De Petro a Francia
Con la victoria de Petro, Colombia se suma a la marea de regímenes de izquierda que han tomado el poder en buena parte de América Latina.
El domingo pasado hubo elecciones en Colombia y Francia, con cambios de rumbo en ambos países y la instalación de grandes interrogantes sobre el futuro inmediato.
En Colombia, por primera vez en su historia, triunfó un candidato de izquierda, Gustavo Petro, emanado de una coalición – el Pacto Histórico – que en las elecciones legislativas de marzo obtuvo resultados importantes constituyéndose en la primera mayoría en el senado y la segunda en la cámara.
La verdad es que, si bien Petro sacó la primera mayoría en la ronda inicial con el 40%, se veía difícil que pudiera triunfar en la segunda porque la derecha sumada superaba el 50% y porque él estaba cerca de su techo histórico. Así lo demostraron las encuestas, las cuales tras la primera vuelta ubicaban como favorito al hasta entonces desconocido Rodolfo Hernández, quien como Petro, reunía la condición de “afuerino” de la clase política tradicional.
El favoritismo de Hernández se fundaba en que representaba el anhelo del cambio y de no más continuismo de derecha, con la seguridad de preservar una economía sujeta en lo fundamental a la iniciativa privada y a las leyes del mercado. Pero ese favoritismo se fue diluyendo con intervenciones y exabruptos que, si bien lo pudieron catapultar en la primera vuelta, lo hundieron en la campaña posterior. Destacan en esa línea sus referencias peyorativas a las mujeres y alusiones insultantes al catolicismo, que sin duda le hicieron perder votos. Se suma a ello su rechazo a tener un debate con Petro, a pesar de que este aceptó todas sus condiciones, lo que también fue mal evaluado.
Así como Hernández hizo una mala campaña final con errores fatales, Petro supo movilizar los votos que le hacían falta y ello se lo debe a Francia Márquez, su compañera de lista y vicepresidenta electa. Márquez es la primera mujer negra que llega a tan alto cargo, tras una corta pero intensa vida dedicada al activismo civil y político. Ella logró que salieran a votar en mayor proporción los grupos afines a la candidatura de Petro, entre los cuales están los más vulnerable social y económicamente: afrodescendientes, indígenas, campesinos y grupos D y E.
Con la victoria de Petro, Colombia se suma a la marea de regímenes de izquierda que han tomado el poder en buena parte de América Latina. Ello incluye la Alianza del Pacífico, cuyos presidentes son todos del mismo signo.
Al igual que sus pares electos en Perú y Chile, Petro en su campaña ha propuesto implementar cambios profundos al país. Ha prometido ampliar los programas sociales, garantizar trabajo y un ingreso para las personas desempleadas, reforzar el acceso a la educación superior, aumentar la ayuda alimentaria, cambiar el país a un sistema de salud controlado públicamente y rehacer el sistema de pensiones. También contempla una reforma agraria que desalentaría con impuestos la propiedad de grandes parcelas de tierra y otorgaría títulos de propiedad a los pobres.
Petro se ha comprometido igualmente a implementar por completo el acuerdo de paz de 2016 con el grupo rebelde más grande del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia o FARC. Finalmente, el presidente electo quiere imprimir un fuerte sello ambientalista a su gobierno, procurando disminuir su dependencia del petróleo y el carbón, mutando a energías renovables y otras actividades sostenibles que reemplacen los ingresos que estos combustibles generan en el comercio exterior de este país. Junto con ello, se propone frenar la destrucción de la Amazonía colombiana, donde la deforestación ha alcanzado nuevos máximos en los últimos años.
Para cumplir con su programa, Petro dice que los fondos se obtendrán de aumentar los impuestos a las 4000 familias más ricas del país, eliminando algunos beneficios fiscales corporativos, aumentando algunos aranceles de importación y atacando a los evasores de impuestos.
El triunfo de Petro se da en un contexto de profunda polarización y grave crisis social y económica. Sin perjuicio de los planes y expectativas de la coalición triunfadora, la verdad es que tendrá escaso margen de maniobra, especialmente considerando que el período dura 4 años sin reelección. La situación fiscal es mala tras años de pandemia, por lo que buena parte del programa será irrealizable en la práctica, aún cuando se pueda aumentar la recaudación tributaria. Además de las restricciones económicas, hay que considerar que el nuevo gobierno no tendrá mayoría en el congreso y deberá pactar sus reformas, lo que será muy arduo y sin garantía de éxito.
