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5 de Septiembre de 2022

¿Mañana será mejor?

Será necesario recrear nuevos líderes, que no piensen en lados ni en estar equidistante entre esos lados. Porque lo que se requiere es una posición de convergencia que supere las diferencias de la mala izquierda y la derecha.

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El resultado de no aprobar la constitución abre un nuevo escenario en Chile, el que está planteado en la posibilidad de promover un nuevo proceso constituyente, uno que pueda generar una carta magna que pueda satisfacer a la mayoría de los chilenos.

Este nuevo escenario, novedoso si podemos darle un título, plantea interrogantes de no fácil respuesta:

  1. ¿Se abrirá un nuevo proceso constituyente tal como lo propuso y prometió el presidente Boric y que también promovieron los diferentes sectores de la vida política chilena?
  2. ¿Será un proceso eternamente inconcluso?
  3. ¿Qué efecto tendrá el resultado del plebiscito en el rumbo del gobierno?
  4. ¿Está Chile preparado para decidir una nueva constitución?

    Analicemos cada cuestionamiento:

En primer lugar, es factible abrir un nuevo proceso siempre y cuando exista un acuerdo político. ¿Es realmente posible? 

A primera vista, parece realizable, pero depende de un acuerdo de todo el espectro político, aunque en realidad… ¿Quién asegura la representatividad de los diferentes sectores de la política? En el caso de quienes promovieron el Rechazo… ¿Quiénes son sus representantes? ¿La “vieja” derecha? ¿Los “amarillos”? ¿Los desencantados “ex concertacionistas”?

¿Y quienes representaran a los “independientes”, a la “lista del pueblo” o volverá a escena el Partido Comunista como socio fundamental de la coalición de gobierno?
 

Factible, posible… ¿realizable?

Respecto al segundo punto, cabe preguntarse por la posibilidad de concluir con una nueva constitución, o que simplemente quede inconclusa en el tiempo por falta de acuerdos. Es posible que no haya acuerdos y que toda la discusión termine en un proceso parlamentario interminable. Claramente sería lo peor en este escenario de rearmado constitucional.

En términos de la inmediatez, el resultado del Plebiscito va a requerir de la mayor destreza y plasticidad del presidente Boric.

Un replanteo ministerial, un giro y un guiño a un modelo concertacionista y pragmático que permita la convergencia entre lo social y el crecimiento económico, en el reconocimiento de las brechas sociales, pero sin descuidar la prolijidad fiscal, en la puesta en marcha de un estado presente y eficiente, en garantizar derechos sociales fundamentales pero sin caer en extremos que generen rechazo.
 

Fácil de decir, difícil de concretar. Exige una vuelta en el aire del modelo Boric.

Y el último interrogante planteado es, a mi criterio, el más complejo de abordar. ¿Acaso la sociedad chilena está preparada para un acuerdo político que cierre diferencias del pasado y que busque una salida novedosa? Hay un discurso de integración, pero sólo es un discurso.

Una sociedad con pobre educación cívica, con una baja calidad de conversación política, que agita fantasmas del pasado y que supone que el “centro” es una posibilidad para terminar con la dicotomía izquierda-derecha, tiene a primera vista bajas chances de crear de manera participativa un acuerdo político escrito, como lo debe reflejar una nueva constitución.

Será necesario recrear nuevos líderes, que no piensen en lados ni en estar equidistante entre esos lados. Porque lo que se requiere es una posición de convergencia que supere las diferencias de la mala izquierda y la derecha. Una convergencia que sume al capitalismo lo mejor del socialismo democrático, generando una integración pragmática.

Parece mucho, pero hay que hacerlo. Y no necesitamos líderes mediáticos, sino visionarios cuyas ideas no sean gritos, sino realidades posibles.

Se viene un nuevo Chile. ¿Se viene?
 

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