Vamos a contar mentiras
Excepto el presidente del Partido Comunista, todas y todos están de acuerdo que el texto de la nueva Constitución que se entregó al Presidente y a todo el país está mal hecho.
La vieja canción infantil puede servir de título a la inmensa cantidad de anuncios que en los últimos meses hemos escuchado tanto del Gobierno, como de políticos y partidos, ahora “oficialistas”, principalmente de la extrema izquierda. Anuncios que se cambian y se contradicen radicalmente en días o incluso horas, con lo que sencillamente se transforman en mentiras. Y solo pocas de ellas se pronuncian por desconocimiento, ingenuidad o piedad. Lo peor que ya es imposible saber si el original o sus modificaciones contienen la verdad o la mentira, distinguir en cual sus anunciantes de verdad creen, qué pretenden o usan lo que dicen para atraer o embaucar al público. Estoy refiriéndome específicamente al hecho más importante que no espera: el plebiscito de salida del 4 de Septiembre.
Excepto el presidente del Partido Comunista, todas y todos están de acuerdo que el texto de la nueva Constitución que se entregó al Presidente y a todo el país está mal hecho. Desde el primer Mandatario y pasando por todos los políticos sin importar sus ideologías; economistas, periodistas, profesores y la inmensa mayoría de la ciudadanía está de acuerdo que el borrador no es lo que Chile esperaba y necesita. Solo Teillier dice que no ve la necesidad de cambiarle nada y no voy ni tengo que explicar acá porqué lo dice.
Entonces la pregunta de billones es: ¿si está mala, para qué aprobarla? Primero el Presidente y después los partidos oficialistas (excepto, repito, el PC) dicen que aprobemos y después cambiemos lo que se debe cambiar. Y lo dicen sin referirse exactamente qué cambiar. Y lo dicen a sabiendas que, si se acepta, no se podrá cambiar de acuerdo a lo que la gran mayoría votó para que se elabore este texto. O sea, mienten para lograr que gane el Apruebo. Están contando mentiras.
Tirando piedras al ciruelo lleno de manzanas no hará que caigan avellanas. Partiendo Chile en pequeños territorios con leyes y justicias independientes no hará que seamos un país más fuerte, moderno, democrático y justo, porque los mini-gobiernos de estos mini-países debilitarán la cohesión de la República, darán lugar a más y más corrupción, nos retrocederá a la edad de feudos, dará mano libre al narco. Convirtiéndose el Estado en el dueño de los aportes previsionales no hará que las pensiones sean mejores y más justos, porque los que más ahorraron recibirán lo mismo que aquellos que nunca aportaron nada. Transformando a Carabineros de fuerza armada a civil no hará que se disminuya la delincuencia, porque los derechos de ésta se antepondrá a la de sus víctimas y porque cada gobierno usará a Carabineros para sus propios fines políticos y ya sabemos a dónde lleva eso: las fuerzas que deberían ser de orden podrán transformarse de opresión. Pudiendo el Estado expropiar todo lo que considere en cierto momento “estratégico”, no atraerá sino alejará a la inversión y aniquilará a las Pymes que se nutren precisamente de ésta.
No seguiré comparando la letra de la quizás más popular canción infantil enumerando las consecuencias – por todas y todos previstas – del triunfo del Apruebo, de la entrada en vigor de esta nueva Constitución. Eso no finalizará bien como el cántico. Seguiremos yendo despacito, cada vez más despacito, no tendremos prisa para alcanzar el desarrollo. Y los que están hoy contando mentiras, no terminarán como héroes en la historia de Chile.