Chile habló
El pueblo habló, espero que haya sido escuchado. No quiere un estado plurinacional. Entiende que como decía el Presidente Aylwin, Chile es uno solo. No quiere un Estado que crezca más y más.
El resultado del plebiscito no debe hacernos olvidar que estuvimos en riesgo de perderlo todo. Estoy seguro de que ni siquiera los que votaron apruebo (38,14%) son capaces de dimensionar el peligro que corrimos. La irresponsabilidad de los dirigentes que suponíamos serios, y que hicieron que sus partidos apoyaran una opción que reconocían mala, resulta dramática. Jamás pensé que Bachelet, el Partido Radical, la DC, el PPD e incluso los socialistas, apoyarían un texto hecho con el propósito de dividirnos y hacernos más pobres.
Lo anterior, por la simple y sencilla razón de que nadie en sus cabales puede suponer, que aumentar el poder del Estado a niveles estratosféricos, limitar los derechos de las personas, privarlas de lo propio, y generar incertidumbre en la inversión y en los emprendimientos, haciendo depender los proyectos de la autoridad de turno (permisos y concesiones caducables) nos permitiría combatir eficazmente la pobreza. Basta saber algo de historia, y conocer mínimamente cómo funciona el sistema político y económico, para coincidir en que esa fórmula solo aumenta la pobreza, ahuyenta la inversión y hace más poderoso a los políticos, los que en el fondo y para todos los efectos, son el Estado.
El borrador en cuestión, además, y tal como lo expliqué en una columna que escribí específicamente sobre ello, no se hacía cargo de la inseguridad ciudadana. Ni de la delincuencia ni el terrorismo. Por lo mismo, le compete y con urgencia al actual presidente, o a quien sea que lo reemplace, en el caso que el Parlamento decida acusarlo por notable abandono de deberes, considerando que durante todo este tiempo no ha gobernado, sino que se ha limitado a dirigir una campaña política, que terminó además perdiendo estrepitosamente, es asumir lo que prometió cuando asumió, y que no es otra cosa que exigir que las leyes se cumplan, y se respete la propiedad pública y privada. Debe empoderar hoy y no mañana a la policía para que pueda defenderse usando el máximo de fuerza, cuando sus órdenes o instrucciones sean repelidas por quien sea. Si es necesario promover una ley, debe hacerlo, y ya. No podemos quedar a merced del lumpen, ni de los jóvenes anarquistas, que se han encargado de destruir la educación pública, a punta de molotov y piedras. Menos de los narcos terroristas, que se han apropiado de lo que no les pertenece, y han puesto en jaque a las autoridades. Basta de diálogo y guante blanco.
El pueblo habló, espero que haya sido escuchado. No quiere un estado plurinacional. Entiende que como decía el Presidente Aylwin, Chile es uno solo. No quiere un Estado que crezca más y más. Al revés, quiere que las personas tengan más libertad, y que el Estado solo se focalice en los que menos tienen. El pueblo no quiere vivir de las prebendas que le otorgue el político de turno. Necesita oportunidades. Reglas uniformes y que sean parejas. No quiere ser esquilmado con impuestos que pagan favores políticos. Prefiere transferencias directas. No desea parecerse a Venezuela, ni a Cuba. Quiere replicar lo que han hecho los países que funcionan. No hay que inventar la rueda. El único modelo que permite salir de la pobreza, es el que pone acento en la libertad. Pero no cualquier libertad, sino aquella que se basa en las reglas de la competencia. En ese formato, no se admite el abuso. Ni los monopolios, ni las colusiones, ni el uso de información privilegiada. Tampoco políticos que se enriquecen a costa de su discurso panfletario. La gente quiere en síntesis dignidad, y sabe que eso se logra o solo puede lograrse cuando se les permite levantarse por si mismas.
Nunca olvidemos que, pese a su odio recíproco, el nazismo y el comunismo detestan el pensamiento liberal, porque apuestan al colectivismo. Ambos odian la propiedad privada, la coexistencia de ideas y creencias distintas en la sociedad democrática, la libre empresa, la economía de mercado, y la libertad política. Tanto el nazismo como el comunismo, reconocen un factor común y un enemigo único. Con la diferencia que mientras el nazismo lo reconoce en lo ario (factor común) y en el judío (enemigo único), el comunismo lo identifica en el proletario, el que como ya no existe, lo cambiaron por las minorías, o todo lo que sea o haya sido víctima, porque hábilmente apuntan a la mayoría que saben se conforma con la suma de todas ellas, y con su opuesto (otrora burgués) que es siempre el victimario. Viven del conflicto. Lo azuzan. No les interesa la unidad, ni el bien común.