Corte de gas: se acerca el invierno boreal
En los últimos meses, por cuestiones climáticas y las propias sanciones cruzadas, el consumo de gas ruso ha bajado al 15% del total dentro del bloque.
Como sabemos, una de las consecuencias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia es haber profundizado la crisis energética, con el alza contínua de los precios del petróleo y del gas. Si en 2020, la cotización del West Texas lntermediate (WTI), el crudo de referencia en Estados Unidos, costaba USD40 el barril, en octubre del año pasado llegaba a USD80, o sea un 100% de aumento y además superando por primera vez en 8 años la línea de los USD80. Hoy el precio WTI llega a los USD110 y el litro de gas a USD0,77.
Ese incremento se explicó por el desajuste entre la oferta y la demanda producto de la pandemia. Cuando esta irrumpió y se paralizaron bruscamente la mayoría de las actividades con el cierre de las fronteras y lo que conocimos como la “gran reclusión”, el consumo de petróleo y gas cayó en forma importante, arrastrando el precio consigo. Los países productores reaccionaron bajando su extracción para aminorar la caída de los precios y revertir la tendencia. Cuando vino la reactivación general, surgió la demanda en forma muy importante, pero esta vez se encontró con una oferta reducida lo que repercutió inmediatamente en el aumento de los precios. Esta alza de los precios ha favorecido evidentemente a los países productores, entre los cuales destaca Rusia por su volumen de ventas, los que no han demostrado ningún apuro por incrementar en forma importante su extracción.
A este escenario ya complejo, se sumaron los efectos de la guerra en Ucrania, con las sanciones a Rusia y la propia retaliación de este país. Antes de la guerra, 40% del gas consumido en Europa era importado de Rusia. Una vez que la UE impuso sanciones a bancos y compañías rusas y empezó a enviar armas a Ucrania, Rusia le cortó el suministro de gas a seis países y lo redujo para otros seis.
Ahora el flujo de gas a Alemania por el gasoducto Nord Stream 1 ha disminuido al 20% de su capacidad debido, según Rusia, a problemas técnicos. Sigue abierta la incógnita si el flujo se restablecerá y a qué nivel, o se cortará completamente. La UE está ahora en apuros para conseguir gas antes del invierno, cuando aumentan el consumo de calefacción y de electricidad.
En los últimos meses, por cuestiones climáticas y las propias sanciones cruzadas, el consumo de gas ruso ha bajado al 15% del total dentro del bloque. La contrapartida ya mencionada ha sido la escalada de los precios. Desde la invasión a Ucrania, las ganancias rusas por exportación de petróleo y gas a Europa se han duplicado a USD95.000 millones.
Las ganancias de Rusia por la venta de combustibles fósiles en los últimos cinco meses son tres veces lo que en promedio percibe en un invierno entero. De esa manera, el presidente Putin financia sin problemas su esfuerzo de guerra y puede cubrir contingencias como pagar subsidios o bonos a la población, y calcula que la escasez de combustibles y los altos precios en Europa minarán el apoyo a Ucrania y provocarán que los europeos se inclinen por un acuerdo que le resulte favorable.
La UE ha recurrido al gas natural licuado, que es más caro, pero viene en buques desde Estados Unidos o Qatar. Alemania está acelerando sus planes de construir terminales de gas natural, pero eso tardará años. Además, actualmente las plantas procesadoras de gas (fuera de Rusia) están funcionando a tope sin posibilidad de sumar más volumen y la construcción de más capacidad tampoco es posible en el corto plazo.
Los altos precios del gas y del petróleo son ya la principal amenaza de recesión en Europa y el mundo. Ante la compleja situación y la cercanía del invierno y su peak de consumo energético, los líderes de la UE presentaron esta semana un nuevo plan de reducción gradual de la demanda de gas para evitar la escasez o los apagones este invierno. El objetivo es reducir el consumo en un 15% desde agosto hasta marzo. La cifra se basa en el peor de los casos con un invierno crudo.
En caso de escasez grave o de demanda excepcionalmente elevada, el objetivo de reducción del 15% se convertirá en obligatorio en virtud de una llamada alerta de la UE. La iniciativa para declarar una alerta en el bloque puede tomarla la propia Comisión o un grupo de cinco países. Si el Consejo aprueba la drástica medida, el objetivo de reducción del 15% será obligatorio de inmediato.
Otra medida es recuperar las reservas de gas de cada país al 80% de su capacidad a noviembre. Los últimos datos de almacenamiento muestran que Dinamarca, Polonia, Suecia y Portugal ya han superado la marca del 80%.
Aunque el gas se destina principalmente a la calefacción (y hay que decir que la reconversión a otras fuentes de calor tomará años, salvo que se reemplace por hidrógeno), tiene un rol importante en varios sectores industriales y además en la matriz eléctrica es la energía que permite hacer frente a las alzas repentinas de consumo, especialmente en invierno cuando toda la red está en su uso máximo y con el riesgo permanente de blackout.
Dentro de las múltiples medidas que se han sugerido para disminuir el consumo eléctrico, está el apagar los letreros luminosos en las ciudades entre las 1 y 6 AM, bajar la calefacción de un promedio de 22°c a 19°C (bajar la temperatura 1°C significa en promedio ahorrar un 7% en la cuenta de gas o electricidad), desconectar los aparatos eléctricos cuando no se van a usar, reducir el uso del aire acondicionado, entre otras.
Considerando la coyuntura, algunos gobiernos europeos están proponiendo disminuir el consumo eléctrico en forma más importante, como parte de los compromisos en la lucha contra el cambio climático. El presidente Macron propuso reducir el consumo francés en 10% al 2024. En 2018 las mediciones indicaban que 41% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo provenían de la generación eléctrica.
La eventualidad de no contar con suficiente energía durante el invierno junto con sus efectos concretos en la vida de las personas, más allá de sus derivadas económicas, incluye dimensiones políticas, éticas y ambientales.
Dentro del ámbito político, está la supervivencia de varios gobiernos que podrían caer ante el descontento de sus ciudadanos, además de alterarse la paz social y fortalecerse las opciones populistas. También está la dimensión mayor del conflicto en Ucrania y que Putin termine chantajeando a los europeos para cesar su apoyo a Ucrania o favorecer la imposición de una paz en sus términos.
En materia ambiental, esta crisis puede ser una oportunidad para profundizar el ritmo de cambio de la matriz energética incorporando alternativas menos contaminantes. Pero, considerando que buena parte de los gobiernos están subsidiando el precio de los combustibles y de la electricidad, esto mismo resta prioridad y urgencia al tema. La realidad y los objetivos políticos chocan con la urgencia ambiental y no es fácil conciliar ambas dimensiones.
Finalmente, está en juego también una visión ética y solidaria. ¿Están dispuestos los ciudadanos europeos a tener vidas más frugales en beneficio del planeta y de sus propios conciudadanos europeos, especialmente los más vulnerables (la pregunta es en universal)? En la misma lógica, ¿están dispuestos a asumir los costos, que incluyen eventualmente quedarse sin gas para calefacción en el invierno para apoyar el esfuerzo de guerra ucraniano e impedir el triunfo de un dictador? O puesto de otra manera: ¿empatizar con el sufrimiento ucraniano y estar dispuestos a experimentar restricciones en defensa de valores superiores y su encarnación en la democracia como una de las prioridades de su continente?
Se acerca el invierno boreal.