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6 de Septiembre de 2022

El error histórico de los convencionales mapuche: “Dime con quien andas y te diré quien eres”

La contundente derrota de la opción apruebo, sin duda, constituye un durísimo golpe para las aspiraciones de esa porción de la izquierda radicalizada.  Sin embargo, la derrota electoral alcanza también a los sectores sociales que han actuado bajo su influjo. Uno de ellos es el sector político mapuche que se autodenomina “movimiento autonomista”.  No representan, ni por lejos a todo el pueblo mapuche, sino más bien a una porción menor. Sin embargo, por su nivel de activismo bien vale analizar el impacto de la derrota electoral en ellos. 

Por Rodrigo Marilaf
Se debe reconocer que este proyecto -si acaso existe realmente- es minoritario e incluso marginal dentro de la propia población mapuche. Hoy la plurinacionalidad ha muerto. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Es conocido el dato de que la población mapuche en la macro zona sur, en particular en zonas rurales de la Araucanía, es un votante mayoritariamente conservador. No necesariamente de derecha, pero sí muy poco dado a extravagancias y experimentos. Esto es coherente con el carácter mayormente conservador de la cultura campesina en general y la cultura mapuche en particular.

Esto contrasta con el carácter pretendidamente “revolucionario” de aquellos mapuches -mayormente urbanos, jóvenes y con perfiles universitarios- que se han atribuido la representatividad de la población en la cual encuentran la legitimación de sus demandas. Sin embargo, la realidad en la Araucanía es que el domingo una aplastante mayoría de sus habitantes, incluida la población mapuche, votó en contra del experimento constitucional. Similar cuestión ocurrió en Los Ríos, Los Lagos y Bio Bio. Uno de los componentes centrales de ese experimento era la plurinacionalidad. Sin embargo, como ha reconocido el propio Héctor Llaitul, la plurinacionalidad no ha estado nunca en el repertorio de demandas del movimiento mapuche histórico. Demandas por dignidad, reconocimiento y restitución de tierras usurpadas sí que lo han sido. Pero planteamientos por autogobierno, estado plurinacional y derechos políticos corresponden a una elucubración propia de académicos y activistas de twitter bien poco conectados con la realidad. Basta con ver los resultados electorales en comunas con presencia mapuche mayoritaria como Imperial, Saavedra, Carahue o Lonquimay para entender que la población mapuche votó de la misma forma que el resto de la población chilena; es decir, mayoritariamente por el rechazo. Por lo tanto, si acaso hay una derrota histórica, no es la del pueblo mapuche, sino la de ultraizquierda chilena que instrumentalizó a una parte significativa del movimiento mapuche en general y a los convencionales mapuche en particular. En un espíritu de autocrítica, he de esperar que estos convencionales y activistas asuman la cuota de responsabilidad que les cabe al haber supeditado la estrategia pretendidamente “autonomista”, de que hace alarde el movimiento mapuche, a la estrategia rupturista de la izquierda progresista e insurreccional. La pregunta es simple: ¿De qué sirve manejar la locomotora de un tren que tarde o temprano sabemos que descarrilará o impactará contra un muro? La realidad es que la mayor parte de los liderazgos mapuche han sido sumados por la izquierda (bajo la tesis de la “interseccionalidad”) junto a una pléyade de sectores “históricamente marginados”. El objetivo es ser empujados al choque contra el sistema. En esa estrategia, mientras los liderazgos de la ultra izquierda recogen los despojos del choque, somos la población de la macrozona sur la que paga las cuentas del desastre al que nos conducen. Felizmente el triunfo contundente del rechazo otorga una nueva oportunidad para repensar de manera crítica el camino andado. Es tiempo de recordar la impronta autónoma del movimiento mapuche con relación a los partidos políticos, sobre todo de aquellos que históricamente han buscado manipular nuestras necesidades y anhelos. 

El autogobierno regional (no mapuche, sino regional y pluriétnico) puede ser un proyecto político legítimo en la medida en que trascurre en un marco democrático y no atente contra la unidad del estado y la cohesión nacional. Sin embargo, su realización está lejana en el tiempo. Liberado de todo mesianismo, este proyecto debe avanzar lentamente y convenciendo con argumentos democráticos a la población regional y al conjunto de la población chilena. No hay atajos. Se debe reconocer que este proyecto -si acaso existe realmente- es minoritario e incluso marginal dentro de la propia población mapuche. Hoy la plurinacionalidad ha muerto. 

Si las demandas mapuche por tierra, cultura y justicia y eran consideradas mayoritariamente justas hasta hace no muchos años, hoy las demandas indígenas en general son vistas con desconfianza. He ahí un retroceso inmenso como resultado de las malas juntas. Ya la decía el viejo refrán: “dime con quien andas y te diré quién eres…” 
 

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