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25 de Febrero de 2022

Vetos a la crítica

Se ha planteado que sería muy deseable que surjan comentarios sobre el proceso de la Convención Constitucional, siempre que sean favorables y no negativos. Nos surge la interrogante de si realmente se está planteando que no hay espacio a la crítica.

Ha sido constante que desde la Convención Constitucional se plantee que quienes votamos “No Apruebo” creíamos que no era necesaria una nueva Constitución. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Han proliferado los comentarios, a veces diatribas, sobre quienes han osado hacer planteamientos críticos respecto al trabajo de la Convención Constitucional y a los primeros resultados (artículos) de ese trabajo. Es recurrente escuchar y leer que la persona que hace la crítica no tendría “derecho” o “autoridad moral” para hacerla. Es la clásica falacia ad-hominem- 

Otra vertiente, también clásica de visiones unilaterales, es que las críticas no deberían ser contrarias a la Convención y su trabajo. Resulta irritante volver a observar que la crítica, en el fondo, no es aceptada. Si se tiene la verdad, para qué perder el tiempo con lo que otros plantean. Es una nueva visión, más criolla y feminista, de lo que ocurría con las Ciencias Sociales en los llamados Socialismos Reales. 

Esas ideas se han manifestado con toda crudeza a raíz de la declaración de los autodenominados (reconozcamos que es algo feo el nombre) amarillos. No es posible que quienes fueron de la Concertación ahora comenten el trabajo de la Convención Constitucional; por supuesto, es posible y bienvenido el comentario de quienes también participaron en los gobiernos de la Concertación, que hacen loas al proceso.   

Se ha planteado que sería muy deseable que surjan comentarios sobre el proceso de la Convención Constitucional, siempre que sean favorables y no negativos. Nos surge la interrogante si realmente se está planteando que no hay espacio a la crítica, ya que si ellas son contrarias, ¿empobrecerían ese trabajo? ¿No es consustancial al diálogo que existan tesis y antítesis?

El riesgo de las opiniones contrarias sería que no van a ser tomadas en cuenta, por lo que todo el “debate” se daría al interior de la Convención y a lo que se plantee en los medios sobre ese trabajo, como relato, sin críticas negativas. En realidad, precisamente el que exista ese riesgo es causa de no estar a favor de la forma del debate y las conclusiones que comienzan a aparecer. Podría separarse la existencia de la Convención Constitucional de las formas concretas de su funcionamiento y resultados, pero no llevaría a un análisis que aporte al futuro del país. 

Ha sido constante que desde la Convención Constitucional se plantee que quienes votamos “No Apruebo” creíamos que no era necesaria una nueva Constitución. Esa es una deducción que me parece perfectamente ilógica e incorrecta. En mi caso, voté No Apruebo con la convicción, que mantengo, que necesitamos una nueva Constitución, pero que era preferible que la propusiera el Parlamento. Una vez instalada la Convención Constitucional, indicar que no es posible hacer comentarios sobre ella si no votamos Apruebo es igualmente equivocada; no diviso razón alguna para no poder opinar respecto a ella. El sesgo de la confirmación existe, y hace difícil aplaudir lo que se esboza como nueva Constitución, para lo que se requiere estar consciente de ello y hacer el esfuerzo intelectual de superarlo. No es tan complicado, pero al ir conociendo los planteamientos de la mayoría de los convencionales, y sus votaciones en comisiones y el pleno, lo hace mucho más difícil.
 

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