Sobre estribos perdidos
Nuestro Presidente exige a gritos repetidos que lo respeten, bramando a gente que, sin faltarle ese respeto, solo se contrapone a lo que él dice y piensa, o simplemente agrega algo a lo que él propone. Costumbre de tiranos…
Según el diccionario de la Real Academia de la lengua española, perder los estribos significa “impacientarse mucho y desbarrar; hablar u obrar fuera de la razón”. Podemos agregar a esa descripción que si un jinete se queda sin estribos, casi seguro que caerá de su caballo. En ese caso, además de eventualmente lastimarse, también puede perder su caballo si éste se desboca y no es uno de esos potros fieles que se quedan, que no abandonan su montador caído.
Nuestro flamante Presidente está encaramado sobre un país que más parece a ese: el caballo desbocado, que corre enloquecidamente, se para en dos patas o lanza feroces coces; hace todo para que don Gabriel no solo pierda repetidamente los estribos, sino al parecer no tenga ni idea lo que significa cabalgar, que sea manejar un país. Y que encima desbarre… Le advirtieron varias veces que es otra cosa con guitarra; hasta ahora pinta como que ni siquiera tiene una.
Boric participa casi diariamente en una que otra reunión, congreso, festejo; en fin, evento donde no pierde la oportunidad de hablar, ni tampoco de escuchar nada más que críticas, reproches y hasta pifias. Las que, evidentemente, no le gustan. ¿Quién gusta de críticas? La gente sensata, personas que aceptan el diálogo y ven en lo que opinan los demás no solo enfrentamiento sino oportunidad de cambiar su idea para una mejor. Pero nuestro Presidente exige a gritos repetidos que lo respeten, bramando a gente que, sin faltarle ese respeto, solo se contrapone a lo que él dice y piensa, o simplemente agrega algo a lo que él propone. Costumbre de tiranos…
Pierde los estribos, y su cabalgadura – Chile – lo deja tirado cada vez que cae, por la sencilla razón que ya ni derecha, centro, centro-izquierda y siquiera sus ex-socios de extrema izquierda soportan su desgobierno, su prédica vacía de contenido, sus ataques gratuitos a Carabineros; su impotencia para frenar la inflación, el terrorismo, el crimen; su fanatismo que lo lleva a alejar al país del mundo sensato, del desarrollo.
Aunque parezca de mal gusto especular que la enfermedad que sufre se haya agravado con los serios problemas que cualquiera enfrentaría como mandatario del Chile actual, me temo que algo de esto debe estar pasando. Quizás el hecho de ser Presidente le hace prácticamente imposible internarse para un tratamiento sicológico que necesite repetir, esté gatillando su comportamiento errátil y cada vez menos lógico. No lo miro de manera crítica, sino compasiva. Pero mi compasión hacia un Chile enfermo es mucho más grande que la que siento por Gabriel Boric.