Día Mundial contra el Trabajo Infantil: reflexiones desde la pandemia COVID-19
Los avances en la erradicación del trabajo infantil se han visto interrumpidos por la crisis sanitaria del COVID-19, la que ha incidido en una crisis social, económica y de empleo que ha provocado que niños y jóvenes menores de edad estén sosteniendo o aportando en el sustento económico familiar.
Alberto Blest es Director de Carrera Trabajo Social UDLA Sede Viña del Ma
En 2002 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) instituyó el 12 de junio como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, con el objetivo de poner en relieve la situación de los niños que realizan labores que vulneran sus derechos a la educación, la salud, el juego, recreación y los privan de libertades elementales. Este día busca concentrar la atención en este problema mundial y su forma de erradicarlo.
Muchos niños en todo el mundo participan en formas de trabajo remuneradas y no remuneradas, que son perjudiciales para el ejercicio libre y consagrado de sus derechos humanos inalienables, irrenunciables e imprescriptibles, y además efectúan actividades peligrosas que pueden comprometer su desarrollo físico, mental, social o educativo.
En los países menos adelantados, al menos uno de cada cuatro niños (de 5 a 17 años) realizan trabajos que se consideran perjudiciales para su salud y desarrollo. África ocupa el primer lugar entre las regiones, tanto por porcentaje de niños en trabajo infantil (una quinta parte) como en el número absoluto de niños en situación de trabajo infantil: 72 millones. Asia y el Pacífico ocupan el segundo lugar, con un 7% y 62 millones en términos absolutos.
Lamentablemente, los avances en la erradicación del trabajo infantil se han visto interrumpidos por la crisis sanitaria del COVID-19, la que ha incidido en una crisis social, económica y de empleo que ha provocado que niños y jóvenes menores de edad estén sosteniendo o aportando en el sustento económico familiar, lo que genera un retroceso en las políticas públicas implementadas para erradicarlo.
Por tanto, se hace relevante situar y visibilizar las condiciones de vulnerabilidad en que se encuentra nuestra infancia y adolescencia en tiempos de pandemia, para retomar la senda trazada a nivel mundial y en nuestro país, ampliando y diversificando nuestra política pública de protección de nuestros niños, con el objetivo de que no sean estos los que paguen por la precariedad laboral y de ingresos familiares, velando por el ejercicio libre de sus derechos en una instancia de formación tan relevante para un ser humano.