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Actualizado el 10 de Diciembre de 2021

Parole, parole

Acabamos de vivir una de las elecciones con mayor cantidad de candidaturas de todo tipo, y estamos iniciando la segunda parte y final de la historia.

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Dr. Carlos Pérez Wilson es Académico del Instituto de Ciencias Sociales Universidad de O’Higgins

Si tiene algo de edad como yo, o escuchaba discos con su familia en la niñez, de seguro ubicará aquella canción, con las voces de Dalida y Alain Delon (que, por cierto, no son las originales) en la cual ella se lamenta y resigna sobre el final del amor y las mentiras que ha venido escuchando. Él simplemente habla y la elogia mientras ella va respondiendo “parole parole” (palabras, palabras).

“Escúchame. Palabras, palabras, palabras. Por favor. Palabras, palabras, palabras. Te juro. Palabras, palabras, palabras…”

Acabamos de vivir una de las elecciones con mayor cantidad de candidaturas de todo tipo, y estamos iniciando la segunda parte y final de la historia. Si puso atención a las campañas pasadas, en general, debiera haberle llamado la atención que hubo varias propuestas de “soluciones definitivas” que se reiteraban respecto de campañas anteriores, y también varias promesas de acciones o compromisos que, luego de una pequeña reflexión de los roles y funciones del cargo al que se postula, no queda claro que sea materia de injerencia o de potestad de los y las candidatas, quedando circunscritas a intenciones individuales de decisiones que en general son colectivas y requieren el acuerdo de varias instancias de organización del Estado.

Así, las campañas que pasaron en su mayoría se redujeron a una foto gigante en las palometas, un jingle pegajoso con un tipo de música de acuerdo al electorado más desinformado o emocionalmente influenciable, o a frases amplias, ambiguas y de interpretación subjetiva. Una estrategia de marketing que, si se le suma la voluntariedad de participación en el proceso eleccionario, constituye un escenario que dista mucho de lo que debiera ser: un momento en que uno juzga y vota por propuestas, y elige de acuerdo a una trayectoria de un ideal social propio de sus convicciones.

Es cierto, hubo propuestas, pero estas se corregían reiteradamente, o simplemente se advertía que “no hay nada escrito en piedra”… pero algunas piedras son necesarias al menos para dar cimientos y construir certezas, es lo que uno espera de las candidaturas. ¿Se imagina Ud. entregando un proyecto en su trabajo, para luego decir “mejor devuélvamelo porque lo voy a corregir?” Además, los debates y entrevistas fueron escuchados y vistos sabiendo que llegarían preguntas complicadas, y con el interés de ver cómo se evadían dichas preguntas, juzgando las candidaturas de acuerdo con esa habilidad. Más aun, se escucharon disculpas por los errores dados con una tranquilidad y frecuencia abismante, y claro, la memoria es frágil.

Y así pasa el tiempo, escuchando y escuchando “parole parole”, tratando de ver si en algún momento, tanto en la etapa anterior como en la actual, aparece en el discurso algo que permita convencernos de entregar algo tan íntimo como un voto ciudadano a quien confiamos en que nos represente o con quien compartamos al menos parte de una visión común para nosotros y quienes nos sucederán.

Las candidatas y candidatos son personas como Ud. o como yo, con virtudes y defectos, como Ud. o como yo, pero con una gran diferencia: están optando a cargos públicos elegidos por votación popular. Eso les convierte en personas que, les guste o no, deberán adoptar ciertos imperativos valóricos como compromiso, profesionalismo, eficiencia, probidad, respeto, transparencia e inclusión por mencionar algunos. Lo que queda de campaña debiera entonces permitirnos a los electores en primer lugar, ver si esos valores son compartidos, y, en segundo lugar, mostrarnos que tienen conocimiento del rol o cargo al que postulan, y las reales posibilidades que desde allí pueden llevar a cabo las propuestas que quieren implementar, tanto por beneficio nuestro como de quienes nos siguen. Toda labor pública es importante, la del consejero regional, alcaldesa, diputado o senadora, no hay para qué caer en síndromes mesiánicos y tratar de contribuir a un todavía mayor escepticismo para con la clase política.

Si Ud. conocía la canción, seguramente es de aquella generación en que se decía que una persona vale lo que vale su palabra. Mientras las elecciones sean sólo parole parole, no habrá de extrañarse de que sigamos con los siempre preocupantes índices de participación electoral.

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