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11 de Marzo de 2022

Parte de guerra , segunda semana

Fundado en estas dos primeras semanas, soy pesimista de un pronto cese de las hostilidades, más allá de alguna tregua. La misma lógica de Putin de aplastar a los ucranianos para obtener su rendición incondicional, está alejando esa posibilidad. Quien ya tiene poco que perder, luchará con más encono.

Cada día que pasa suma atrocidades y destrucción.
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Ya han transcurrido dos semanas desde el fatídico 24 de febrero, día que marca el inicio de la invasión a Ucrania por las fuerzas rusas. Dos semanas de destrucción, muerte y horror, más allá de lo imaginable hasta hace poco. La mayoría de las ciudades ucranianas está por los suelos, con bombardeos indiscriminados a la población civil y más de 2 millones de refugiados han huido a Europa Occidental, principalmente Polonia, sin contar los millones de desplazados internos. Para graficar el inmenso impacto de esto, en estos días han llegado más de 300.000 refugiados solo a Varsovia. ¡Qué brutal transformación de la realidad! Si hace un poco más de dos semanas Ucrania era uno de los países más prósperos de la ex URSS y cada vez más integrado a Europa, en un continente exento de conflictos internacionales desde 1945, hoy es un país devastado y la guerra convencional, con la invasión de un Estado (una potencia nuclear nada menos) a otro, se ha instalado en Europa.

¿Qué efectos y consecuencias están emergiendo de esta guerra? En lo militar, sin duda que Putin cometió un gran error de cálculo y los ucranianos han presentado una resistencia mucho más fuerte de lo que se imaginó. Si pensaba que en menos de una semana iba a derrotar a las fuerzas ucranianas y derribar su gobierno para instalar a uno títere, todo con el beneplácito de la mayoría de la población, se equivocó rotundamente.

Las fuerzas ucranianas han logrado impedir la conquista de prácticamente todas las ciudades importantes y han infligido severas bajas materiales y humanas a las tropas rusas. Según recuentos ucranianos, son ya más de 12.000 los muertos rusos, incluyendo a dos generales. Los rusos por su parte, en su último recuento reconocen casi 3.000 muertos. En términos comparativos, y asumiendo que las cifras rusas sean las reales, ya van más víctimas de este país que todos los soldados estadounidenses que murieron en Afganistán (2001-2021).

Ante la inesperada resistencia, los rusos cambiaron de estrategia y están replicando lo que hicieron en Siria, atacando indiscriminadamente a las ciudades, incluyendo el corte de todos los servicios e impidiendo su reaprovisionamiento, de manera de tener a los civiles como rehenes y presionar a la rendición ucraniana. Demás está decir que se están vulnerando todas las leyes de la guerra y del Derecho Internacional Humanitario, con ominosas consecuencias para este y otros conflictos.

La agresión rusa ha generado una masiva afirmación ucraniana, que no solo pulveriza la falsa noción de que Ucrania era una creación sin sustento nacional, sino que impactará en la percepción que tienen los ucranianos de Rusia por varias generaciones, incidiendo en la dinámica bilateral. Si hasta hace unas semanas ambos pueblos tenían mucho en común dentro del mundo eslavo, incluyendo extensos lazos familiares y culturales, esto se verá profundamente alterado. Basta ver lo que ocurrió en la ex Yugoslavia, como tras su disolución y guerra, los países emergentes acentuaron sus elementos diferenciadores, incluso modificando parte de su lengua común.

El argumento de la seguridad de Putin se verá autocumplido. Invadió Ucrania invocando que era una amenaza para Rusia. Pues bien, acaba de consagrar un real enemigo en su frontera que, si bien puede que no tenga la capacidad por mucho tiempo de amenazar realmente a Rusia, sí podrá afectarla por otras vías, convirtiéndose en un verdadero cordón sanitario frente al resto de Europa.

Otra consecuencia de la invasión ha sido la unidad trasatlántica entre Europa y EEUU. En el campo militar la OTAN ha reaccionado vigorosamente movilizando efectivos para prevenir un ataque ruso. En lo político, los gobiernos del bloque han mantenido una estrecha coordinación y han sido capaces de aplicar sanciones económicas cuyo impacto se ha hecho sentir con fuerza en Rusia y su población, aunque también en los países occidentales. La circunstancia de que estos gobiernos estén dispuestos a asumir costos importantes para contener a Putin, no era evidente hace algunas semanas. Eso sí resta aplicar la mayor sanción de todas, que sería la prohibición dentro de la Unión Europea de importar gas y petróleo ruso (EEUU y el Reino Unido dejaron de importar crudo desde ese país). En lo inmediato ello es imposible, porque Europa depende casi en un 40% de su suministro de Rusia, y Alemania, en particular, es el país más dependiente de su gas. Pero, no es descartable que en algunos meses el escenario pueda cambiar y se logre establecer un suministro alternativo.

