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Actualizado el 26 de Febrero de 2021

El teletrabajo llegó para quedarse

La llegada del COVID-19 trajo consigo la masificación del teletrabajo, una modalidad que no necesariamente nos abandonará, como, esperamos, lo haga el virus. Por el contrario, la experiencia ha calado en nuestra cultura laboral.

Por Ricardo Neira
Al igual que la pandemia, el teletrabajo ha tenido distintos impactos (Agencia UNO/Archivo)
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 Ricardo Neira

Ricardo Neira es Gerente general Academia Industria 4.0

La pandemia del COVID- 19 no sólo ha impactado en la salud de la población y en el sistema de salud en general, sino que trajo consigo un impacto social y económico sin precedentes a nivel mundial. La necesidad de distanciarnos físicamente implicó el establecimiento de cuarentenas que han golpeado fuertemente al sector laboral, modificando el paradigma del mundo del trabajo que conocimos en el siglo XX.

El teletrabajo se ha impuesto en todo el mundo, en sectores no productivos e incluso en los productivos —en el caso de aquellos que no están involucrados directamente en la cadena de producción—, representando nuevos retos y nuevas preguntas que requieren respuestas rápidas y efectivas.

Tal como señala el historiador israelí Noah Harari; “esta epidemia la vamos a superar, sin embargo, podríamos despertarnos en un mundo muy diferente”. Y todo parece indicar que así será. Entre otras variables, si logramos entregar respuestas que nos permitan mejorar el mundo laboral, rompiendo viejos modelos, que nos lleven a lograr ver al teletrabajo como una oportunidad.

Hoy todos estamos hablando de teletrabajo. Está presente en las conversaciones organizacionales, creando nuevas formas de gestionar, reformulando procesos, nuevas formas de comunicación entre las personas, generando nuevas realidades, nueva administración de la infraestructura y de las tecnologías. Los trabajadores hablan de videollamadas, chats en diferentes plataformas —WhatsApp ya es parte de la coordinación de trabajos—, archivos en la nube, cafés y salas virtuales; y millones han debido transformar al menos alguna habitación de la casa para reconvertirla en oficina, entre otras muchas medidas adoptadas al interior del hogar, en el “mundo privado”.

Y para algunos estos cambios han significado trabajos más flexibles, que les han permitido conciliar su jornada laboral con su vida personal. Sin embargo, para otros —quizás, los más—, el cambio los ha llevado a sentirse agobiados, aislados, con mayores exigencias y control laboral, con ausencia de recursos de infraestructura, con carencia de habilidades digitales y con menos tiempo disponible para ellos y sus familias. Y ambas miradas se producen con las mismas tecnologías digitales y el uso de nuevas tecnologías disruptivas que permiten optimizar el trabajo.

Pero antes de adentrarnos en los actuales problemas del teletrabajo, bien vale un poquito de historia. A fines de la década de 1970, en Estados Unidos, algunas empresas innovaron desarrollando algunas tareas a través del teletrabajo, con el foco puesto, en ese momento, en el ahorro energético, debido a las crisis del petróleo, posibilitando con ello la descongestión de las ciudades, situación que hoy vuelve nuevamente a emerger.

Casi 20 años después, a fines de la década de 1990, la Unión Europea publicó “Green paper of partnership for a new organization work” (Libro verde de colaboración para una nueva organización del trabajo), documento en el que ya se analizaba el teletrabajo y sus consecuencias en profundidad, y que impulsa la firma en 2002, en Bruselas, del Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo, que entregaba un marco global de las condiciones con que deben contar los trabajadores que realizan su labor a distancia.

Como puede observarse, ya desde hace décadas, los países desarrollados y sus Estados se han preocupado por esta realidad y ya se han planteado muchas de las interrogantes que hoy nos estamos haciendo en Chile. Y ellos han dado sus soluciones y las han ido mejorando con el paso de los años -y de la experiencia-.

Antes de la llegada del COVID-19, el teletrabajo no era habitual en nuestra cultura, ya sea por falta de costumbre en las relaciones laborales o por equipamiento tecnológico, a pesar de que muchas herramientas estaban disponibles en las organizaciones.

Para aquellos cuyo trabajo cotidiano incluía herramientas digitales, la transición hacia la nueva realidad fue más sencilla, y la irrupción de herramientas innovadoras y mejoramientos de tecnologías con el propósito de agilizar el uso de tareas y mejorar la productividad del teletrabajo, han permitido que se avance hacia su consolidación. No obstante, recién estamos pisando los inicios de esta modalidad de trabajo.

La discusión sobre la Ley del Teletrabajo en nuestro país se apresuró debido a la pandemia, promulgándose una modificación del trabajo a distancia el 23 de abril de 2020, la que será evaluada en los próximos meses, ya que el Consejo Superior Laboral deberá emitir un informe de su aplicación.

Una vez más estamos atrasados y una vez más urge ponerse al día, y lo más rápido posible, siempre recordando que la implementación de las tecnologías disruptivas tiene un crecimiento exponencial, mientras que la generación de las leyes avanza de forma lineal y con baja pendiente.

Hoy, con el avance de la vacunación masiva y con el lento retorno de algunas comunas y ciudades a una cierta “normalidad” —que incluye la vuelta de puestos de trabajo tradicionales—, es posible vislumbrar que la experiencia de la “obligación” de teletrabajar dejará una huella difícil de borrar.

Al igual que la pandemia, el teletrabajo ha tenido distintos impactos según los sectores a los que ha implicado y a los empleos que ha involucrado. Y cada vivencia ha sido diferente, variando según el tipo de trabajador y de empleador. Según los estudios, todos ellos han percibido y experimentado diferentes ventajas y desventajas, y aunque han identificado problemas, ambas partes han valorado positivamente esta experiencia.

Ello, nos permite vislumbrar que, aunque las condiciones de salud mejoren, es más que probable que se avance hacia un modelo mixto laboral, donde nos encontremos con empresas que tendrán un sistema presencial y otro con teletrabajo. No obstante, y si bien más del 50% del empleo puede adaptarse al teletrabajo, el modelo que se imponga en el futuro va a depender mucho de cada sector laboral.

La clave para distinguir qué sectores serán beneficiados con esta nueva forma de trabajo será evaluar hasta qué punto requieren interacción con objetos o personas e implican comunicación e interacción social, planteando importantes retos tanto a la administración pública como a las empresas privadas.

Pero la discusión no termina allí. Las interrogantes no pueden plantearse sólo en términos económicos o productivos, pues hay una serie de otras variables que la sociedad, en su conjunto, deberá plantearse y sopesar, iniciando por la situación de las mujeres y el impacto que el teletrabajo tiene en la conciliación de su vida laboral y su vida privada, y pasando por la necesidad de generar nuevas legislaciones y reglamentos que regulen este nuevo paradigma; por cómo se organizarán los sindicatos; por el desarrollo de nuevas tecnologías que den una respuesta eficiente a esta modalidad de trabajo; por el impacto psicológico y sociológico que puede tener en las personas; por saber si las mutuales e instituciones de salud estarán a la altura de estos nuevos desafíos; y, por cierto, por cómo la ciberseguridad, que ahora deberá estar fuera de la oficina, dará una respuesta eficiente.

Y todo ello sin olvidar que habrá funciones y roles hoy imprescindibles que dejarán de tener sentido o que esta modalidad permite que los trabajadores se encuentren ubicados fuera del territorio nacional, como ya ocurre con los call center en la actualidad.

Estas muchas preguntas y dudas nos abren la puerta a una serie de nuevas columnas en las que intentaremos dar posibles respuestas.

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