Qué esperar de nuestra política exterior bajo el gobierno de Gabriel Boric
En síntesis y muy preliminarmente, el próximo gobierno está actuando conforme a sus líneas programáticas, tanto en la dimensión de apuntalar la participación femenina como por el perfil de quienes tendrán la conducción del ministerio y los temas que quiere fortalecer.
Cuando falta menos de un mes para que asuma el próximo gobierno, ¿qué señales tenemos de su política exterior? En primer lugar, está su programa de campaña que, más allá de la moderación en el discurso durante la segunda vuelta, no ha cambiado (y varios integrantes de la coalición vencedora han recordado que no variará). En él, resumidamente se menciona que se desarrollará una política exterior “turquesa”, es decir con un fuerte eje ambiental (incluyendo los océanos), con énfasis en lo multilateral, feminista y privilegiando la concertación y cooperación en Latinoamérica. También que se revisará la política comercial implementada a la fecha. Estas prioridades estarán enmarcadas en principios como el del respeto a los Derechos Humanos y del Derecho Internacional. A ello, se agrega la convicción de que la política exterior debe reflejar el cambio de ciclo político en Chile y responder mejor a las necesidades de la población.
Recién electo, Gabriel Boric fue invitado por Sebastián Piñera para acompañarlo a una reunión de Prosur y de la Alianza del Pacífico, lo que rechazó argumentando que tenía que abocarse a la designación de su equipo ministerial. Pero también dejó en claro, por declaraciones de su entorno y propias que Prosur no era prioridad para su futuro gobierno.
A la parte programática debemos sumar los nombramientos de las principales autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores. Como sabemos, fueron designados Antonia Urrejola como ministra, Ximena Fuentes como subsecretaria y José Miguel Ahumada como subsecretario de relaciones económicas. Estas nominaciones son consistentes con el propósito de relevar la participación femenina en la política exterior, y a ellas se suman las nuevas directoras de protocolo Manahi Pakarati (además de la etnia rapanui) y de la Academia Diplomática, María del Carmen Domínguez.
Antonia Urrejola ha estado en la órbita de la cancillería, tanto como asesora de José Miguel Insulza en la Organización de Estados Americanos, como en su condición de comisionada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual llegó a presidir el año pasado. Ximena Fuentes lleva años como directora de Frontera y Límites, correspondiéndole participar en litigios fronterizos, por lo que sin duda es la más familiarizada con la dinámica y funcionamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores. José Miguel Ahumada en cambio, es alguien que ha estado dedicado a la academia, sin experiencia en el campo de la política exterior.
El perfil político de esta terna es una ministra originaria de la ex Concertación con ambos subsecretarios afines al Frente Amplio.
La mayor interrogante está en el rol que jugará Ahumada y cuán profundo será el cambio de rumbo en materia económica comercial. Por sus declaraciones y escritos, es de los que cree que el Estado debe un jugar un papel proactivo en materia de industrialización y desarrollo económico, para lo cual considera que muchos tratados de libre comercio son un obstáculo. Es también un opositor al CPTPP o TPP11.
En su primera entrevista la ministra designada explayó genéricamente sus prioridades, en sintonía con el programa gubernamental ya reseñado. En esa línea, confirmó que se revertirá la posición del actual gobierno respecto de los acuerdos de Escazú (medio ambiente) y del Pacto Migratorio, buscando suscribirlos y ratificarlos. También dejó en claro que Prosur no será prioridad (en otras palabras, QEPD), aunque sí la Alianza del Pacífico. En cuanto al CPTPP, reconoció que el presidente electo se opone, aunque podría estar abierto a reconsiderar su posición en un plazo más largo (o sea estará en un cajón, eventualmente hasta nuevo aviso).
El subsecretario designado Ahumada morigeró su posición diciendo que no habrá una denuncia general de los TLCs, sino que se buscará renegociar hacia adelante algunos aspectos para hacerlos compatibles con el nuevo modelo que se quiere desarrollar. Eso sí no hay certeza de lo que va a pasar con la agenda de negociaciones en curso o concluidas con Corea del Sur, la Unión Europea, Paraguay, India, EFTA, por mencionar los principales.
A nivel declarativo y en el contexto de una entrevista a un medio internacional, el presidente electo expresó su apoyo a la precandidatura del izquierdista Gustavo Petro en Colombia, quien encabeza hasta ahora los sondeos para las elecciones generales en mayo. No es un misterio que muchos, incluyendo Gabriel Boric, piensan que el alineamiento hacia la izquierda de la mayoría del Mercosur (con la probable elección de Lula en octubre) y de la Alianza del Pacífico (con la elección de Petro) permitirá revitalizar la cooperación y concertación regional. Aunque ello podría ser un facilitador, la historia ha dejado en evidencia una y otra vez que no es suficiente. La declaración del presidente electo fue rechazada por una senadora colombiana que lo acusó de intervenir en un proceso interno.
En síntesis y muy preliminarmente, el próximo gobierno está actuando conforme a sus líneas programáticas, tanto en la dimensión de apuntalar la participación femenina como por el perfil de quienes tendrán la conducción del ministerio y los temas que quiere fortalecer. La gran duda y preocupación (que comparto) es sobre el rol del subsecretario Ahumada (en coordinación con el ministro de economía Grau y la subsecretaria Petersen). Pero, me reservaré un juicio para un tiempo después de que esté en funciones.
Por el momento solo reiteraré algunos conceptos ya expresados en anteriores columnas: que urge discutir y consensuar una política exterior que dialogue mejor con los cambios que ha experimentado el país, sin dejar de lado nuestros intereses y objetivos más permanentes. También que sería un gran error impulsar una política exterior ideológica, la que durará en definitiva lo que dure el gobierno, obstaculizando además un nuevo consenso de una política de Estado. Por último, y en la misma línea, que sería un error estratégico grueso no aprobar el CPTPP lo antes posible.
Sin duda, que el Congreso también jugará un papel relevante en el próximo período, incluyendo su intervención en la política exterior, especialmente en la aprobación de los tratados que se sometan a su consideración (la futura oposición podría condicionar la votación de algunos tratados que privilegiará el gobierno a la aprobación de otros concluidos pero pendientes como los mencionados en esta columna). Un parlamento más involucrado y activo en materia de política exterior es el mejor antídoto para su captura y encapsulamiento por el Ejecutivo.
Estamos a menos de un mes de pasar de la teoría a la práctica y la política exterior ocupará un lugar relevante en el esquema del nuevo gobierno. Pronto sabremos cuán apegada estará a la letra del programa, qué rumbo concreto tomará, sus consecuencias y cómo se vincularán y actuarán sus piezas fundamentales. Seguiremos monitoreando.