Mientras tanto, este escenario ha causado un aumento en los precios de los combustibles fósiles, lo que genera más problemas inflacionarios a nivel global. Los países que no son productores deberán desembolsar más recursos para abastecerse. Por otra parte, esto será un estímulo para las energías renovables. Es muy probable que, particularmente los europeos destinen cuantiosos recursos adicionales y nuevas normas para su desarrollo, impactando en el sector a nivel global.

La energía está teniendo también un efecto dominó en materia de alianzas. Hace unos días una alta delegación estadounidense visitó Venezuela con el propósito de asegurar el suministro de petróleo venezolano ante el bloqueo a Rusia, y de paso alejar al gobierno chavista de Putin. Está por verse si esto fructifica y qué implicará en materia de consolidación del régimen de Maduro, así como si significará un cambio de la política norteamericana hacia Latinoamérica.

El conflicto vino también a darle oxígeno a Biden, que estaba muy enredado en el ámbito interno y afectado por la desastrosa retirada de Afganistán. La invasión generó un raro consenso bipartidista y Biden ha podido reforzar su liderazgo doméstico e internacional, lo que, de mantenerse, podría redituarle electoralmente en los comicios parlamentarios de noviembre. El congreso norteamericano aprobó un paquete de apoyo a Ucrania de más de diez mil millones de dólares.

Una derivada adicional de esta invasión es el rearme europeo, lo que empujará la carrera armamentista mundial, restando recursos para causas tan relevantes como la lucha contra el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030. Eso sin considerar que una mayor disponibilidad de armas puede resultar en mayores probabilidades de conflicto.

En materia alimentaria, la muy probable pérdida de la mayoría de las cosechas ucranianas y el boicot a las exportaciones rusas, va a afectar seriamente el precio de algunos alimentos a nivel global y su disponibilidad, agravando la coyuntura actual de escasez de muchos productos en atención a causas climáticas y logísticas. La FAO advierte que esto inflará aún más los precios de los alimentos y acentuará la inseguridad alimentaria en el mundo. Y la falta de acceso a los alimentos puede provocar o profundizar las migraciones, y generar hasta conflictos internos y guerras entre países. África y el Medio Oriente son especialmente sensibles en esta materia. Por eso, muchos gobiernos deberán replantearse sus políticas agrícolas y alimentarias, con el objetivo de asegurar un mínimo de abastecimiento local y una menor dependencia externa.

Concluyo este parte volviendo al ámbito militar. Más de 60.000 ucranianos residentes en el extranjero han regresado para pelear por su país. A eso hay que sumar más de 20.000 extranjeros, muchos con entrenamiento militar, que también han acudido para combatir por Ucrania. Esto evoca las brigadas internacionales de la Guerra Civil Española. Por su parte Rusia, que parece estar llegando al máximo de sus posibilidades de contingente en combate (casi 200.000) sin tener que descuidar otros puntos de su extensa frontera ni recurrir al llamado de reservistas y nuevos conscriptos, anunció que enrolará a unos 16.000 combatientes sirios para sumarse a sus fuerzas. Ambas circunstancias, sin contar con el apoyo en armas, logística e inteligencia que está recibiendo Ucrania, internacionaliza en la práctica el conflicto y acentúa los riesgos de su extensión y escalamiento.

Fundado en estas dos primeras semanas, soy pesimista de un pronto cese de las hostilidades, más allá de alguna tregua. La misma lógica de Putin de aplastar a los ucranianos para obtener su rendición incondicional, está alejando esa posibilidad. Quien ya tiene poco que perder, luchará con más encono. Y cada día que pasa suma atrocidades y destrucción, incentivando la voluntad de lucha de los ucranianos. En esa línea, creo que aumentarán sustantivamente las bajas rusas y no es descartable alguna acción ucraniana, por más simbólica que sea, en el propio territorio ruso. La censura y el ocultamiento del creciente número de soldados rusos muertos serán cada vez más insostenibles para Putin y su régimen. Y la historia deja en evidencia que la sociedad rusa no ha sido benigna con quienes son percibidos como perdedores en las guerras.

Aunque parezca ahora muy improbable, en un contexto tan dinámico como el que estamos viviendo, cabe preguntarse qué pasaría si Putin es removido del poder. ¿Podría desatarse una pugna por su sucesión y reavivarse las latentes fuerzas centrífugas dentro de la Federación Rusa (chechenos, tártaros y otros)? ¿Cómo impactaría eso en el sistema internacional y en los países vecinos? El conflicto actual y la propia edad y tipo de liderazgo de Putin obligan a hacerse con más urgencia estas preguntas.

 

 

 

 

 

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