Kabul: el nuevo campo de batalla entre Isis y Talibán
Los afganos continúan tratando de huir, se teme que haya otro atentado, el Gobierno espera la retirada de las tropas de la terminal y no está claro si estas lo harán.
Carlos Saldivia es Periodista
En el exterior del Aeropuerto de Kabul, donde un suicida se hizo explotar con un bolso bomba que dejó cerca de 200 muertos, se ven policías afganos usando una mascarilla o un pañuelo en la nariz. No es una medida contra el Covid, sino algo para atenuar el olor a cuerpo quemado y descomposición que emana en las inmediaciones del recinto militar.
Los ataques con explosivos en la terminal, la respuesta de Estados Unidos disparando con drones en una casa de seguridad de Isis en Nangarhar y, horas más tarde, el contraataque del grupo contra una escuela de entrenamiento policial Kizar alimentan el temor de los afganos por una espiral de violencia. Desde Kabul y Jalalabad comentan con angustia que su país volvería a convertirse en caldo de cultivo para el integrismo violento o se abra una base para los muyahidines de Isis, en esta zona llamados Isis-K, tras la derrota de su autoproclamado califato en Irak y Siria. La K es por Khurasan, la región tribal que incluye un trozo de Irán, Afganistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. En 2016 se creó reuniendo árabes que combatieron de Irak y Siria más afganos pashtun que decían estar desencantados con él debilitamiento de los Talibán por su relación con China y luego por las tratativas de Oslo que terminaron en 2020.
Salem Kharzai, exdiplomático afgano, que acaba de llegar a Washington, explica que la relación entre ISIS y los talibán es de una fuerte rivalidad. “Ellos parece que se odian, son competidores, aunque tengan ideologías similares, pero ISIS considera que los talibanes son unos traidores por negociar con los estadounidenses”. Recuerda que habían realizado varios atentados en Kabul con coches bomba usando explosivos caseros o dinamita minera y cohetes comprados en mercado negro. En noviembre pasado embistieron contra la Universidad de Kabul, y atacaron un hospital francés de médicos sin fronteras en un barrio de la etnia hazara de la corriente chiita ametrallando mujeres embarazadas.
La ofensiva en el aeropuerto fue contra un enemigo en común: los infieles que colaboraron con EE. UU. y la democracia. La indignación contra las tropas que salen del país aumenta entre los civiles. “Nunca creí que esto ocurriría. Escupo a los extranjeros que huyeron y nos abandonaron. Han vendido nuestro pueblo y nos han puesto en riesgo, Dios los maldiga por lo que nos han hecho, nunca los perdonaré”, dice Sohat Sahazi desde el mercado de Kabul, acompañada de un hombre por primera vez en 20 años.
Y el temor a una espiral bélica se acentúa. Periodistas de la agencia afgana Asvaka señalan que tras el ataque con dos drones artillados contra una casa de seguridad de Isis en un barrio de Qala Naghrak en Nangahar miembros de las tropas de EE.UU., difundieron tres fotos. En estas muestran el interior del inmueble donde habría muerto el líder del ataque al aeropuerto, identificado como “D”, junto a otros dos combatientes de Isis. Explican que Qala Naghrak está a 80 kilómetros de Pakistán, junto a la carretera internacional, y es la zona de Jalalabad donde vivió Osama Bin Laden. Desde la agencia, advierten que horas después el ejército informó que un nuevo coche bomba explotó en un centro de reclutamiento de la policía iraquí en Kisak, en la misma provincia de Nangarhar. En los próximos tres días se verá mayor tensión en el país. Los afganos continúan tratando de huir, se teme que haya otro atentado, el Gobierno espera la retirada de las tropas de la terminal y no está claro si estas lo harán. Mientras tanto, los talibanes condenaron el ataque con drones.