Consciente del complejo escenario que se le viene, Petro ha convocado a un acuerdo nacional de todos los partidos, de manera de generar un pacto de gobernabilidad. La reunión se llevará a cabo la próxima semana y Álvaro Uribe, la némesis de Petro, aceptó participar. Lo que salga de esa reunión será en buena medida un indicador del camino por delante, ya sea con una oposición colaborativa u obstruccionista.
Al igual que en otros países de la región, la elección de la dupla Petro-Márquez deja en evidencia la profunda frustración de los últimos años y la esperanza, especialmente de los sectores tradicionalmente excluidos del desarrollo y de los beneficios del sistema, de acceder a mejores condiciones y a una vida más digna. Lamentablemente, tanto por el contexto político y económico como por el nivel de expectativas respecto de cambios estructurales, es absolutamente ilusorio satisfacer esas demandas, y menos en 4 años. Por eso, la esperanza que abre la presente elección para al menso la mitad de la sociedad colombiana, podría transformarse en una frustración peor a la anterior.
La pregunta regional es cómo ajustar las expectativas con los medios, sin renunciar a reformas importantes y la respuesta está en el diálogo y concertación con otros sectores, aprendiendo a avanzar (no retroceder) en la medida de lo posible. Lamentablemente ese espíritu no es el que ha predominado y si se ha invitado al diálogo, en la mayoría de los casos ha sido por táctica y no convicción, lo que evidentemente ha resultado en un fracaso. Los políticos parecen haber olvidado que la política es esencialmente transacción y que las recetas inmutables solo existen en dictaduras.
Petro ha dado un paso en la dirección del diálogo. Es un pequeño gran paso.
Mientras esto ocurría en Colombia, en Francia también se realizaron los comicios parlamentarios. Aunque se esperaba que el gobierno de Macron iba a bajar su número de escaños, el resultado fue peor al esperado. Mientras la coalición gobernante eligió a 245 curules de 577, quedando sin la mayoría para gobernar en solitario, la izquierda y la ultraderecha obtenía buenos resultados. En el primer caso, la coalición izquierdista NUPES sacó 133 asientos, convirtiéndose en la asegunda agrupación de la asamblea, mientras que el partido de extrema derecha Agrupación Nacional obtenía 89 escaños (pasando de 7 en la anterior legislatura), siendo sin duda el que más ganó por la diferencia con la elección pasada y a pesar del sistema mayoritario de 2 vueltas, que ha sido un obstáculo importante para que este partido pueda acceder a más puestos en el parlamento.
A pesar de su buen resultado, el NUPES, no tiene los escaños necesarios para aspirar a formar gobierno y forzar a una “cohabitación” como era la esperanza de su líder Jean Luc Mélenchon y así imponer las prioridades de su programa.
Este resultado se conjuga con una alta abstención (46%), lo que demuestra el hastío de buena parte de la población francesa y especialmente de los más jóvenes con sus políticos.
El segundo período de Macron ya iniciado será sin duda mucho más duro. Para empezar, deberá ampliar su coalición para tener mayoría parlamentaria, para lo cual deberá convencer a otros partidos de sumarse. Para sumar escaños la única opción es pactar con la derecha, cuyos 2 partidos principales reúnen 69 asientos. No lograrlo lo dejaría en la disyuntiva de aliarse con la izquierda radical, lo que derivaría en una “cohabitación”, o buscar un pacto con la ultraderecha, lo que además de anatema, implicaría grandes concesiones. Otro escenario sería gobernar en minoría y estar expuesto a una cuestión de confianza y ver disuelto el parlamento al poco andar, con la posibilidad de perder aún más escaños en la próxima elección.
En los próximos 5 años Macron deberá acudir a todo el oficio que desarrolló durante su período anterior, para poder llevar a cabo su agenda. Aún así, tendrá mucho más dificultades y trabas para hacerlo.
Mientras tanto la polarización y el hastío siguen avanzando, y esa combinación no es buena.