¿Julio César o Juan Cristóbal? Usted elige
Ambas figuras televisivas fueron interceptadas por bandas de delincuentes en noches consecutivas para robarles sus respectivos y lujosos autos, con diferentes respuestas y resultado.
¿Quién jugó mejor su rol de víctima la semana pasada? ¿Julio César Rodríguez o Juan Cristóbal Guarello? Ambas figuras televisivas fueron interceptadas por bandas de delincuentes en noches consecutivas para robarles sus respectivos y lujosos autos, con diferentes respuestas y resultado.
¿Cómo reaccionaron las policías, los fiscales, los medios de comunicación, su propio canal (ambos trabajan para CHV), la autoridad y la opinión pública frente a lo sucedido?
El primero logró evitar dos encerronas, acelerando su auto “de alta gama” a lo largo de tres comunas, pasando los semáforos en rojo, tocando la bocina para alertar a los que pudieran cruzarse en su camino en una actitud temeraria que su partner televisiva matinal, al día siguiente, celebró por su valentía y destreza al conducir en una larga y detallada cobertura.
El segundo se bajó y entregó su auto al verse rodeado y encañonado. Un BMW, se indicó desde el minuto uno en que se difundió la noticia. El periodista quedó abandonado en la conexión entre la Autopista Central y la Costanera Norte, en medio de la noche, sin jugar al choro de las pampas, sino que haciendo lo que insistentemente recomiendan los que saben: no oponer resistencia y entregar lo material, que vale menos que la vida. La propia y la de los que puedes arrollar en la huida.
El que arrancó de los maleantes es una figura televisiva popular-popular, tanto así que el carabinero que explicó los hechos esa misma noche se refería a él como si fuera su amigo, su pariente, su vecino. Hablaba de “Julio César”, sin establecer la mínima distancia y objetividad con el afectado. Julio César Rodríguez es un seductor con más cancha que facha, que se mete el mundo al bolsillo. Un populista farandulero, un potencial Boris Johnson, que si se lo propusiera podría llegar a La Moneda, tal como el inglés se instaló en Downing Street.
El que se quedó botado en medio de la nada es un periodista deportivo, un solitario, un tipo privado y algo hosco. Casi malagestado. Las policías se referían a él como “la víctima” o el señor Guarello o Juan Cristóbal Guarello, no había simpatía ni cercanía, como la que suscitó JCR, pese a haber hecho lo opuesto a los que ellos mismos recomiendan. Y, claro, su caso tuvo mínima cobertura.
A diferencia de lo que sucedió con Guarello, al que todos identificaron como conductor de un BMW, el poderoso y carísimo Porsche Cayenne de Rodríguez –auto que nuevo tiene un valor promedio de unos 100 millones de pesos–, pasó casi colado. Mucho más mencionado, incluso por el propio JCR, fue el Audi Q5 en que circulaban los perpetradores de las fallidas encerronas en su contra, vehículo que luego apareció abandonado en Peñalolén. Consciente como nadie de sí mismo, el animador dijo que no quería dar más señas de su ruta habitual y, en su canal y en el resto, se respetaron sus deseos a la hora de narrar su osada escapatoria.
Guarello ha estado mudo. No se ha sabido si su auto fue recuperado.
La ministra Izkia Siches y el fiscal nacional Jorge Abbott reaccionaron frente a lo que le sucedió a Julio César Rodríguez. La primera dijo que está en marcha un “plan antiencerronas” (el plan no falla, lo que falla son los resultados); el fiscal remarcó que huir en un caso así pone en riesgo a otros y al propio asaltado.
Ninguno mencionó que los dos periodistas afectados salieron de los estudios de CHV, ubicados en las dependencias de la ex fábrica textil Machasa, muy cerca de la Ex Penitenciaría, vecina al Centro de Justicia, sector donde a partir de las seis de la tarde, los pelotazos hacia el recinto penal con drogas, celulares, encargos de todo tipo se producen a vista y paciencia del vecindario, y a ninguna autoridad parece importarle. Y los balazos en las poblaciones circundantes ponen la banda sonora a la película.
Sé de “rostros” que han blindado sus autos de alta gama, anticipándose así al delito, pero es claro que el problema de la creciente inseguridad, de las encerronas, los portonazos y los asaltos no se resuelven ni a la manera del choro de las pampas ni a la de la autoridad que reacciona frente al caso del famoso, con otro “plan”, la enésima mesa de trabajo… en lugar de hacerlo con acciones concretas y eficientes, silenciosamente hasta que de verdad se puedan pregonar resultados.
En esta indeseable y nada divertida comparación, me parece que ganó Guarello, aunque perdiera el BMW. Y más todavía perdieron las cada vez más comunes víctimas de portonazos y encerronas de los que nadie se enteró en estos días.