Presidente Boric chuteando al corner, antes de tiempo
La crisis no ha terminado. El proceso constituyente no ha contribuido a ello. La forma partisana de una mayoría circunstancial ha exacerbado la polarización.
Sorprendentemente el Presidente Boric da por hecho que si gana el rechazo habrá que hacer todo de nuevo, “discutiendo todo desde cero”, ¡por un año y medio más!, repitiendo el mismo procedimiento.
La verdad es que, o es una maniobra para desincentivar el rechazo (¿alguien quiere seguir discutiendo un año y medio más?), o simplemente está sacándose de encima la tremenda responsabilidad que tiene con el país, renunciando a ejercer el poder presidencial que le otorga facultad constituyente junto al Congreso Nacional.
Es lamentable su posición que, por una parte, no tiene sustento jurídico alguno y que, por otra, lo hace aparecer evadiendo el liderazgo que le corresponde para buscar un acuerdo político que encause el proceso sin mantener al país en incertidumbre por un año y medio más.
Hay al menos dos propuestas para una nueva Constitución sin considerar la actual.
Llevamos años como sociedad involucrados en un debate sobre los principios, fundamentos, deseos, cambios necesarios para tener una Constitución con una nueva legitimidad. El sentido común ya se dio cuenta que la propuesta que se plebiscitará es mala y se ha instalado el Aprobar para reformar o el Rechazar para tener otra Constitución. En este proceso fallido por el sectarismo de un sector mayoritario de los convencionales, se sabe cuáles son los temas sobre los cuales habrá que llegar a un texto lo más ampliamente compartido. Los partidos políticos y representantes en el Congreso Nacional y en especial el gobierno tienen la obligación de sacarnos de este atolladero.
Si el Presidente Boric se jugó por enfrentar la crisis política en noviembre de 2019 por la vía institucional, uno no espera menos que lo haga después del plebiscito del 4 de septiembre, cuando tiene mucho más poder, ya no es un diputado en solitario: es el Presidente de Chile
La crisis no ha terminado. El proceso constituyente no ha contribuido a ello. La forma partisana de una mayoría circunstancial ha exacerbado la polarización.
No tendremos estallido, pero muchos problemas se han agravado. Podemos agregarle las consecuencias de la pandemia y la situación internacional, la violencia y delincuencia desatada, la complicada situación económica con alta inflación, un precio del dólar inédito y un muy probable aumento de la pobreza. Citando sus propias palabras cuando presentó la reforma tributaria, Chile “requiere sin duda reducir la incertidumbre y generar buenas condiciones financieras.”
Nada de eso ocurrirá si tira la pelota para el corner, aún antes de que sea necesario. De esta manera está renunciando a asumir el liderazgo democrático que le corresponde, pensando en el bien común. Las alternativas de procedimientos post plebiscito son muchas y hay que meditarlas y acordarlas. Lo único claro es que de ganar el rechazo, el poder constituyente vuelve a quienes lo delegaron en la Convención , el Presidente y el Congreso. Son ellos, los que deberán definir cuál será el procedimiento para dirimir lo mejor posible los nudos que nos presenta la propuesta que nos están ofreciendo para tener una nueva Constitución, que por cierto deberá sacionarse en nuevo plebiscito. Por favor, no nos hagan seguir un año y medio más en el pantano. La discusión ya se ha hecho, con creces, están las bases para que en un plazo razonable, acordado con la mayoría de las fuerzas políticas (no es descartable que los mismos de siempre se resten a cualquier acuerdo), el país pueda tener mayores certidumbres para avanzar hacia un futuro mejor.
La propuesta del Presidente, es improvisada, no mide sus consecuencias y no está a la altura de su responsabilidad.