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7 de Abril de 2022

Aumento del salario mínimo: nadando con una mano atada

No solo se busca aumentar el salario mínimo de $350.000 a $500.000 hacia fines del mandato -el aumento más grande de nuestra historia reciente-, sino que reducir la jornada laboral a 40 horas. Es decir, si la búsqueda por mejores salarios fuese un desafío de natación, el Gobierno espera nadarlo con una mano atada a la espalda.

De acuerdo a datos provistos por la OCDE, Chile es el segundo país de los 31 observados con un mayor salario mínimo respecto al mediano. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Ante las críticas que el Gobierno ha recibido por lo ambicioso de las reformas laborales que pretende llevar a cabo, ha respondido que tales medidas no solo son realizables, sino que también permitirían darle un mayor dinamismo a la economía y “empujar” a las empresas hacia una mayor productividad.

 Estas afirmaciones, sin embargo, pueden estar más basadas en el afán de apegarse a las promesas electorales que en la realidad: y es que no solo se busca aumentar el salario mínimo de los actuales $350.000 a $500.000 hacia fines del mandato -el aumento más grande de nuestra historia reciente-, sino que al mismo tiempo reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales. Es decir, si la búsqueda por mejores salarios fuese un desafío de natación, el Gobierno espera nadarlo con una mano atada a la espalda. Ante este exceso de confianza, que puede acabar por afectar tanto al mundo laboral como a la economía en general, conviene tener presente algunos aspectos que ayuden a dimensionar la magnitud de lo propuesto.

En primer lugar, dada la realidad salarial del país, no resulta obvio que el ingreso mínimo en Chile sea particularmente bajo. Una manera de aproximarse a esta cuestión -si bien no la única ni la definitiva- es observando la relación entre el salario mínimo y mediano del país; o sea, qué porcentaje gana aquel trabajador en el fondo de la distribución salarial respecto a aquel que está justo en la mitad. De acuerdo a datos provistos por la OCDE, Chile es el segundo país de los 31 observados con un mayor salario mínimo respecto al mediano, siendo superado solo por Colombia. Esta cifra sugiere que el problema radica más bien en un bajo nivel general de sueldos, incluyendo sectores medios, y no solo en los trabajadores que ganan el mínimo.

Luego, el aumento del salario mínimo adquiere una nueva magnitud cuando se combina con la reducción de la jornada de 45 a 40 horas, aumentando en un 60% el costo de contratación por hora en términos nominales. Las implicancias de este aumento son aún mayores cuando consideramos que el 70% de los trabajadores que ganan el salario mínimo (y suscritos al Seguro de Cesantía) son empleados por micro, pequeñas o medianas empresas.

Ante lo expuesto, los defensores de la implementación conjunta de ambas medidas dentro de un acotado mandato de cuatro años argumentan que este encarecimiento de los costos de contratación obligará a las empresas a adaptar sus procesos para volverse más productivas en el camino; “la carreta delante de los bueyes”, dicen por ahí. Esta es una apuesta que no deja de resultar riesgosa en un escenario en que la certeza es un bien cada vez más escaso. Quizás sea momento de sincerar la discusión y distinguir lo deseable de lo realizable.

 

Alfredo Maira,

investigador Horizontal

 

 

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