Desde la Obsolescencia Programada hasta el Derecho a Reparar
Cuando tu computador, lavadora, equipo de música u otro aparato electrónico o electrodoméstico deja de funcionar, ¿qué haces?, ¿lo envías a reparar o es tan caro hacerlo que prefieras comprar un equipo nuevo?
Jorge Pavez es Director de Tecnologías de AI40
En la industria actual existe un término denominado Obsolescencia Programada que, a grandes rasgos, significa limitar las horas de duración de los productos fabricados, los que, de ser “eternos”, pasan a tener una fecha de caducidad, momento en que, por más que se quieran reparar, o no se podrá o el costo será tan alto que la mejor opción será comprar un nuevo aparato. Esta práctica, al borde de lo legal, no solo obliga a los usuarios a comprar cada año un nuevo celular, televisor o aspiradora, sino que, además, es uno de los factores por los cuales existe tanta basura tecnológica, muy tóxica para el planeta debido a elementos como las baterías y los compuestos químicos que estas poseen.
Ante esta realidad, de la que las empresas son totalmente conscientes, Microsoft ha decidido tomar cartas en el asunto y “reparar” en algo el daño a los bolsillos y al planeta. Así, la empresa norteamericana ha iniciado el estudio del impacto que tendría cambiar las políticas de contar solamente con empresas certificadas de reparación a “entregar” el “Derecho a Reparar”, el que espera publicar en mayo de 2022, entregando, además, las directrices necesarias para tomar la decisión de seguir en lo mismo o cambiar a este nuevo paradigma.
Pero, ¿qué significa Derecho a Reparar? Se trataría, básicamente, del acceso a la compra de repuestos y a la generación de documentación necesaria para realizar reparaciones a los dispositivos que vende en el mercado. Es decir, eliminar la brecha de costo para la reparación de los productos tecnológicos que adquieres y que hoy, si quieres arreglar, debes llevar a un “lugar certificado”.
Cabe destacar que si bien Microsoft todavía no adopta esta forma de mantener sus productos (y no sabemos si, finalmente, lo hará), de hacerlo, y considerando su liderazgo en el mundo de la tecnología, impulsará a muchas otras empresas a seguir este camino y, con ello, ayudará a generar un impacto positivo en el medio ambiente, ya que la basura tecnológica (conocida como “Raees” o “e-waste”) aumenta cada día en el mundo y su acumulación ya genera daños irreparables.
Solo como un dato a tener el cuenta, cada chileno genera en promedio 9,9 kilos de e-waste por año, lo que significa que somos líderes en generar desechos electrónicos en Latinoamérica, estando muy por encima de Brasil o Argentina, países en que sus habitantes llegan a generar un promedio de 7 kilos de estos desechos al año, lo que tampoco es una cifra menor, considerando sus mucho mayores poblaciones. En tanto, en el primer mundo, países como Estados Unidos generan 20 kilos por persona al año, lo que lleva a que, en conjunto, generemos 41.8 toneladas anuales de esta basura.
Con estos datos, la posibilidad de que Microsoft inicie un cambio de políticas no es un asunto menor, como tampoco lo es que cada uno de nosotros debe empezar a ser más responsable con sus propios desechos electrónicos, partiendo por los más contaminantes y que utilizamos para operar casi todos los aparatos que poseemos: las pilas y las baterías. Y, por supuesto, todos aquellos elementos que se conectan a la red eléctrica.
Hay que hacerse cargo de que somos todos partícipes de estas malas acciones para el medio ambiente y que no basta solo con seguir a organizaciones ecológicas y/o entregarles aportes mensuales para que otros se hagan cargo de nuestra basura, sino que hay que pasar a ser protagonistas, exigiéndonos responsabilidad propia y exigiéndole a nuestras marcas preferidas que se hagan cargo de la basura que producen y que, finalmente, termina en el océano, en los desiertos o en los países más pobres, los que, paradojalmente, son los que tienen menos acceso a las nuevas tecnologías.
Y esperemos que en mayo del próximo año Microsoft nos entregue una buena noticia y podamos ayudar, entre todos, a generar menos problemas para nosotros, para nuestro planeta y para las generaciones futuras, pues, solo entre todos —y con sentido de urgencia— lograremos reducir nuestra huella de carbono.