En el Día del Adulto Mayor: la verdadera previsión
En Japón, a nadie se le han ocurrido “creativas” soluciones cortoplacistas del tipo vamos sacándole tajadas al ahorro previsional de cada uno, sino que han ido ampliando opciones cada vez más diversas en torno al apoyo de las personas mayores.
Ximena Torres Cautivo es Periodista y Escritora
En Japón, se prevé que muy pronto la industria de dentaduras postizas sobrepase a la del automóvil a nivel interno. Las familias ya tienen dos autos en promedio cada una y no se requiere más, sobre todo en un país de territorio reducido y con sensibilidad ambiental. Otro antecedente que da cuenta de cómo afecta en todos los ámbitos ser una sociedad envejecida es que las ventas de pañales para adultos hace años superan, por lejos, las de pañales para guaguas. Un tercer dato freak es que más de la mitad de los miembros de la mafia japonesa, la famosa Yakuza, ya tienen más de 50 años, y saben que terminarán sus vidas sin pensiones o cualquier otro tipo de ayuda gubernamental. Frente a ese oscuro panorama, la única solución para estos mafiosos otoñales es la prisión, porque significa una red de seguridad que les garantiza casa, comida y salud gratuitas.
Lo más terrible de todo es que la cárcel no es opción sólo para los integrantes envejecidos de la Yakuza. Ya en 2019, antes de la pandemia, hubo un boom de reportajes periodísticos dando cuenta de un fenómeno inaudito: las prisiones niponas se están llenando de amables caballeros y sobre todo de dignas señoras solitarios y empobrecidos que se habían convertido en ladrones de tiendas para conseguir techo, abrigo y cuidados del Estado en la cárcel, igual que los mafiosos. En una sociedad notablemente respetuosa de la ley, los mayores de 65 años están burlándola, para asegurarse así los cuidados que ya no pueden financiar por sí mismos, pero, sobre todo -y esto es lo más impactante-, para tener compañía. Que alguien los escuche, los toque, los conozca. Prefieren vivir en una celda a morir solos en sus casas.
Japón, donde la ética confucionista ha instalado en el ADN de sus ciudadanos el senpai-kōhai o respeto a los mayores, es uno de los países más envejecidos del mundo. Y, pese a su solidez económica y a su preocupación anticipada por la seguridad social dado el aumento de la esperanza de vida de su población que se avizoró precozmente, hoy afronta serios problemas por el monto de sus pensiones.
Allá, claro, a nadie se le han ocurrido “creativas” soluciones cortoplacistas del tipo vamos sacándole tajadas al ahorro previsional de cada uno, sino que han ido ampliando opciones cada vez más diversas en torno al apoyo de las personas mayores, que van mucho más allá de lo ahorrado para la jubilación. Pero eso pasa por entender las necesidades de una etapa de la vida de la que nadie se libra y que está siendo cada vez más larga.
En Japón, el tercer lunes de septiembre se celebra el Día del Respeto a los Mayores; en los países de Occidente y a instancias de la ONU desde 1990, cada primero de noviembre, se conmemora el Día del Adulto Mayor, al que ahora –por cuestiones de lenguaje inclusivo– se recomienda decirle Día de la Persona Mayor.
Para mí la diferencia entre Oriente y Occidente es radical y la marca la palabra respeto. Ese respeto a “sus mayores” que a mí me inculcaron, pero que hoy en una cultura que privilegia estupideces como que los 50 son los nuevos 30, como para darse ánimo; que promete detener el envejecimiento con falsas pomadas de todo tipo; que lleva a líderes septuagenarios u octogenarios a referirse a sus contemporáneos como “nuestros adultos mayores” sin incluirse en el lote, revelando que para ellos los muchos años son lepra y sinónimo de no conocimiento, experiencia y sabiduría acumuladas, es simplemente rechazo condescendiente. Temor a lo que viene y a lo que inevitablemente seremos todos y todas.
Si entendiéramos la vejez como la larga y rica parte final de un trayecto, por cierto que nos iría mejor, porque el viejazo no te cae encima el día en que cumples 65 años; es consecuencia de tu trayectoria de vida. De lo que comiste, de lo que estudiaste, de lo que amaste, de lo que pensaste, de lo que trabajaste, de lo que diste y de lo que te dieron, de lo que aprendiste y de lo que enseñaste, de lo que ahorraste, de lo que respetaste a tus mayores y con ella al viejo o vieja que llevas encima. Eso es lo que se llama previsión.