La escuela ya no es un lugar seguro
Conscientes o no de la violencia en el ambiente escolar, la escuela dejó de ser un agente de cambio en la construcción de sociedades compuestas por personas con habilidades para convivir en un ambiente de coexistencia pacífica y armoniosa de colaboración.
Marcelo Trivelli es Ex intendente de Santiago. Presidente de la Fundación Semilla
El 6 de septiembre de 2018, la Unicef hizo público un estudio en que informaba que la mitad de los estudiantes del mundo de entre 13 y 15 años dice haber sufrido violencia en la escuela. La educación es fundamental para la establecer las bases de la convivencia. Sin embargo, esta cifra nos muestra que la escuela ya no es un lugar seguro para niñas, niños y adolescentes.
Y, con respecto a la otra mitad de estudiantes, con una altísima probabilidad, también deben haber sido víctima de violencia, aún cuando no logran identificar dichas conductas como tal, debido a que están absolutamente normalizadas e invisibilizadas en sus culturas. Conscientes o no de la violencia en el ambiente escolar, la escuela dejó de ser un agente de cambio en la construcción de sociedades compuestas por personas con habilidades para convivir en un ambiente de coexistencia pacífica y armoniosa de colaboración. En otras palabras, en la consolidación de una ciudadanía activa, responsable y comprometida con una cultura e institucionalidad democrática.
Fundación Semilla acaba de hacer públicos los resultados del Estudio sobre Violencias de Género en Contextos Escolares y confirman que la violencia, en especial aquella asociada al género, está muy arraigada en el conjunto de conductas de las y los actores de las comunidades escolares, incluyendo las relaciones con entidades de su entorno.
La escuela no es segura en lo que a conductas violentas se refiere, porque uno de cada dos jóvenes que están o han estado en una relación sexo-afectiva, ha recibido algún tipo de violencia por parte de sus parejas. Uno de cada cinco estudiantes ha sido víctima de violencia sexual; estando las mujeres tres veces más expuestas que los hombres. Y tampoco la escuela es segura como garante de los derechos de sus estudiantes, ya que un 93% de quienes han sido discriminados y/o recibido agresiones verbales por no responder a estereotipos de género, no recurre a instancias institucionales para hacer la denuncia buscando justicia.
Acá no estamos frente a la pregunta de qué es primero: si la violencia en la escuela o la violencia en la sociedad. La respuesta a la pregunta no deja lugar a dudas y es una sola: la escuela tiene por misión ser agente de cambio social, de desarrollar el pensamiento crítico y de formar niñas, niños y adolescentes para la construcción de una mejor sociedad. Y esto no se logra sólo por desearlo o por estar convencido que debe ser así.
Tenemos que intencionar la educación para que avance en la supresión de la violencia, habilitando a estudiantes para que adquieran las habilidades necesarias para convivir. En primer lugar, alfabetización emocional, desde adquirir vocabulario hasta saber reconocerlas y expresarlas; segundo, aprender a valorar la diversidad, comenzando por saber qué es un prejuicio y ser capaz de reconocer los propios, y finalmente desarrollar la empatía, aprendiendo a ponerse en el lugar de la otra persona. Y todo esto requiere esfuerzo, compromiso y mucha práctica porque solo así podremos lograr que la escuela vuelva a ser un lugar seguro.