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10 de Noviembre de 2021

Naranjos de indignación

Con motivo de la acusación constitucional en contra del Presidente Piñera, se vuelve a recurrir a una vieja treta: el discurso filibustero. Sí, hablar por horas, sin parar, para retrasar una votación en el Congreso. Una llamativa forma de obstrucción -y de paso, de decadencia- parlamentaria.

El diputado Jaime Naranjo en punto de prensa tras su extensa alocución durante la Sesión Especial de la Cámara de Diputados que revisa el fondo de la acusación constitucional en contra del Presidente Piñera. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Francisco Orrego

Francisco Orrego es Abogado

Muchos pensábamos que lo habíamos visto todo en política. Ni las más burdas prácticas legislativas nos sorprendían. Cualquier cosa se podía esperar de los parlamentarios. Mociones inconstitucionales, abuso de atribuciones y privilegios, leyes exprés para salvar candidaturas, acusaciones constitucionales irresponsables, farándula y asistencia a matinales en horario de trabajo, entre otras, engrosaban la lista de conductas parlamentarias que los chilenos observaban con una mezcla de vergüenza e indignación.

Y ahora, con motivo de la acusación constitucional en contra del Presidente Piñera, se vuelve a recurrir a una vieja treta: el discurso “filibustero”. Sí, hablar por horas, sin parar, para retrasar una votación en el Congreso. Una llamativa forma de obstrucción -y de paso, de decadencia- parlamentaria.

“Nadie se ha quejado nunca de que un discurso sea demasiado corto” (Ira Hayes). Leer por casi 15 horas un discurso de 1.300 páginas, pareció llenar de orgullo a su expositor -y a quienes alegremente lo flanqueaban y tristemente le daban quórum-. Mientras tanto, el país entero se lamentaba de un trágico espectáculo que desvalorizaba la función parlamentaria a niveles extremos, además de servir de exitoso somnífero para la escasa audiencia del Canal de la Cámara. La pregunta de por qué no legislan así para abordar los problemas reales del país, surgía espontáneamente en la mente de muchos, sólo para frustración de sus realizadores. “Así está la política”, sería la respuesta natural, a flor de piel, pero no para la gran mayoría de los políticos. Parecen ser los únicos -con algunas nobles excepciones- que disfrutan de la actuación. Por cierto, actores de reparto con el dinero de todos los chilenos, pues como exponentes del teatro pasarían penurias.

“¿Qué es lo poco que quiere decir todo ese largo discurso?” (Friedrich Schiller). Nada. Sólo ganar tiempo para que otros parlamentarios desafiaran -a toda carrera por la Ruta 68- la normativa sanitaria, de la que parecen estar exentos. Dispuestos a todo, incluso a ingresar a escondidas al Congreso. Abuso de poder de “aquí y en la Quebrada del Ají”. Los chilenos naranjos de indignación frente a las imágenes -no por el ají-; ellos ni siquiera rosados de vergüenza. El minuto -u horas- de fama para ellos; horas de sinigual desprestigio para nosotros. El tiro de gracia para este mundo desquiciado: un diputado extraterrestre canta -como el ajo- en una comisión, divirtiendo tímidamente a sus colegas. Las redes sociales arden y ambos parlamentarios son trending topic. Objetivo patéticamente logrado.

¿Nos merecemos el Congreso que tenemos? Sí pues; que se sepa que los elegimos y los volveremos a elegir. Subir el nivel del parlamento -el peor de la historia-, ya no es una necesidad; es una obligación. Para que nadie se decepcione, es un dato que no lo lograremos en estas próximas elecciones. Mientras no se corrija el sistema electoral, para pasar a uno de tipo mayoritario -no binominal- que permita elegir a los mejores candidatos, además de restablecer el voto obligatorio, seguiremos sintiendo el ardor del ají naranjo en el … (complete la oración). ¿Algún candidato que proponga incluir el hipoglós en el Auge? Arrasaría. Tengo hasta el eslogan de campaña: “Usa hipoglós y ganamos los dos”.

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