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Actualizado el 7 de Abril de 2021

Aburridos y enojados

Demandamos que se tomen medidas ahora. Lo concreto tiene que ver con poder llegar tranquilo a la casa, sin temer a portonazos, encerronas, balaceras y/o asaltos en centros comerciales. No vivimos en un país con una de las mayores tasas de delincuencia del mundo; lo que es claro es que no queremos ir hacia allá.

Armamento de evidencia tras detención de tres hombres en Plaza Baquedano (Agencia UNO/Archivo).
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Hugo Lavados

Hugo Lavados es Economista. Ex ministro de Economía

En una carta, publicada hace algunos días en El Mercurio, argumenté que el Gobierno, los parlamentarios, los jueces, la policía, el Ministerio Público, la Defensoría, junto con los empresarios y los ciudadanos, deberíamos asumir en serio y sin excusas, la delincuencia, expresada en asaltos de todo tipo, balas locas, asesinatos, narcotráfico y otros delitos graves, no sólo con el principio pro reo, sino también con un principio pro víctima. Si no lo hacemos, tendremos (o ya tenemos) una pandemia peor que la del civil.

Si es necesario poner más recursos para prevención, vigilancia y guardias privados, los empresarios deben hacerlo. También tenemos que construir más y mejores cárceles, tener más y mejores policías, mayor capacidad de inteligencia e investigación, agilidad y buenos procedimientos en las Fiscalías y Defensorías, alto nivel en los Tribunales, legislación con los mejores estándares internacionales. Eso significa la aplicación del conocimiento científico en esas áreas.

Es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero parece que ni siquiera se dan los primeros pasos. Muchas comisiones con nombres rimbombantes, demasiadas siglas, despliegue después “de” y declaraciones del tipo “aplicaremos todo el rigor de la ley”.

Estoy completamente de acuerdo con una profesora de educación parvularia que comentó acerca de la importancia de una educación de calidad y con acceso equitativo, para llegar a ser una nación que logre controlar la delincuencia. Puedo agregar lo relevante que es tener viviendas y barrios que posibiliten una convivencia sin hacinamiento ni carencias de servicios básicos. Por supuesto, existen otras condiciones de vida que permitirían acercarnos a un estado de baja delincuencia: salud, ingresos, deportes, etc..

En los párrafos anteriores traté de señalar los elementos más directamente ligados al grave flagelo de la delincuencia, con violencia creciente. Si esperamos al desarrollo del resto de las políticas, o sólo tomamos medidas si todo se hace en forma armónica, formaremos decenas de comisiones, se harán cientos de estudios y miles de debates acerca de que este es un tema de Estado.

Lo que intento enfatizar es que demandamos que se tomen medidas ahora. Lo concreto tiene que ver con poder llegar tranquilo a la casa, sin temer a portonazos, encerronas, balaceras y/o asaltos en centros comerciales. No vivimos en un país con una de las mayores tasas de delincuencia del mundo; lo que es claro es que no queremos ir hacia allá. Hay casos de otros países, en los cuales preferiría no vivir.

Esperamos más acciones y menos declaraciones. El costo económico y, sobre todo, en calidad de vida, es ya demasiado alto; por eso, los anuncios de proyectos de ley, nuevas medidas, conferencias de prensa, tienen aburridos y enojados a muchísimos chilenos.

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