“Cumplimos”
“Cumplimos” dirá el Estado cada vez que un nuevo estudiante logre graduarse, pasar un nuevo curso o rendir exitosamente los exámenes de cada asignatura. De poco importará que ese alumno, o sus padres, consideren lo contrario. El Estado ya habrá cumplido, con el mismo “cumplimos” que escuchamos de tantos convencionales en la sesión.
Una educación pública de calidad pareciera ser el gran eslogan ganador de la jornada de votaciones de la Convención del día miércoles. Una que no requiere de colegios particulares subvencionados en la prestación del derecho a la educación. Una que no se somete a la vil competencia entre establecimientos, que no estresa a sus profesores, y que no mide la calidad por los resultados.
Las promesas siguen. Será una educación pública que incorpore a todos los niños, diversa en cuanto a las alternativas que el propio Estado ofrece, y que se ocupa de las necesidades de los pueblos originarios. Por si fuera poco, logrará a su vez, la construcción del bien común, de la justicia social, y el respeto de los derechos humanos y de la naturaleza.
Su principal atributo será la calidad la que, sin embargo, no se orientará al cumplimiento de las metas de cada proyecto educativo, ni tampoco al logro de cierto nivel de conocimientos que permita a la persona desarrollarse dentro de sus facultades humanas en forma integral. Nada de eso. La calidad se medirá ahora por el cumplimiento de los fines y principios que establezca la propia Constitución y materialice la ley a través de conceptos como el enfoque de género, la interculturalidad, la solidaridad y la justicia, entre otros más. No habrá de que preocuparse: si los contenidos impartidos cumplen con todos estos principios y fines, será de calidad.
“Cumplimos” dirá el Estado cada vez que un nuevo estudiante logre graduarse, pasar un nuevo curso o rendir exitosamente los exámenes de cada asignatura. De poco importará que ese alumno, o sus padres, consideren lo contrario. El Estado ya habrá cumplido, con el mismo “cumplimos” que escuchamos de tantos convencionales en la sesión.
Para desgracia de muchos, el “cumplimos” de la sesión, tuvo y tendrá poco de verdadera calidad educacional. Los convencionales justamente motivados por las graves diferencias de oportunidades que conllevaba el sistema, se obsesionaron sin embargo con un diagnóstico incorrecto y una solución perversa.
La culpa de la mala educación pública no la tienen los colegios particulares subvencionados. Tampoco son estos los culpables de la segregación. Un sistema de admisión común, junto a la prohibición de lucro y copago se habían encargado de combatirla, pero nada se logró en términos de calidad. Llevamos años escuchando sobre lo mala que es la educación pública y no se ha hecho nada en concreto para mejorarla. Al contrario, habiendo tenido la oportunidad el gobierno de Bachelet de hacer cambios profundos y efectivos para su mejora, optó por “quitar los patines” a quienes recién intentaban andar. Ahora la Convención fue un paso más allá.
El “cumplimos” de los convencionales no mejorará la educación del Estado, porque ni la calidad propuesta apunta a la mejora del sistema.
En efecto, los países con altos índices de calidad de la educación pública implementan políticas que la hacen altamente atractiva por los excelentes resultados que tienen. Las personas eligen la educación pública porque es buena. En este país se cree que la educación pública será buena porque no habrá otras alternativas que elegir. Pero algo falla en esta ecuación si no se sientan las bases para su mejora.
Necesitamos nivelar a los niños para que en primero básico no existan altas brechas de aprendizaje, pero se eliminó de la Constitución la obligatoriedad de Kínder. Necesitamos directores empoderados capaces de liderar sus equipos y comunidades educativas, pero son los únicos ausentes en todo el texto normativo. Necesitamos que el centro del aprendizaje sean los niños, pero se prioriza la estabilidad laboral de un profesor sin considerar si efectivamente aporta en garantizar el derecho de educación de los niños. Necesitamos un gran acuerdo nacional de mejora de la educación en general, pero se elimina el 55% de la matrícula correspondiente a los colegios particulares subvencionados.
Una vez más “cumplieron” con una hoja de ruta homogeneizadora de la educación en Chile. Seguramente no habrá buena calidad, pero si todos están igual, la mala educación pública dejará de ser un problema.