¿Nos volvimos locos?
Christián Aste es Abogado
Cuando una pareja tiene a un hijo muy enfermo, el foco familiar está centrado en ayudar a que éste se recupere. Salvo que sean imbéciles, dificulto que se peleen entre ellos y menos que lo hagan reclamando por hechos ocurridos hace más de 40 años.
Pongo este ejemplo, porque hoy el país está enfermo. Nadie puede dudarlo. Las señales son evidentes y se resumen: en el grado de inseguridad que la gente vive, el temor de pensar distinto y de ser funado, el horror del terrorismo impune, la ausencia de una política migratoria razonable, las tomas que no son contrarrestadas por ninguna autoridad, la falta de respeto que hoy existe contra la policía, la ausencia de persecución penal a los que instigaron y financiaron las barricadas, los saqueos y la destrucción de algunas ciudades, las propuestas de indultos, las promesas populistas que han encarecido los créditos y por lo mismo el acceso a la vivienda, las propuestas de nacionalizar los ahorros privados, bajo el concepto nocional, transformando algo que era heredable a la pareja y a los hijos, en heredable a las generaciones, esto es, a todo el mundo, incluso los que no trabajan porque no quieren hacerlo. Prefieren vivir del bono y/o del subsidio.
Esta enfermedad que resumí muy sucintamente, los médicos – políticos – nos dijeron que comenzaría a sanarse con la Convención Constitucional. Pero los ciudadanos nos dimos cuenta, que el remedio nos empeoró. El país se polarizó aún más, y muchos de los elegidos con muy pocos votos y escasísima preparación además, se creyeron el cuento y comenzaron a decir y cometer una y otra burrada, partiendo por desconocer las mismas reglas que le dieron origen.
Es decir, hoy con la Convención que tenemos, Chile quedó en estado terminal, y ad portas de ser Venezuela. Esa es la verdad, triste, lamentable, pero real. Varios advirtieron lo mismo en Venezuela, país mucho más rico que Chile, pero no hicieron caso. Llorar después no sirve.
Bien, en este escenario que describo tan dramático, y que nunca pensé vería, se nos presentan dos alternativas. Dios, Alá, o quien sea que exista nos quiere y nos da una oportunidad para salir del hoyo que llegamos producto de las políticas populistas. Una liderada por un joven muy voluntarioso, pero que aparte de no tener mayor preparación, destaca por ser particularmente mentiroso. Tanto lo es, que lo suyo pasa a ser patológico. Todos sabemos que los políticos se contradicen, mienten y prometen. Pero el candidato en cuestión, lleva esto a límites insospechados. No puede confiarse en nada de lo que dice; un día alega contra la represión policial cometida en su concepto injustamente contra el lumpen que saqueó y destruyó la ciudad en octubre de 2019, reclama contra la militarización de la Araucanía mientras visita al werkén de Temucuicui, despotrica contra la religión y declara que como político quiere estar siempre muy lejos de ella, visita a los presos de lo que él llama revuelta, y desprecia a Carabineros, invita a que los extranjeros entren a Chile y tengan los mismos derechos que los que acá viven, explica que las tomas son válidas y que no puede usarse la fuerza contra ellas, declara que terminarán con las AFP y que desarrollará un plan previsional en el que los fondos no sean heredables, cuestiona la Teletón y descalifica de paso a don Francisco, promueve aumentar el impuesto a las empresas y a las personas naturales, subir la tasa de los combustibles, eliminar el beneficio del IVA a la construcción y varias otras exenciones, entre ellas las que han permitido que Chile sea el país con mayor capitalización bursátil en Sudamérica, finalmente y como si todo lo anterior fuera poco se desmarca groseramente de la Concertación, especialmente de la DC, Frei, Lagos y hasta de Bachelet (lo que es paradójico).
Sin embargo, una vez que avanza en la primera vuelta en un discurso en el que exige debatir, y en base a un programa, que según Jadue representa en más de un 90% lo que quiere el PC, se mimetiza con el COVID 19 y muta. Lo hizo tanto que ahora aplaude y reconoce la gestión de la Concertación, afirma que lee la Biblia porque ahí hay mucha sabiduría, pero a renglón seguido agrega que lo que leyó es un libro que no existe (El evangelio de San Pablo), reniega contra los violentistas que saquearon el país, pone los ojos llorosos en una entrevista con Don Francisco (sí, él mismo que criticaba), empatiza con la policía, los bomberos y el esfuerzo que todos ellos hacen, declara defender la propiedad y que ellos promoverán el emprendimiento. Argumenta que hay que controlar las fronteras y reconocer el derecho de propiedad, y un largo etcétera.
Pero se niega a debatir. No fue al debate de las Pymes, argumentando que ese día tenía que votar en favor del cuarto retiro, mismo que sus técnicos le dijeron que se opusiera y que él reconoció era malo para nuestra economía. En concreto no fue a explicarle a las Pymes lo que quiere hacer para ayudarlas, porque su voto era determinante, siendo que ya sabía que se rechazaría. Luego se comprometió a asistir a un zoom con el Partido de la Gente (PDG) y su líder Parisi. Pero después que vio, que quienes participan ahí, no son como sus amigos los periodistas, y lo pondrían en jaque, adujo que lo pensó mejor y que no, porque él es un hombre de principios y no se junta con quien debe una pensión de alimento, circunstancia que sabía del día uno, y que se contradice absolutamente con el hecho de que en el 2018, no tuviera ningún problema ni reparo en cruzar el océano para juntarse y conversar con un terrorista que nada menos había participado activamente en el crimen de un senador (mismo de cuya muerte, él antes de la última mutación, celebró).
Por el otro lado, un candidato que la izquierda, que maneja las comunicaciones, rotuló como extremista de derecha, pero cuyo único pecado es haber apoyado, igual que la mayoría de la DC (Frei y Aylwin incluido) el golpe de Estado. Ese candidato, que quiere un Estado eficiente y al servicio de la gente, que promueve en verdad el crecimiento, y que siempre – no ahora – ha señalado que el foco está en reestablecer el orden y la paz social, es puesto nuevamente por las comunicaciones y por algunos referentes de la centro izquierda, al mismo nivel que el mentiroso. Parece un chiste. Le hacen exigencias, como si no fuera un demócrata.
No entienden que el horno no está para bollos y que las opciones son o la seguridad y la libertad que representa Kast o la refundación de Chile bajo el liderazgo de un mentiroso de colección, que se reconoció más a la izquierda del PC y que está apoyado además por partidos y cuadros técnicos que admiran los procesos políticos de Venezuela, Cuba y Nicaragua.