Salgamos del embrollo
Dado que la mayoría quiere cambiar la Constitución actual, pero también rechazar el texto de extrema izquierda que se propondrá, lo mejor es que los parlamentarios se hagan cargo de explicarle al país que si se impone el rechazo, ellos se comprometerán o a hacerle cambios sustantivos a la Carta Fundamental de Lagos, o derechamente y con el aval del Gobierno, reemplazarla por otra.
Todos concordamos que estamos en un zapato chino, y que eso ha sido consecuencia directa de la clase política, la que está y ha estado en permanente desconexión con la ciudadanía.
No olvidemos que cuando estábamos hasta la coronilla con los abusos económicos que comenzaron a develarse (Caso La Polar, Farmacias, Pollos, Arcis, platas políticas y tantos otros), la derecha en vez de hacer un mea culpa y ponerse a disposición para modificar las leyes y sancionar ejemplarmente los abusos, no halló nada mejor que insistir en poner como candidato para Presidente al que menos autoridad tenía para impulsar cualquier modificación al modelo, cuestión que el mismo se encargó de ratificar entre otros; con los nombramientos que hizo, el viaje que realizó con sus hijos a China, y con la sociedad que constituyó off shore para hacer negocios.
Su descaro lo terminamos pagando todos. La extrema izquierda se tomó la calle el 18 de octubre del año 2019, y destruyó todos los símbolos del modelo. Lo hizo, como si ellos fueran culpables de la precariedad, y a sabiendas, de que gracias precisamente a ese modelo, tan injustamente denostado, Chile había logrado derrotar el hambre y la miseria. Pero, la realidad no bastó. Pudo más la mentira, el odio y el resentimiento. Nadie puso límites. La ciudadanía quiso hacerlo, al manifestarse abrumadora y pacíficamente el 25 de octubre del mismo año. No obstante, nuevamente los políticos, en vez de ponerse de acuerdo en hacer los cambios, y diferenciar lo que es la expresión legítima de quien se manifiesta, respecto de aquellos que lo hacen violentamente y con el solo propósito de imponer su agenda, plantearon como necesario un cambio en las bases de la institucionalidad.
Sabían o debían saber que ese no era el problema. Sin embargo, hicieron oídos sordos, e introdujeron incertidumbre a la economía, provocándole costos que pagaremos todos, y principalmente los más pobres, que son precisa y paradójicamente los que votan por quienes en base a eslóganes panfletarios los llevan una y otra vez al despeñadero.
Aunque lo que debía hacerse era realizarle ajustes en serio al modelo, y respaldar sin ambages a las fuerzas policiales, y expresarle también sin letra chica al electorado, y especialmente a los fiscales y a los jueces, que en democracia los derechos humanos los vulneran no la policía, sino que los individuos que recurren a la violencia para imponer su agenda, terminamos con una Convención Constituyente (CC), que como la mayoría admite, ha profundizado y radicalmente la división entre nosotros.
Debe enfatizarse que no conformes con la incertidumbre generada por la CC, la DC, el PPD, los radicales, los socialistas, y varios partidos de centro y de centroizquierda, atraídos inexplicablemente por la fuerza de la extrema izquierda, en vez de promover a candidatos inteligentes, preparados y por sobre todo moderados, como Ximena Rincón, Fuad Chahín, Felipe Harboe, Ricardo Lagos Weber, o el mismo Girardi (reconocidamente inteligente y articulador), postuló a la más izquierdista de todos, para entregarles en bandeja las elecciones y consecuentemente el poder, a quienes por su historia, tenían menos autoridad que cualquiera para reestablecer la principal demanda de la ciudadanía, que no es otra que el orden y la seguridad pública.
No se saca nada con llorar sobre la leche que ya se derramó, lo que importa ahora es cómo salimos de este embrollo. Si bien, tenemos que bancarnos al Presidente que se eligió, tal como lo hicimos con el anterior, pese a que este último pudo y debió renunciar cuando no fue capaz de hacer cumplir la Constitución, hoy sí tenemos opciones para resolver lo que constituye nuestro principal problema que es la CC, la que sabemos se ha convertido en un verdadero circo, con miembros que; votan desde la ducha, despotrican contra todo, sin saber ni aportar nada, o simplemente haciendo apología de modelos que han fracasado en todos lados.
Dado que la mayoría (80%) quiere cambiar la Constitución actual, pero también (más del 50%) rechazar el texto de extrema izquierda que se propondrá, creo que frente a este dilema, lo mejor es que los parlamentarios actuales, que tienen una legitimidad, preparación y una representatividad muy superior a la que presenta la mayoría circunstancial y de extrema izquierda de la CC, se hagan cargo de explicarle al país que si se impone el rechazo, ellos se comprometerán o a hacerle cambios sustantivos a la Carta Fundamental de Lagos, incorporando los requerimientos que el país exige tanto para fortalecer la descentralización, como a todas aquellas instituciones que defienden la seguridad ciudadana y promueven el emprendimiento privado, que es lo único que permite que los países salgan de la pobreza; o derechamente y con el aval del Gobierno, reemplazarla por otra, sea que esta sea; confeccionada directamente por el actual Parlamento y bajo los quórum calificados que hoy se exigen o designando – lo que para mí sería la mejor opción – en la misma proporción que están representados, un equipo de 41 profesionales de excelencia, que representan al 20% de los parlamentarios en ejercicio, para que con el mismo quórum calificado de 2/3 propongan un texto constitucional, que tras su ratificación parlamentaria sea plebiscitado en una votación obligatoria. Cualquiera de las alternativas planteadas, debiera comenzar y terminar en un plazo máximo de 90 días.
Si no lo hacen, y gana el rechazo que es lo más probable, considerando que la mayoría de los chilenos no quiere una Constitución mentirosa, que reniega de su historia y de sus símbolos, tendremos que seguir con la Constitución de Lagos, que aunque es mejor por lejos que la que se propondrá, e incluso que varias que rigen en el resto de Latinoamérica, tiene injustamente mala publicidad, y eso aunque no queramos ni aceptemos reconocer, afecta y seguirá afectando la estabilidad y seguridad jurídica que nuestro país necesita otorgar, si queremos salir del embrollo en que injustamente estamos metidos.