¿Qué se vislumbra hoy?
El país, hoy manejando por los y las representantes de una inmensa minoría está a la deriva y parece a un bote que se quedó sin remos y está a merced de las aguas que lo rodean.
A casi cuatro meses de haber tomado el poder, el nuevo Gobierno de Gabriel Boric, aparte de haber reconocido que varias promesas hechas en la campaña son imposibles y, en consecuencia, haber tomado medidas que antes repudiaba, no parece haber hecho mucho; más bien que no hizo nada.
El país, hoy manejando por los y las representantes de una inmensa minoría está a la deriva y parece a un bote que se quedó sin remos y está a merced de las aguas que lo rodean. Todos los días escuchamos algún discursillo de algún/a ministro/a o subsecretario/a que prometen que todos se resolverá; pero solo son blablá que no dicen absolutamente nada, mientras todo empeora velozmente. Los precios (inflación) disparan, el terrorismo crece, el narco ya está fuera de control, faltan cada vez más productos porque la producción cae; al parecer Dios no nos pilló confesados.
Hubo tantas “metidas de pata”, marchas y contramarchas, anuncios y renuncios; tantas designaciones y anulaciones, anuncios y contra-anuncios, confirmaciones y sus retiros que el caos comunicativo es el que reina hoy en Chile. Todo es más tragicómico que ridículo, más circense que la Comedia de Equivocaciones de Shakespeare. Mañana, por ejemplo, esperamos el retiro del nombramiento de ayer (como asesor a ¡4,5millones de remuneración!) de un personaje conocido por su liderazgo antisemita y negación del Holocausto. ¿Cómo pudieron siquiera nombrarlo? ¿En el Gobierno nadie estudia antecedentes y posiciones? Así parece. O, simplemente, no importan si alguien tiene amigos o deudas y favores a cobrar. No sé qué sigue pasado mañana.
Las esperanzas que el nombramiento del nuevo Ministro de Haciendo encauzará en cierto grado la economía y frenará la inflación quedó en nada, ya sea por las presiones que debe soportar M.M., ya sea porque no tiene las armas para cumplir con lo comedido, o ambas cosas y más. El viaje del Presidente al Norte que prometía un acercamiento a EE.UU. y a posibles inversores terminó en cero, como era de prever en vista de su programa y su apoyo a una nueva Constitución por votarse que, magistralmente descrito por Christian Aste en este Diario, es una calamidad jamás vista en Chile, ni otros países.
Aunque se hable mucho sobre si triunfará el rechazo o el apruebo el 4 de Septiembre, ninguno de los resultados promete mejorar la situación; ni siquiera frenar el deterioro. Su aprobación tendría como efectos inmediatos el retiro de muchas inversiones y la fuga de inmensos capitales a pesar que su instauración sería dentro de años (durante los cuales sufriría muchos cambios). Y la desocupación y el crimen dispararán. Su rechazo seguramente aumentará los movimientos subversivos y terroristas y llevará a un larguísimo proceso de qué hacer, cómo proceder a una reforma total o un nuevo camino constitucional. ¿Y mientras tanto qué? El Gobierno ya lo dijo: El rechazo hará imposible cumplir con su programa. Un programa imposible…
A pesar de la obligatoriedad del voto, será cuestión de ver el porcentaje de electores que concurrirá a las urnas ya que poco importan las eventuales sanciones de no hacerlo. Si, por ejemplo, un 30% no acude, ¿cómo castigarlos? A por lo menos la mitad no le importó quién nos gobierna; ¿entonces porque de repente cambiarían de opinión? No por miedo a un castigo…
Bueno, así estamos nomás. Lo único real que se ve hoy es esto: que seguirá el deterioro de una mala situación, por el momento solo superado por la de los principios de los 70, que terminó en un golpe militar y una larga dictadura. Pero ahora no habrá golpe militar. Sí puede haber dictadura. Por lo menos así ocurrió en otros países de nuestro continente que estuvieron o están en condiciones similares, o se encaminan a ellas.
La muy cuestionable pregunta es: ¿merecemos otra cosa?