Constituyentes: dialogar o fracasar
El camino no será fácil y todos los días las y los constituyentes enfrentarán el dilema de dialogar o fracasar, porque habrá quienes intencionalmente buscarán echar por la borda lo avanzado por miedo a perder privilegios u otros por no lograr la totalidad de sus reivindicaciones.
Marcelo Trivelli es Ex intendente de Santiago. Presidente de la Fundación Semilla
Nuestra democracia enfermó porque fue infectada por la corrupción, la soberbia y el ensimismamiento de la clase política que se desconectó de la realidad y se concentró en responder a intereses particulares en vez de ir en busca del bien común. El 18 de octubre, Chile salió a las calles y recuperó su derecho soberano a decidir su destino a través de redactar una nueva Constitución.
Chile eligió a sus representantes para la Convención Constituyente que redactará la nueva Constitución Política de la República (CPR). Primera vez en nuestra historia que se hace a través de una instancia elegida de manera directa por la ciudadanía. Será paritaria, los pueblos originarios, con diecisiete cupos reservados, serán un 11%, y cuarenta y ocho independientes, fuera de listas de partidos, representan un 31%. Los partidos tradicionales se desplomaron mientras que los partidos emergentes mantuvieron su votación.
La Convención Constituyente estará atomizada y ningún sector tendrá capacidad de veto. Con esta realidad, se plantea el gran desafío de dialogar o fracasar. Dialogar es ponerse en el lugar de la otra persona buscando, en conjunto, el bien común y entendiendo que la diversidad es un valor y no una amenaza.
Aunque suene a lugar común, ganó la democracia entendida como sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y decidir su destino. Entró aire fresco a la Convención Constituyente y me atrevería a afirmar que nunca antes habíamos tenido tanta diversidad en una institución del Estado. En este sentido, el dato más relevante es que dos de cada tres elegidos cursaron sus estudios en escuelas públicas o particular subvencionadas, mientras que sólo uno de cada tres lo hizo en colegios particulares pagados.
Nos enfrentamos a una gran oportunidad que a su vez es un gran desafío. Nuestra cultura no es una cultura de diálogo. No somos educados para intercambiar ideas, sino que para obedecer tanto en las familias como en el sistema educacional. Si bien los planes de educación tienen como objetivo promover la participación y el pensamiento crítico, desde temprana edad nos enfrentamos a una estructura rígida, de autoridad vertical que privilegia los contenidos y sobrevalora los aspectos disciplinarios en vez de promover la socialización, la convivencia y la educación socioemocional.
Somos optimistas y tenemos esperanza en que la comunicación triunfe sobre la confrontación de suma cero porque la experiencia personal y la de más de quince años en Fundación Semilla trabajando en y con comunidades escolares, que son una réplica en pequeña escala de la sociedad, nos ha demostrado que el debate es posible y necesario en la consolidación de una buena convivencia.
El camino no será fácil y todos los días las y los constituyentes enfrentarán el dilema de dialogar o fracasar, porque habrá quienes intencionalmente buscarán echar por la borda lo avanzado por miedo a perder privilegios u otros por no lograr la totalidad de sus reivindicaciones. Por ello, finalizo citando la canción -letra de Pablo Neruda y música de Víctor Jara- “Yo no quiero la Patria dividida, cabemos todos en la tierra mía”.