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Actualizado el 30 de Agosto de 2021

¿Y las universidades cuándo?

Recién hoy (a más de un año y medio de la pandemia), muchas universidades, sobre todo las estatales y aquellas que empujaban la consigna del regreso a las escuelas, están realizando tímidos esfuerzos por iniciar procesos graduales de reapertura para sus estudiantes.

Una cosa es recomendar y entregar sugerencias a las escuelas y colegios sobre cómo funcionar y reabrir en tiempos de pandemia, pero otra muy distinta es aplicar dichas estrategias a la realidad universitaria. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Roberto Bravo

Roberto Bravo es Director Líderes Escolares

El domingo 15 de marzo de 2020, el presidente Sebastián Piñera anunciaba en televisión que suspendían las clases en jardines infantiles, colegios municipales, subvencionados y particulares por dos semanas. Esto atendiendo la demanda planteada por los alcaldes para prevenir el contagio de Coronavirus en el país. Y, como era de esperar, rápidamente las universidades -que conformaron distintas mesas y grupos asesores por aquellos días- entregaban lineamientos a las organizaciones escolares sobre cómo abordar los desafíos venideros. Sugerencias que se intensificaron durante el período de reapertura que iniciaron muchas de estas escuelas y colegios en el mes de octubre del año pasado.

Sería lógico pensar que dichas propuestas y recomendaciones surgen desde la propia experiencia de la academia en sus casas de estudio. Los documentos que han sido presentados a las comunidades escolares en mediáticos y grandilocuentes actos, no cuentan con evidencia recogida de su propia práctica. Puede parecer inconsecuente, pero quienes están aconsejando la reapertura no han abierto sus propios espacios educativos. Pero no. Recién hoy (a más de un año y medio de la pandemia), muchas universidades, sobre todo las estatales y aquellas que empujaban la consigna del regreso a las escuelas, están realizando tímidos esfuerzos por iniciar procesos graduales de reapertura para sus estudiantes.

¿Cuál es la verdadera razón de por qué no han abierto la mayoría de las universidades? ¿Se trata sólo de una falta de gestión sorprendente? ¿Tiene más bien que ver con la falta de conciencia sobre la importancia de lo pedagógico?  ¿O tiene que ver lisa y llanamente con la cuestión política?

Creer que solo tiene que ver con un factor, sería ingenuo y demasiado simple. Las razones son múltiples y muchas no pueden ser reconocidas públicamente. Y si bien la orgánica de una universidad es muy diferente a la de una escuela, es válido preguntarse -al menos-por qué se han demorado tanto.

En un ciclo de conversatorios realizados por Líderes Escolares con escolares y universitarios nos decían: “La verdad, es que es mucho más cómodo para ellos (la universidad) que no estemos físicamente. Tienen miedo a lo que podamos decir o hacer como estudiantes. Hoy no tienen que lidiar con paros u otras demostraciones por todo lo que pasa en el país”. Algo de esto debe haber. Es probable que exista temor a que los alumnos se opongan a la reapertura, y se corten relaciones nuevamente.

Otro problema es la existencia de visiones contrapuestas -todas debidamente argumentadas en las distintas facultades- sobre retomar la experiencia presencial. Esto claramente dificulta la generación de una visión y propósito compartido al interior de la universidad (algo que se nos recetaba a las organizaciones escolares como prioridad). Básicamente, el eterno gallito político que se vive en la educación superior.

Pero, para muchos estudiantes universitarios que participaron de nuestro conversatorio “Y las universidades cuándo”, esto sólo viene a reafirmar algo: la falta de conciencia sobre la importancia de lo pedagógico. Para muchos profesores universitarios la labor de aprender recae sólo en el estudiante, en donde da lo mismo si eso es por Zoom, Meet o cualquier otra plataforma disponible. Así que estar presencialmente o no, sería un mero detalle para estos efectos. O como lo resume Cristóbal, estudiante de ingeniería presente en nuestra convocatoria: “Al final del día, llevo un año y medio sin conocer la universidad. Ni sus salas ni la vida y experiencias universitaria que me ofrecieron al postular. Conectándome a clases y, cuando he tenido problemas para rendir alguna evaluación, a nadie le ha importando. Pero eso sí, tengo que seguir pagando como siempre. Al parecer nadie se quiere calentar la cabeza con esto”. Si bien el rol de las universidades es distinto al de las escuelas, no deja de llamar la atención la pasividad de muchas de ellas para hacerse cargo del regreso presencial de sus alumnos.

Una cosa es recomendar y entregar sugerencias a las escuelas y colegios sobre cómo funcionar y reabrir en tiempos de pandemia, tal como se ha hecho desde el 2020, pero otra muy distinta es aplicar dichas estrategias a la realidad universitaria. ¿Será que otra cosa es con guitarra?

Por años el sistema escolar se ha nutrido de las recomendaciones emanadas desde la academia en los más diversos temas. Cosa que se agradece, puesto que es en las universidades donde se generan conocimientos de alta frontera. Pero, al parecer -y al menos en este tema- son las comunidades escolares quienes hoy tienen mucho por decir, y bastante por recomendarles a sus colegas universitarios. Tal vez, antes de recetar el remedio, habría que probarlo en casa primero.

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