¿Después de Chile, Colombia?
Los días que quedan hasta el 19 serán duros. Petro, quien hasta hace poco era el seguro ganador, ya no lo parece. Estando tan cerca, podría perder su última oportunidad de llegar a la presidencia.
El fin de semana pasado tuvo lugar la primera vuelta presidencial en Colombia y el resultado fue sorpresivo. No en el sentido del ganador relativo, Gustavo Petro, sino por quien lo acompañará en el balotaje, el independiente Rodolfo Hernández. Quien figuraba como favorito tras Petro, que lleva más de 1 año campeando inalcanzable en todas las encuestas, era Federico “Fico” Gutiérrez, el candidato de los partidos de derecha. Pero en los últimos días, Hernández subió como la espuma y superó holgadamente a Gutiérrez con un 28% frente al 40% de Petro. Gutiérrez quedó en un 24%.
¿Qué pasó y qué podría implicar este resultado?
Al igual que en casi todos los países de la región, los partidos tradicionales venían erosionándose, dando lugar a nuevas agrupaciones, en un escenario político crecientemente fragmentado. Los partidos Conservador y Liberal, que durante buena parte de la vida independiente de Colombia se alternaron en el poder, en las últimas dos décadas dieron paso a nuevas agrupaciones, muchas de ellas escisiones de los mismos partidos, agrupados en torno a algún liderazgo, y por lo mismo dependientes de su suerte. Es el proceso de desinstitucionalización de la política que ha venido experimentando América Latina, en paralelo con el regreso a la primera línea del siempre latente populismo y su personificación en el caudillismo, figura tan arraigada en esta parte del mundo.
Tras las elecciones legislativas que precedieron en marzo a la primera ronda presidencial, el panorama político colombiano ha cambiado inequívocamente. En primer lugar, la izquierda agrupada en el denominado Pacto Histórico (sería el equivalente del Frente Amplio de Chile y Uruguay), por primera vez en su historia obtuvo una representación significativa, con la bancada más grande en el senado (16) y la segunda de la cámara de representantes (25). Junto con ello, los partidos Liberal y Conservador perdieron escaños y, aunque seguirán siendo influyentes, ya no serán determinantes como antes en un congreso mucho más fragmentado.
Quien gane en la segunda vuelta, no contará con una mayoría legislativa y deberá negociar, ya sea para articular una coalición programática, o en una dinámica más en función de la coyuntura y del mérito de los proyectos de ley que se impulsen por el ejecutivo. Esto ha sido la constante de casi todas las últimas elecciones en la región, donde los presidentes no tienen mayoría parlamentaria. En contextos polarizados como los que vivimos, nuestros sistemas presidenciales han sido cuestionados por importantes sectores, al no generar salidas políticas más fluidas como podría suceder en un régimen parlamentario y al propender a una suerte de entrampamiento entre los poderes en pugna, lo que repercute a todo nivel en los países. De ahí que estemos presenciando en fortalecimiento de los congresos frente a los presidentes, muchas veces incluso con violación constitucional y legal expresas.
Otro efecto relevante es que los partidos tradicionales se quedaron sin candidato presidencial por primera vez para la definición. Esto ocurrió porque el gobierno de Iván Duque ha sido muy mal evaluado y porque la mayoría de la población considera que el país tiene que dar un giro importante, que no puede ser impulsado por los mismos de siempre y que vienen alternando en el gobierno desde hace décadas.
Gustavo Petro, 62 años, es un ex guerrillero del M19 que ha hecho una carrera política en la izquierda y que ya en la elección pasada llegó a la segunda vuelta. Su programa de gobierno es muy similar al del Frente Amplio chileno, con énfasis en la ecología, género, salud y educación universal, tributo a los más ricos y reformas a la propiedad de la tierra y a las fuerzas de orden y seguridad. Comparte con esta “nueva” izquierda latinoamericana la idea y voluntad de refundar el sistema político y económico, para terminar con injusticias históricas y propender a una sociedad más igualitaria.
Rodolfo Hernández, 77 años, es un empresario cuya única experiencia política es haber sido alcalde de Bucaramanga. Políticamente es de derecha, aunque se sabe muy poco de lo que piensa realmente. Le dicen el Trump colombiano por su estilo mordaz, irreverente y directo. Ha construido su plataforma electoral en torno al combate contra la corrupción y terminar con los privilegios, aunque es vago en los detalles. En materia económica, su plan se enfoca principalmente en ajustar subsidios e incrementar la producción nacional por sobre la extranjera. Además, incentivar la competitividad de las empresas locales.
En salud, busca universalizar la atención. Además, promete paridad de género tanto en su gobierno como en toda la administración pública.
Para Petro, ha sido una mala noticia el segundo lugar de Hernández. En un esquema clásico de izquierda contra derecha, tenía todas las de ganar, aunque fuere por el hastío con la derecha. Si Gutiérrez hubiera ido al balotaje, todo indicaba que la victoria de Petro era casi segura. Pero Hernández es un candidato fuera del molde, que, aunque de derecha, figura como alguien que no es producto del sistema tradicional de partidos y sin compromisos con la clase dirigente, a la cual aparece criticando ácidamente. Ambos entonces serían outsiders con relación con la élite tradicional colombiana, de ahí la popularidad de Hernández.
En un contexto polarizado y considerando la historia de la izquierda en Colombia, muy identificada a la lucha armada, Petro la tiene difícil para triunfar el 19 de junio. Ya no tiene el monopolio de ser una candidatura “distinta” para dar un nuevo rumbo al país y, aunque muchos colombianos coincidan con su diagnóstico, no están seguros de que sus medidas y políticas sean las adecuadas para llevar al país por una nueva senda. Hernández, para muchos, parece reunir la voluntad de cambio sin desarticular la economía, entendiendo que sin crecimiento no hay recursos para implementar mejores condiciones sociales. Y para los colombianos (y todos nosotros) está a la vista que la principal falencia de los gobiernos de izquierda de la región es que no han sabido conciliar de buena forma los cambios políticos y sociales con el crecimiento económico, por lo cual se termina diluyendo buena parte de su esfuerzo.
Las encuestas dan cuenta de esa percepción, otorgando mejores posibilidades a Hernández. Por eso, junto con tratar de sacarlo al debate, cosa que Hernández no hizo en primera vuelta haciendo campaña exclusivamente por las redes sociales y en particular por Tik Tok, buscará demostrar sus inconsistencias como las numerosas investigaciones o causas judiciales por corrupción en las que ha estado involucrado su rival.
Por su parte, Hernández, con o sin debate aludirá al pasado guerrillero de Petro (su padre fue secuestrado por las FARC y una hija asesinada por esta guerrilla), por las emociones que suscita en la sociedad colombiana, y también para asimilarlo al chavismo (Petro fue amigo de Hugo Chávez).
Los días que quedan hasta el 19 serán duros. Petro, quien hasta hace poco era el seguro ganador, ya no lo parece. Estando tan cerca, podría perder su última oportunidad de llegar a la presidencia.
Quienquiera que gane, encaminará a Colombia hacia un nuevo ciclo político, aún cuando no esté claro cómo lo haría Hernández.
Los países de la región están mirando con atención lo que ocurre en Colombia. ¿Seguirá la línea de Perú y Chile (que podría ser seguida luego por Brasil) dejando a casi toda la región con gobiernos de izquierda? ¿O marcará una diferencia e incluso un punto de inflexión?
Los sabremos el 19 de junio.