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Actualizado el 13 de Diciembre de 2021

Sólo los burros no cambian

Me impacta que sean triquiñuelas infantiles las que están pesando más que la solidez de programas que deberían ser concebidos sobre la base de propuestas serias y no acomodaticias para mejorar las condiciones de vida de los más desventajados del país. Pero es cierto: cuando se trata de alcanzar el poder, sólo los burros no cambian.

Criteria Boric Kast Los candidatos hacen denodados esfuerzos por tratar de seducir a esa masa chúcara, acomodando las piezas de sus respectivos programas presidenciales. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Ximena Torres Cautivo

Ximena Torres Cautivo es Periodista y escritora

Mi querida y difunta amiga Totó Romero estaba llena de máximas muy prácticas para la vida. Algunas completamente arbitrarias, como la que indica que “la cerveza es un consumo sólo para terraza y en verano”, y otras trascendentales y perfectas para orientar la existencia.

Una de estas últimas se me ha hecho presente en las semanas recientes: “Sólo los burros no cambian”. Hemos visto a ambos candidatos en carrera para la segunda vuelta presidencial del 19 de diciembre trocar de burros en caballos, jamelgos, camellos, galgos, jirafas, elefantes o lo que sea, siempre que esté a la medida de las necesidades y aspiraciones de los potenciales electores. En particular de esos misteriosos votantes que optaron por Parisi, pese a sus dudosas credenciales éticas, y que ahora no tenemos idea en qué mutarán.

Ahí está el misterio central de la obra y los candidatos hacen denodados esfuerzos por tratar de seducir a esa masa chúcara, acomodando las piezas de sus respectivos programas presidenciales, argumentado ambos que “nada está escrito en piedra”. Al final, los famosos documentos programáticos que han experimentado sucesivos acomodos y probablemente hayan sido leídos por muy pocos, palidecen frente a la performance mediática, al espectáculo de ver a los contendores uno frente al otro. O alternados cada noche en horario prime en programas de perfil “humano”.

El octogenario don Francisco los tuvo en “Las Caras de La Moneda”, ciclo de entrevistas previo a cada elección, que indaga en los aspectos afectivos, privados, íntimos de los candidatos, que es lo que manda en la sociedad del espectáculo. Esos encuentros sucesivos al final podrían ser determinantes para un gran segmento del electorado, mucho más que los debates en torno a los programas escritos y reacomodados “a pedido del público”.

Vimos al más joven de los postulantes cómodo con Mario Kreutzberger, hablando de su frustrante primer amor, del cáncer de su hermano menor, el que entró en escena –un clásico de “Sábado Gigante”– y emocionó a la teleaudiencia hablando de las virtudes de Gabriel y a este último recitando un poema de Óscar Hahn, “El Doliente”. La noche siguiente, los Kast cantaron al estilo de la familia Von Trapp, José Antonio contó de las trágicas muertes de sus hermanas y confesó que es malo para la cerveza pese a ser dueño del Bavaria, dándole la razón a la Totó.

Luego, los contendores estuvieron en TVN, en un formato similar, que se llama “Candidato, llegó tu hora”, con un conductor que tiene la mitad de la edad de don Francisco. En ambos estelares televisivos, el candidato Boric ha lucido más cómodo. Tiene mejores asesores comunicacionales, y se nota. Hasta lo han convencido de que es guapo o estiloso, sabe agradecer las preguntas de los periodistas, dorándoles la píldora, como hizo en el segmento con los representantes de las regiones en el debate de la ACHAP, y cuenta bien su historia. El otro, el mayor, rubio y deslavado, nerd, sin duda, se ha visto reventado. Parece tísico, lánguido, como esos poetas del romanticismo, pero no pierde una de sus mayores ventajas: sabe que él que se pica, pierde, y además es maestro en hacer que el contendor se pique.

Volviendo a las máximas de la Totó, ella tenía una derivada del famoso dicho “el que se pica, pierde”. Era: “Ni los mires; más se pican”, que me aconsejaba, cuando íbamos en auto y cometíamos alguna tropelía menor, enardeciendo a los otros conductores. Me impacta que sean esas triquiñuelas infantiles las que están pesando más que la solidez de programas que deberían ser concebidos sobre la base de propuestas serias y no acomodaticias para mejorar las condiciones de vida de los más desventajados del país. Pero es cierto: cuando se trata de alcanzar el poder, sólo los burros no cambian.

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