Día de la Tierra: desafíos para la educación, el quehacer científico y la participación ciudadana
Como punto de partida se requiere que la protección del medio ambiente cruce toda nuestra futura Constitución, pero también que las leyes aterricen y hagan operativo ese mandato fundamental. Que las políticas y programas públicos cuenten con los recursos adecuados y que se formulen con las comunidades para hacerlos pertinentes a las realidades de cada territorio.
La conmemoración del Día de la Tierra cada 22 de abril tiene los mismos cuestionamientos que otras celebraciones. Ello, porque a la madre Tierra hay que homenajearla todos los días y pasar de las intenciones a las acciones reales que aseguren su protección.
Pensar en la tierra, en nuestro terruño llamado Chile nos traslada a tantos lugares increíbles de nuestra “loca geografía”, como la llamó Benjamín Subercaseaux, sitios que poblaron nuestros abuelos (as), que nos han cobijado y también habitarán nuestros nietos (as).
Lugares que han plasmado la belleza del paisaje con las huellas culturales de nuestro quehacer social y productivo. Pero también, nos encontramos con territorios y maritorios que evidencian la marca lamentable que hemos dejado en ellos. Zonas de Sacrificio, como se les llama, y que encontramos en muchas regiones, todas derivadas de nuestra ceguera, la indolencia de las autoridades y la codicia de unos pocos.
2022 nos encuentra en medio de tantas y tan contradictorias señales. Por un lado, los inquietantes informes de Naciones Unidas y de otras entidades científicas que nos alertan sobre los agudos efectos del cambio climático que tienen a Chile como uno de los países que se verá más afectado en su biodiversidad y recursos naturales. A esto, se agrega la aguda sequía que se extiende ya por años, amenazando la vida misma en tantos lugares y que empieza a generar relocalización de actividades productivas y migraciones humanas.
Pero hay otra amenaza de la cual somos directamente responsables. Varias entidades científicas, indican que Chile ha caído en situación de déficit ambiental por el alto nivel de contaminación y de sobreconsumo de los recursos naturales. Según el informe anual de la plataforma “Earth Overshoot Day”, ya en mayo de 2021, la demanda de nuestra población por recursos y servicios de la naturaleza sobrepasó lo que ella pudo regenerar durante ese año. Similares alarmas han sido planteadas por científicos de universidades regionales que ven esto como una consecuencia negativa del modelo económico de Chile, basado en un consumo y crecimiento del PIB que utiliza los recursos como si fueran infinitos.
Esto torna incomprensible la lentitud de los gobiernos y parlamentos para impulsar medidas efectivas de protección de los recursos naturales, incluyendo acciones de información y sensibilización a la ciudadanía.
Pero, por otro lado, el desarrollo científico y tecnológico abre grandes posibilidades para evitar, reducir o reparar el impacto en el medio ambiente. Asimismo, y especialmente en las nuevas generaciones, se observa una mayor educación y preocupación por la sustentabilidad ambiental. La prioridad que la Convención Constitucional le ha otorgado al tema, anticipa que la nueva Carta Magna entregará importantes mandatos para las autoridades, con políticas públicas y ciudadanía en pro de un nuevo trato al medio ambiente.
Sin embargo, muchos de los daños ecológicos y agresiones a nuestra Tierra y sus ecosistemas no se revertirá en el corto plazo con un cambio de leyes o de una Constitución. Se requiere una acción integral que comprometa efectivamente al gobierno nacional, regional y local, a los agentes productivos, a la educación superior, a gremios profesionales, medios de comunicación, organizaciones sociales y a la ciudadanía.
Como punto de partida se requiere que la protección del medio ambiente cruce toda nuestra futura Constitución, pero también que las leyes aterricen y hagan operativo ese mandato fundamental. Que las políticas y programas públicos cuenten con los recursos adecuados y que se formulen con las comunidades para hacerlos pertinentes a las realidades sociales, culturales y ambientales de cada territorio.
“Chile país de rincones”, que sabiamente describió Mariano Latorre, no podrá enfrentar este dramático desafío si no se entrega un rol principal –competencias y recursos- a los Gobiernos Regionales y Municipalidades. Son ellos los llamados a tener una voz relevante en promover el desarrollo económico local, la generación de empleos, de impuestos y exportaciones, cautelando la sustentabilidad social, cultural y ambiental de sus territorios.
Las universidades regionales han realizado un gran aporte en el tema y sin duda, lo harán aún más en el futuro. Sus programas de pregrado forman profesionales y personas dotadas de valores y principios; sus magísteres y doctorados forman recursos humanos altamente calificados para definir las mejores iniciativas a implementar en la gestión pública, privada o comunitaria; sus núcleos científicos aportan los conocimientos para entender las complejidades técnicas y también éticas del desarrollo posible y deseable; su personal académico y profesional mediante acciones de extensión y vinculación afianzan la misión y el compromiso con las comunidades de su entorno.
Chile debe cambiar su modelo de desarrollo, pues el grito de nuestra madre Tierra es cada día más dramático, pero también debe hacerlo pues cuenta con las capacidades técnicas, científicas y humanas para ello, pero por sobre todo no tenemos otra alternativa…. no existe el Chile B.
José A. Ábalos,
director Ejecutivo AUR