El trabajador en el centro de la organización
Si en algo nos ayudó la pandemia, es a visualizar una nueva forma de trabajar que privilegie el bienestar de las personas, y a partir de eso, se puedan generar acciones concretas para el avance y crecimiento de las compañías. Porque no podemos hablar de sostenibilidad hacia afuera si primero no nos preocupamos de las personas.
Alfonso Bawarshi es Ingeniero comercial
Aunque el título de esta columna pueda sonar como un principio de sentido común dentro de las empresas, no todas lo tienen incorporado, ni tampoco es tan fácil de conseguir como pudiera pensarse.
Pero, ¿qué significa en la práctica situar a los trabajadores en el centro? Y más importante aún, ¿qué impacto tiene este enfoque en el desempeño de la compañía?
Parte del rol social que han asumido las empresas dentro de los últimos años tiene relación con dejar de poner el foco únicamente en las ganancias económicas que puedan generar, e incluir además el factor social. Como miembro y actor relevante de la sociedad, el sector privado no sólo genera rentabilidad; también impacta en la comunidad, crea empleos y en la medida de que se lo proponga, su actividad puede contribuir al cuidado del medio ambiente mediante la adopción de políticas sustentables.
Un primer indicio de que como empresa lo estamos haciendo bien es medir, a través de métricas, encuestas y estudios, si los trabajadores están contentos, felices y si se desenvuelven con seguridad en sus funciones. Analizar si es evidente el equilibrio en distintas esferas: vida personal con vida laboral, espacios para la capacitación versus ejecución de funciones o labores individuales con trabajo en equipo.
Además, existen otras señales que muestran qué tan bien lo está haciendo la empresa en cuanto a poner el foco en las personas:
- Una gestión integradora que busque siempre el bienestar del grupo en distintas facetas: diversidad e inclusión, respeto por el medio ambiente, las comunidades, la salud mental, los trabajadores y los clientes.
- Desarrollo y promoción de habilidades blandas como la empatía, la comunicación, el tiempo para escuchar al otro, el diálogo y trabajo colaborativo.
- Creación de instancias dentro del trabajo que favorezcan la sociabilidad, el intercambio y la reflexión entre distintas áreas.
- Mayor flexibilidad y autonomía para los trabajadores, es decir, confianza por parte de cada liderazgo de que el trabajo se cumplirá sin necesidad de supervisión o insistencia constante.
Si en algo nos ayudó la pandemia, es a visualizar una nueva forma de trabajar que privilegie el bienestar de las personas, y a partir de eso, se puedan generar acciones concretas para el avance y crecimiento de las compañías. Porque no podemos hablar de sostenibilidad hacia afuera si primero no nos preocupamos de las personas, que son parte fundamental de la identidad corporativa que hemos alcanzado.
Cuando todas las organizaciones sean capaces de incorporar estos principios, tendremos colaboradores alineados con lo que se espera de ellos y, además, agradecidos por la inversión que se está realizando en su bienestar.
La relación entre trabajador y empleador es clave para el funcionamiento de las compañías. Los colaboradores que se sientan más acogidos, escuchados y motivados, serán más productivos y felices. Y aquí es donde la empresa tiene aún mucho más que aportar.