Economía, desarrollo país y derechos de la niñez
Chile requiere resolver asuntos importantes en garantizar derechos para después “capitalizar” con el fin de reducir costos sociales importantes en el futuro, en especial cuando seguimos teniendo un 50% de hogares donde niños y niñas sufren violencia de parte de sus propios cuidadores.
Chile está en un tránsito social, político y económico muy particular, en donde -si bien hay muchas decisiones de futuro que son claves tomar bajo un escenario de importantes diferencias de opinión- existe un ámbito donde no podemos equivocarnos: la inversión en el desarrollo de niños, niñas y adolescentes de nuestro país.
Desde que el economista y Premio Nobel James Heckman evidenciara que la inversión en la primera infancia es fundamental, tanto para el desarrollo económico como para la reducción de déficits y costos sociales posteriores, las políticas públicas tienen un claro horizonte. En nuestras decisiones debemos insistir en que la educación durante la primera infancia fomente las habilidades cognitivas junto con la atención, la motivación, el autocontrol y la sociabilidad, las que representan las habilidades conductuales que convierten el conocimiento en experiencia y a las personas en ciudadanos productivos.
Junto con lo anterior, el cuidar y proteger entornos donde las políticas sociales funcionen, garantizar salud y educación de buena calidad y ambientes de cuidado y crianza con cariño y sin violencia son fundamentales como parte de un contrato social, pero también como un conjunto de políticas públicas que sean eficientes, universales y que en lo específico permitan reducir brechas en aquella parte de la población menos favorecida.
Chile requiere resolver asuntos importantes en garantizar derechos para después “capitalizar” con el fin de reducir costos sociales importantes en el futuro, en especial cuando seguimos teniendo un 50% de hogares donde niños y niñas sufren violencia de parte de sus propios cuidadores, como también con los fuertes déficits de estimulación y desarrollo en sus primeros 3.000 y 6.000 días, respectivamente.
Si queremos alcanzar los estándares educativos necesarios para “emparejar la cancha” (y no “bajarse de los patines”), la sociedad civil, y los mundos público y privado de nuestro país deben mancomunadamente esforzarse, en definitiva, por alcanzar un acuerdo social que ponga foco en sus niños y niñas, que busque mejorar su desarrollo y se ocupe de la importancia del futuro de su economía. Démosle contenido a las dos frases que más hemos usado en los últimos años: “dejamos de llegar tarde” y “los niños primero”. Es justo y necesario.
Harry Grayde, director ejecutivo de World Vision
Roberto Darrigrandi, economista. Consejero de World Vision