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Actualizado el 4 de Agosto de 2021

Buscando culpables

La reciente acusación constitucional en contra del ministro de Educación, Raúl Figueroa, vino a tensionar aún más la débil y tumultuosa realidad de nuestro actual sistema educativo. La pregunta es: ¿será él el único responsable?

Dada la complejidad que estamos atravesando, no basta sólo con apuntar con el dedo. Cada persona con un mínimo de influencia tendrá que preguntarse qué ha hecho para avanzar en la búsqueda de soluciones. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Roberto Bravo

Roberto Bravo es Director Líderes Escolares

Hoy se cumple un poco más de un mes desde que Carlos Díaz, presidente del Colegio de Profesores de Chile, solicitaba formalmente a la comisión de Educación de la Cámara de Diputados una acusación contra el ministro Raúl Figueroa, por el “abandono de parte del Ministerio en apoyar con insumos, tablets, conectividad, el proceso escolar durante la pandemia”. Algo que no es nuevo, porque si de acusaciones a ministros de Educación se trata, en un período de 13 años se han acusado a cuatro titulares de esta cartera: Yasna Provoste en 2008, Harald Beyer en 2013, Marcela Cubillos en 2019, y este 2021 a Raúl Figueroa.

Para muchas personas, esta acusación sólo viene a entorpecer el trabajo que este Ministerio debería estar haciendo por estos días en que se inicia el segundo semestre del año escolar, asegurando que solamente se trata de un nuevo gallito político. Para otros, en cambio, esta interpelación es un proceso que busca responsabilizar a la cabeza del Mineduc por la crisis y falta de condiciones que existen en nuestro sistema educativo. Sin ir más lejos, Camila Rojas, diputada a cargo de la acusación, lo catalogó como un “abandono evidente por parte del Ministerio y del Gobierno en términos generales”.

El hecho de que después de un año y medio de pandemia aún estemos discutiendo si las escuelas deben o no estar abiertas, deja en evidencia que -efectivamente- estamos en medio de una tremenda crisis, en la cual por largos meses las posiciones antagónicas parecieran no moverse de sus trincheras. ¿Tiene algún grado de responsabilidad el ministro por esto? Por supuesto que sí, ya que es el líder de la cartera. ¿Existe un ensañamiento político detrás de todo esto? También, qué duda cabe. Pero más allá de discutir largamente si se justifica o no esta acusación, o los intereses reales sobre la misma, lo verdaderamente importante es preguntarnos si la culpa recae exclusivamente en un solo actor.

“Todos necesitamos el sentido de culpa, pero nadie necesita sentirse culpable”, decía Friedrich Nietzche. Al parecer, con esta acusación (válida, por supuesto) se busca responsabilizar -exclusivamente- a una sola persona por la crisis que se vive en nuestras escuelas y colegios. Un ejercicio que, consciente o inconscientemente, despoja al resto de toda culpa respecto a la situación que enfrenta nuestro sistema educativo. Pero la solución no es tan sencilla. A veces se nos olvida que educar es un acto comunitario, donde todos, a veces sin darnos cuenta, tenemos mucho que decir y, sobre todo, demasiado por hacer.

Las escuelas son sistemas sociales abiertos, los cuales se permean de los acontecimientos y acciones (o la falta de éstas) que suceden en la sociedad, formándose y nutriéndose de diversos actores. Cada uno de ellos, en conjunto, interpelan y se interpelan a sí mismos sobre la política, sus proximidades y distancias con respecto a las realidades educacionales de sus territorios y a nivel país. Pero, sobre todo, cuestionando su propia capacidad propositiva y, especialmente, sobre lo que están dispuestas a realizar para darle continuidad al proceso educativo.

Dada la complejidad que estamos atravesando, hoy no basta sólo con apuntar con el dedo. Cada autoridad (Mineduc, congresistas, alcaldes, etc.), cada sostenedor en conjunto con sus equipos directivos y docentes, cada apoderado, y cada gremio y persona con un mínimo de influencia a su disposición, tendrá que preguntarse qué ha hecho para proponer y avanzar en la búsqueda de soluciones concretas, para hacer frente a ésta; la peor crisis que ha enfrentado nuestro sistema educativo. Y si la respuesta es nada, entonces, pareciera ser que la única acción plausible por realizar, es la de acusarnos todos. Porque quizás algo de culpa es lo que se necesita, para tomarse en serio lo que está pasando con nuestros niños, niñas y adolescentes.

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