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Actualizado el 9 de Marzo de 2021

Mentalidad emprendedora

Las instituciones de educación superior están llamadas a ser protagonistas en la formación de esta mentalidad emprendedora. Es nuestro deber colaborar para que los nuevos trabajadores y emprendedores puedan surfear adecuadamente esta nueva ola de desarrollo.

Por Felipe Jara
Esta mentalidad emprendedora debe enseñarse desde la escuela y reforzarse en la educación superior. Freepick @8photo)
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Felipe Jara

Felipe Jara es Director de Innovación, Transferencia y Emprendimiento de Inacap

Los acelerados cambios sociales y tecnológicos que vivimos requieren estudiantes con una mentalidad emprendedora. Esta debe ser ampliamente inculcada y estimulada en las instituciones de Educación Superior, de manera práctica y más allá de las áreas de negocios. Debe ser considerada como un elemento fundamental, tanto de las mallas curriculares como de otras actividades que trascienden las notas y la sala de clases.

La tecnología empuja fuertemente el desarrollo, y a su vez, es impulsada por el emprendimiento y la innovación. Dominar estas fuerzas es, por tanto, necesario para que los estudiantes se forjen a ellos mismos y sean protagonistas en esta sociedad cambiante. Ya sea como empleados o trabajadores, o bien como independientes o emprendedores, los egresados de nuestras instituciones deben poseer un “espíritu emprendedor”.

Mientras la primera y segunda revolución industrial pusieron en el escenario social y laboral el uso del vapor y la electricidad, respectivamente, la tercera revolución fue la irrupción de tecnologías para automatizar la producción. A diferencia de estas “oleadas de desarrollo” (Pérez, 2002), la cuarta revolución industrial (Schwab, 2016) significa una conjunción de avances tecnológicos marcada por la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, que marcarán profundamente el mundo que vivimos.

El gran impacto de esta última oleada en el mundo del trabajo y las profesiones se grafica en el hecho de que gran parte de las ocupaciones altamente demandadas hoy en día no existían hace 5 o 10 años (como ejemplos, especialistas en ciberseguridad y científicos de datos). En efecto, el Foro Económico Mundial estima que el 65% de los niños que entraron a educación básica en 2016 terminarán trabajando en tipos de trabajo que aún no existen (WEF, 2016).

En este contexto, se exige hoy a las instituciones de educación superior que preparen a los estudiantes para un medio ambiente laboral dinámico, por medio del estímulo de distintas competencias que proveen la adaptabilidad requerida actualmente: son nuevos conocimientos, actitudes y habilidades, entendidos hoy como propias de una “mentalidad emprendedora”.

Muchas universidades, investigadores y organismos internacionales coinciden –aunque no totalmente– en las diversas competencias requeridas para las nuevas generaciones de estudiantes y trabajadores. Entre las más nombradas –no es un listado exhaustivo– están: liderazgo, resolución de problemas, auto-eficacia (Bandura, 1994), mentalidad de crecimiento (Dweck, 2006), resiliencia (Seligman, 1990), creatividad (ver el trabajo de M. Csíkszentmihályi), autoconfianza y colaboración.

Esta mentalidad emprendedora debe enseñarse desde la escuela y reforzarse en la educación superior. Hoy, la Estrategia Nacional de Formación Técnico Profesional indica en la Línea 2 del Eje 3, la importancia de “Acelerar la incorporación de herramientas y conocimientos de innovación, emprendimiento y transferencia tecnológica en el quehacer de los centros formativos para acrecentar su impacto en el entorno productivo y social, y vincularla con la formación de sus estudiantes”.

A partir de estas definiciones, debemos avanzar en cómo desarrollar estos conocimientos y herramientas. En Inacap creemos y practicamos el que la forma de gatillar esta mentalidad emprendedora debe tener al menos los siguientes elementos:

  • Una definición del sello institucional de innovación y emprendimiento, que alinee la formación en esta mentalidad, y que impregne el quehacer de estudiantes, docentes y colaboradores.
  • Un currículo con asignaturas obligatorias de innovación y emprendimiento, con metodologías de aprendizaje basado en desafíos, en contextos reales.
  • Una concepción amplia del emprendimiento: creación de startups, junto con mucho trabajo en pos de una cultura emprendedora (competencias, desafíos, construcción de redes, desarrollo de productos, etc.).
  • Formación docente continua en innovación y emprendimiento.
  • Plataformas de apoyo (aceleración, vinculación con empresas, networking) para el crecimiento del emprendedor y sus emprendimientos.

Las instituciones de educación superior, y particularmente las que forman técnicos y profesionales, están llamadas a ser protagonistas en la formación de esta mentalidad emprendedora. Es nuestro deber colaborar para que los nuevos trabajadores y emprendedores puedan surfear adecuadamente esta nueva ola de desarrollo.

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