¿Quién se pegó en la cabeza?
Hoy la ministra aparece escoltada por el general director de Carabineros y por altos mandos de la institución y les entrega todo “nuestro respaldo”, sin recordar que, como dirigente sectorial, los criticó en tiempos del estallido social.
La pelotera que se armó por la frase “se pegaron en la cabeza”, dicha por la ministra del Interior Izkia Siches en la Sala de la Cámara de Diputadas y Diputados, cuando se revisaba la nueva prórroga del estado de excepción constitucional en la Macrozona Sur, ha querido ser interpretada como misoginia en estado puro por los partidarios de la ex dirigente gremial, que está a cargo de la seguridad del país.
Son los “hombres necios” –como siempre– “que acusáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”, dijeron los justicieros, liderados por la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, saliendo en defensa de Izkia, que luego de irse de lengua, tuvo que pedir disculpas.
Excusas atenuadas, por cierto “me retracté y solicité las disculpas (…) “Reitero que fue una frase desafortunada, además que se sacó un poco de contexto”, dijo con la misma soltura de cuerpo con que cuando era presidenta del Colegio Médico en un programa web acusó a las autoridades de salud del gobierno pasado, que daban la lucha contra el COVID-19, de “nefastos e infelices”, y cuando acusó indignada que un avión había ido y vuelto lleno de migrantes venezolanos.
Simplón aquello de que se le sacó “un poco de contexto”, cuando todos oímos la frase, que dijo en una sesión oficial, relevante y donde se jugaba la tranquilidad de los habitantes de dos regiones completas del país. Infantil, porque si se trata de echar en cara faltas de coherencia, contradicciones o desconocimiento de las responsabilidades propias, a la ministra y su gobierno se le podría sacar a la pizarra por una seguidilla de vueltas de carnero en tiempo brevísimo.
La de la prórroga de los estados de excepción, que la actual administración y ella misma rechazaban hace no más de cuatro meses porque eran partidarios del diálogo en La Araucanía y el Biobío, es más clara que el agua.
Todos sabemos cómo terminó su afán de parlamentar en Temucucui.
Hace cuatro días los dichos abiertamente subversivos de Héctor Llaitul, no le parecía que merecieran querella. Ni a ella, ni a los demás ministros políticos, ni al presidente. Eran ideas nomás, y esta administración no persigue pensamientos, aunque la contraparte te diga que no negocia con “un gobierno lacayo” de la dictadura militar que domina el Walmapu.
Luego Boric decidió que sólo los burros no cambian de idea y el gobierno fue contra sí mismo y se querelló.
Izkia hace poco hablaba inspiradamente del Walmapu, hasta que tuvo que retractarse frente a la reacción de autoridades políticas argentinas en la previa del primer viaje oficial del presidente Boric a Buenos Aires.
Hoy la ministra aparece escoltada por el general director de Carabineros y por altos mandos de la institución y les entrega todo “nuestro respaldo”, sin recordar que, como dirigente sectorial, los criticó en tiempos del estallido social. Es cierto, en esos tiempos no tenía status ministerial, su pega era descalificar, señalar caminos de soluciones opuestos y discrepantes a los oficiales.
Hoy, en cambio, legítimamente, la opinión pública puede acusarla de haberse pegado en la cabeza en muchos temas, todos claves. A ella y al gobierno.
¿Es misoginia señalar sus errores? ¿Falta de sororidad? ¿Es renegar del feminismo y de la capacidad de las mujeres? ¿Sexismo no sería abstenerse de hacer críticas en razón del género del que mete la pata? Dejo la inquietud.