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Actualizado el 9 de Mayo de 2021

Los cuidados: madres con la mochila más pesada en pandemia

Recibir cuidado debería ser un derecho originado en la dignidad intrínseca de cada persona, garantizado por el Estado para todos aquellos que lo requieran. Y las personas que trabajan en el cuidado de otros debieran tener un reconocimiento que vaya más allá de las flores en el Día de la Madre.

La pandemia ha intensificado el rol protector de las mujeres. Muchas tuvieron que abandonar sus trabajos para cuidar de hijos y de personas mayores. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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M. Sandoval y T. Urrutia es Diputada RD y candidata a constituyente por el Distrito 8

Más allá de los gestos merecidos para quienes somos mamás y cuidamos, este Día de la Madre nos sorprende en medio de una pandemia que ha puesto en jaque no sólo aspectos sanitarios, sino el funcionamiento de la vida misma.

Hasta ahora, las tareas de cuidados a otros: niños, adolescentes, personas mayores y en situación de discapacidad, han sido vistas como un problema privado que cada familia debe resolver entre las cuatro paredes de su casa y que recae fundamentalmente en las mujeres. Nuestra sociedad ha sostenido la idea de una maternidad a tiempo completo cuya realidad se torna dramática a veces por la falta de apoyo económico y/o psicosocial.

Para sostener esta carga, históricamente se nos ha incentivado desde que somos niñas una actitud altruista que ofrece las tareas de cuidado como un “acto de amor”. No se trata de pasar por alto la fuente de grandes satisfacciones que implican las maternidades deseadas, ni desdeñar el amor como motivación, sino de reconocer los problemas reales que enfrentan las mujeres y la inequidad en la distribución de estas tareas.

La pandemia, por ejemplo, ha intensificado el rol protector de las mujeres. Muchas tuvieron que abandonar sus trabajos para cuidar de hijos e hijas y de personas mayores. Un porcentaje importante tiene que arreglárselas con más tareas de las que tenía antes: el trabajo remunerado, el trabajo de cuidado y el trabajo doméstico, en un mismo espacio que a veces es muy reducido y sin posibilidad de ayuda debido a las restricciones de la cuarentena. Por si fuese poco, han tenido que preocuparse de la educación escolar de los niños que ya no asisten al colegio. Toda esa sobrecarga ha redundado en graves problemas de salud mental.

Recibir cuidado debería ser un derecho originado en la dignidad intrínseca de cada persona, garantizado por el Estado para todos aquellos que lo requieran. Y las personas que trabajan en el cuidado de otros debieran tener un reconocimiento que vaya más allá de las flores en el Día de la Madre. Se requiere un sistema nacional de cuidados que deje de considerar esta tarea como un asunto privado y empiece a tratarla como un asunto de política pública, con valorización social y económica de la tarea de cuidar.

Este sistema nacional de cuidados debiera lograr que el trabajo de cuidar a otros sea entendido como una responsabilidad colectiva e impulsar políticas públicas de corresponsabilidad para equiparar la carga entre hombres y mujeres. Esto no significa institucionalizar e imponer una forma única de cuidados; hay aquí un amplio acervo cultural que es necesario rescatar y respetar.

Es fundamental también considerar el mejoramiento de las condiciones laborales de las personas que trabajan en este ámbito, con una remuneración justa y una red de apoyo para “cuidar al cuidador”, así como impulsar iniciativas que apunten a reconocer que el trabajo de cuidados tiene el mismo valor que el que realiza una profesora, un trabajador de la construcción, un economista o un abogado.

Es el camino para que como sociedad empecemos a redistribuir en forma más equitativa la carga y reconocer, por fin, que cuidar también es trabajar.

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