Enredos en el vecindario
El oficialismo perdió cinco millones de votos respecto a la elección de 2017, y por primera vez desde la llegada de la democracia, en 1983, el peronismo pierde la mayoría en el Senado. Pero cuidado, esto no quiere decir que la alianza macrista-radical-peronista clásica que integra la oposición tuvo un desempeño brillante, sino que comenzaron a aparecer nuevas opciones.
Guillermo Bilancio es Consultor en Alta Dirección
Argentina vivió una nueva jornada electoral para definir la composición de las cámaras de diputados y senadores. Más allá de los resultados, nunca pude entender el porqué de estas elecciones a “medio término” que, por un lado, pueden fortalecer al gobierno de turno, pero por otro pueden debilitarlo y ponerlo en crisis a dos años de su finalización.
En este caso, el resultado no fue positivo para el gobierno de Alberto Fernández, que viene acumulando derrotas y su supervivencia política parece cada vez más dudosa, tal como en toda la coalición comandada por el kirschnerismo.
El oficialismo perdió cinco millones de votos respecto a la elección de 2017, y por primera vez desde la llegada de la democracia, en 1983, el peronismo pierde la mayoría en el Senado. Pero cuidado, esto no quiere decir que la alianza macrista-radical-peronista clásica que integra la oposición tuvo un desempeño brillante, sino que comenzaron a aparecer nuevas opciones, y especialmente extremos de derecha e izquierda con una impronta novedosa.
En este punto hay que destacar, muy especialmente, el fenómeno de la ultraderecha libertaria liderada por Javier Millei, un economista mediático outsider de la política, cuyo mensaje antisistema y “antipolítico” tuvo recepción en los más jóvenes y en los indignados que suponen que todo tiene que ver con la libertad y la “moral”. Un discurso cuasi religioso que podemos relacionar con lo que puede suceder en Chile, aunque en este caso la candidatura de Kast tiene bastante más soporte del establishment.
Pero dejemos de lado lo que es fugaz, como el caso de Millei, y analicemos la situación del peronismo, que es quien en definitiva tiene el pulso del poder.
El análisis en el día después debe plantearse desde un cambio sociocultural de la sociedad, pero especialmente de las clases más populares a la que el peronismo no les ha podido dar las soluciones a las que tenía acostumbrada a sus votantes cautivos. Claro, se acaba el dinero para repartir, y obviamente cambian los ánimos y el voto.
Dentro del partido gobernante, comienza un escenario de replanteo de poder desde la conducción. Se sabe que el peronismo es un movimiento político que solo se mueve en función del poder, y sostener ese poder hace al liderazgo que, en momentos de derrota, se pone en duda y promueve una lucha interna que promete ser durísima.
En este punto, el kirschnerismo liderado por Cristina Fernández perderá con seguridad la hegemonía que venía teniendo en el movimiento peronista desde 2003, por lo que el replanteo es inminente.
El kirschnerismo no pudo resolver los problemas de la gente, que no come, no se educa ni se sana con un relato épico, sino con realidades. El peronismo vive de esas realidades que el modelo kirschnerista cambió por un discurso. Se acabó el poder por el poder sin saber qué hacer.
En este escenario, parece que la oposición está en mejor posición, lista para hacerse cargo del péndulo Cristina-Macri-Fernández-¿Macri?. Pero en la oposición tampoco las cosas están tan claras.
El gobierno de Macri no dejó buenas sensaciones, y en esta instancia su liderazgo está cuestionado y eso genera una lucha interna que de algún modo tiene su parecido con la propia crisis peronista.
En definitiva, un país a la deriva política por la política misma, en la que desde hace décadas la lucha por el poder no está en discutir un modelo de país, sino en alcanzar el poder mismo.
En esta situación, Argentina sigue sin salida. Tal vez mantiene su talento individual que se traduce en éxitos personales en ámbitos deportivos, en la generación de unicornios, en ciertos espacios de la ciencia y el arte, pero son solo instancias individuales, y un país con pretensiones de desarrollo debe pasar de lo individual al suceso colectivo.
Un país falsamente rico, con 50 % de pobres es una rara especie en este mundo. Solo depende de quienes deben moldear un futuro posible para la gente, y no para los que viven produciendo relatos salvajes que sólo crean ilusiones. Y las ilusiones, son solo eso.
Argentina necesita de un acuerdo, pero nadie está dispuesto a ceder en una lucha donde los medios se enfrentan a los medios, tal vez porque los fines no están. Y en el medio de este circo, está la gente. Que alguien piense en la gente es el gran desafío.