso sabe que se juega probablemente su última posibilidad de llegar a la presidencia del país, mientras que Pérez acrecienta su capital político y de influencia hacia adelante.
Más allá de esta definición para la segunda ronda que deberá realizarse el 11 de abril (misma fecha que los comicios generales en Perú y locales y constituyentes en Chile), los resultados dejan en evidencia varias cosas. En primer lugar, una alta dispersión de votos. 14 movimientos y partidos políticos estarían desapareciendo, al obtener menos del 4% de los sufragios.
Luego, se puede decir que 70% de los votantes prefirieron una alternativa más de izquierda, no continuista del mandato de Moreno, al que califican de conservador. Finalmente, los movimientos indígenas agrupados en el partido Pachakutik han tenido un resultado histórico en materia de escaños parlamentarios, lo que acrecentará su influencia general, hasta la fecha más concentrada en el ámbito social y local. Desde esa perspectiva, Ecuador sigue una dirección similar a lo que ha acontecido en Bolivia, donde los pueblos originarios han logrado traducir su peso demográfico y cultural en el plano político.
En materia de escaños parlamentarios, ningún partido detenta el control de la Asamblea (órgano unilateral) que tiene 137 curules. El bloque correísta obtuvo 50 asientos, mientras que Pachakutik sacó 26 y CREO de Lasso 12.
Si Lasso llegara a prevalecer, tendrá sin duda un monumental desafío para convencer a parte de ese electorado que considera que han fracasado las recetas económicas tradicionales y aspiran a un rol más protagónico del Estado. Tanto él como Pérez, apelarán al rechazo a Correa como aglutinador electoral, así como lo hizo PPK en Perú frente a Keiko Fujimori. La diferencia entre Pérez y Lasso es que el primero tendría, al menos en el papel, mayor afinidad con los electores y con el Congreso, facilitando su eventual gobierno. Pero como bien sabemos, la política es el arte de lo posible, lo que cobra un significado más especial en América Latina, región en la cual el transformismo ha superado el de otras latitudes. El mismo Lenín Moreno que llegó como un ungido de Correa, terminó en las antípodas.
Quien finalmente triunfe en segunda vuelta, encontrará un complejo panorama económico. Durante la administración de Moreno, el país ha debido lidiar con una dura crisis económica, agravada por la pandemia. La caída de los precios del petróleo, principal exportación de Ecuador, caló hondo en el presupuesto y en el gasto social. El desempleo y el subempleo se han disparado, con los índices de pobreza. A pesar de mejores precios últimamente y del incremento de otras exportaciones, la salida del túnel se ve lejana.
El nuevo gobierno deberá, sin duda, renegociar con el Fondo Monetario Internacional los términos de la devolución de los créditos recibidos y asegurar recursos frescos para seguir apuntalando la recuperación y aliviar la situación de los segmentos más desprotegidos.
Mientras se sigue escribiendo el primer capítulo de la contienda electoral ecuatoriana, los países de la región observan atentamente lo que está ocurriendo en ese país, para sacar lecciones para sus propios procesos. Está claro que será un año muy intenso.