Cuando gobierna una mafia
El presidente argentino amenazando, ni siquiera veladamente a Luciani de manera pública y burlona, de manera asquerosa, repugnante, diciendo que espera que no se suicide como lo hizo Nisman.
Viví casi 30 años en Argentina: desde febrero de 1957 cuando llegué como refugiado escapado de Hungría durante la revolución de 1957 y hasta que me trasladé a Chile en 1986. Me cansé de los gobiernos peronistas, de la corrupción institucionalizada, de pasar de una crisis a otra, de la impotencia ante el deterioro de una nación, un hermoso país con hermosa gente que de manera irremediable caminaba hacia lo que es hoy: la miseria.
No tengo que detallar los hitos del camino recorrido desde que Juan Domingo Perón subió al poder en los treinta, elegido por los “descamisados”, los que hoy, después de casi 80 años siguen sin camisa e, inexplicablemente, también siguen siendo peronistas. Sería rocambolesca si no fuese tan trágica la historia argentina del siglo XX y XXI, inexplicable y también insólita. Argentina no es ni jamás fue socialista: es peronista. Es una combinación de coimas, engaños, mentiras, crimen, asesinatos, atentados: es el país de una especial y única mafia. Un país donde ser corrupto es normal, natural y no solo tolerado sino prácticamente exigido.
En esos treinta años viví también algunas elecciones perdidas por el peronismo, pero donde los ganadores jamás terminaron su mandato: siempre fueron derrocados por un golpe militar, ya que los comandantes – con quizás la única excepción de Krieger Vasena – también eran y hoy siguen siendo peronistas. La excepción fue Macri: él terminó sus cuatro años sin detener el deterioro. Porque cometió dos errores: primero, que no aplicó todas las medidas aunque antipopulares y necesarias en los primeros meses de su mandato; segundo, que no se empeñó en destruir los restos del peronismo, del kirchnerismo, que cuán sucio ave fénix renació de sus negras cenizas.
Una de mis chanzas es decir que el filósofo argentino más grande se llama Santos Discépolo, porque en su tango Cambalache supo describir exactamente lo que era, es y será Argentina. Al que no conoce su letra, le recomiendo de corazón que la busque en internet y la lea. Y la realidad, como siempre, en nuestro vecino también supera a la ficció: supera hasta al Cambalache.
Se me vinieron – volvieron – estos pensamientos cuando un – para mí desconocido – fiscal Luciani prácticamente retomó la lucha contra la verdadera dueña de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner solicitando 12 años de prisión por ene cantidad de delitos, por ser la jefa del crimen organizado argentino más grande. Digo que retomó, porque hubo otro fiscal, Nisman, que lo intentó pero le hicieron abandonar la lucha asesinándolo. Cuando vi la primera noticia en la tele le dije a mi señora: este va acabar como Nisman…
Hoy leo otra noticia: el presidente argentino amenazando, ni siquiera veladamente a Luciani de manera pública y burlona, de manera asquerosa, repugnante, diciendo que espera que no se suicide como lo hizo Nisman. Fernández realmente es peor que El Padrino, quien en la ficción por lo menos nunca aparentó no ser un gran delincuente. Fernández, con unas pocas palabras no solo niega lo que todo el mundo sabe sin dudarlo: que su mafia, la de la otra Fernández, su verdadera jefa ejecutó a Nisman; y al mismo tiempo amenaza ante todo el mundo al incauto fiscal que correrá la misma suerte que su antecesor…
Con el perdón del lector, me hizo querer vomitar. Tanta suciedad, tanta mofa, prepotencia, inquina en boca de un primer mandatario solo puede expresarse en una frase: Argentina está gobernada por una gran mafia, la peronista. Y yo sí, lloro por ti, Argentina. Lloro por argentinas y argentinos que tienen un país con riquezas y belleza incomparables, que estuvo en la cúspide de la cultura, civilización y economía, que ha sido pisoteado y degenerado por el peronismo y hoy se encuentra en un abismo del que no tengo idea como saldrá.
Ojalá no nos pase a nosotros. Ojalá no nos contagie. Todavía tenemos unos días para impedirlo.