Segundo, el noveno muerto
Sin autoridad, sin una estrategia y un plan estructurado de desarrollo para la región más allá de la restitución de tierras, la macrozona sur seguirá con pena, con hambre y sobre todo con miedo. Segundo era un trabajador mapuche que había decidido junto a sus comunidades la reivindicación legítima de sus tierras por la vía pacífica y laboraba reforestando.
Tal como viene siendo con los nueve que totaliza la llamada macro zona sur desde comienzos de año. Eso, mientras en La Moneda se buscan maneras “intermedias” de hacer lo que se debe hacer: imponer la autoridad, restituir el Estado de Derecho y perseguir a los delincuentes sin complejos de culpa luego de la irresponsable “romantización” de la violencia que hacían hasta hace poco quienes hoy gobiernan. Eso, también, mientras el primer mandatario considera que expresar ideas subversivas no es delito, como reaccionó frente a la frontal provocación del líder de la Coordinadora Arauco Malleco, Héctor Llaitul, quien llamó a “preparar fuerzas” y “organizar la resistencia armada” si es que se decretaba Estado de Excepción. Ahora, Llaitul, frente al crimen de Catril, se lava las manos. Dice que ellos no tuvieron nada que ver.
De poco sirve salir con el cliché de que “Arauco tiene una pena” cada vez que muere un trabajador inocente. Violeta Parra debe indignarse en su tumba viendo el uso pop, pseudo intelectual, que se hace de su verso, cuando Arauco y La Araucanía ya tienen nueve penas solo este año y nada indica que no haya más. Impunes todas, probablemente.
Sin autoridad, sin una estrategia y un plan estructurado de desarrollo para la región más allá de la restitución de tierras, que se viene haciendo desde hace décadas, como lo demuestra la misma pega a la que se dedicaba Segundo Catril, la macrozona sur seguirá con pena, con hambre y sobre todo con miedo. Segundo era un trabajador mapuche que había decidido junto a sus comunidades la reivindicación legítima de sus tierras por la vía pacífica y laboraba reforestando.
La semana pasada, gente cercana dedicada al trabajo social, visitó Tirúa. ¿Cuál fue la primera descripción que hicieron al volver? Lo que les dijo la gente: “Aquí para sobrevivir hay dos principios esenciales: ten cuidado con quién hablas y si te toca, te toca”.
En ese clima de desconfianza, temor, rencillas internas, la inteligencia y un liderazgo firme, con autoridad y ascendiente moral, parecen ser claves. Es lo mismo que requiere el restablecimiento de la normal convivencia escolar en los llamados liceos emblemáticos.
Para controlar, anular y eliminar la perniciosa acción de no más de 30 alumnos incendiarios, resentidos y estimulados por sus propios padres, más fanáticos e ideologizados que ellos, se requiere un mando real. Con peso, conocimiento, convicción en el valor del orden y la autoridad, sin matices culposos, independiente de presiones políticas e inteligencia para investigar y anticiparse a sus acciones delictuales, llamándolas como lo que son.
Más que afligirse y mostrarse ingenuamente comprensivo con las reivindicaciones, algunas de ellas disparatadas, de violentistas y extremistas, el acento debe estar puesto en los que quieren restituir el derecho a vivir, trabajar, estudiar y prosperar, que son la mayoría.